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Fruncía levemente sus cejas a pesar de que sus ojos párpados se mantenían aún abajo, tapando sus grandes ojos; sin embargo una molestia no tardó en aparecer al momento en que los rayos del sol comenzaron a colarse sin vergüenza por las cortinas que no alcanzaban a cubrir toda la ventana, yendo estos directo hacia su rostro. Irritada por no poder continuar en ese precioso sueño dónde era una despreocupada millonaria, comenzó a acomodar su cuerpo hasta la posición en la que ella deseaba estar y una vez sentada sobre la cama, abrió sus ojos aún perezosa.
Justo en el momento en el que comenzaba a tomar consciencia de ella misma, un inmenso dolor de cabeza acompañado con mareos, la atacaron sin piedad alguna. Con su palma izquierda tapó su boca y con su diestra inició una serie de masajes por la zona en su frente que me dolía.
—Joder...— susurró intentando controlar las ganas de vomitar lo que sea que haya en su estómago, pero después de unos minutos logró ignorar esto para concentrarse en otro repentino dolor en su mejilla y la mayor parte de su torso —. Ahh, mi espalda...
Aún con esos malestares casi insoportables, decidió moverse poco a poco para observar su alrededor y buscar su celular en la mesa de su escritorio. Fue ahí donde abrió los ojos completamente sorprendida.
Estaba en lugar que desconocía por completo y debido al susto que se llevó por tal descubrimiento, intento ponerse de pie y fallando en el intento por haber tropezado con algo.
O más bien, alguien.
—¡Ouch! —chilló.
Aún en el suelo, visualizó una muy familiar cabellera alborotada color rosa justo a un lado de sus pies. Está acariciaba aturdida su cabeza por el golpe que se le había dado.
—¡Mina! —gritó colocándose al instante de rodillas frente suyo.
—No grites, por favor —susurró un tanto adormecida todavía —. Me duele la cabeza como nunca. ¿Qué te paso en el rostro? —murmuró para posteriormente abrir los ojos como platos —... Oh señor. ¿Donde estamos, T/N? —preguntó nerviosa.
—No lo sé, yo me pregunto exactamente lo mismo... Solo recuerdo que —Fue interrumpida al instante por el sonido de un celular.
A una velocidad casi inhumana, se levantó y corrió para buscar el teléfono entre todo el desorden de la habitación, por suerte logró hallarlo y contestar antes de que el buzón de voz lo hiciera.
—¿Hola? —contestó un poco agitada
—¡T/N!... Gracias al cielo que por fin me contestas —se escuchó un suspiro de alivio —. Llevo desde ayer en la noche intentando comunicarme contigo a los chicos, pero ninguno me contesta. ¿Donde están? Se supone que debieron haber llegado hace horas al hotel.
