Fuerza superior

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Seguramente la mayoría de los lectores saben que Fiodor Dostoyevski es uno de los máximos exponentes de la novela psicológica, pero, quizá pocos conocen que su vida estuvo plagada por tragedias familiares y, que solo con una gran fuerza de voluntad, pudo salir adelante; incluso en los momentos más aciagos creó uno de sus mayores éxitos: Los hermanos Karamazov.

Conoció los sinsabores de la vida desde temprana edad. A los nueve años sufriría su primer ataque de epilepsia, que padecería esporádicamente durante el resto de sus días. Al morir su madre quedó solo con su hermano y su padre, un médico despótico, cuyo carácter se hizo más irascible al quedar viudo y entregarse a la bebida.

Fiodor encontró un poco de paz, cuando su padre decidió enviarlo a la Escuela Militar de Ingenieros para contemplar su educación. Mientras seguía sus estudios, la fatalidad volvió a ensañarse con él, al recibir la noticia de la muerte de su padre torturado y asesinado a manos de un grupo de campesinos. Esta tragedia fue como una revelación, porque sintió el crimen como si él fuera uno de los autores, por haber llegado a desearlo inconscientemente.

La fatalidad seguiría atravesándose en la vida de Dostoyevski. Su espíritu inquieto en la llevó a entrar en contacto con grupos radicales, razón por la cual fue arrestado y condenado a muerte bajo el cargo de conspirar contra el zar Nicolás I.

Pero, en el último minuto antes de la ejecución, la sentencia fue conmutada por cinco años de trabajos forzados en la Siberia. Las experiencias de su vida en prisión quedarían plasmadas en su obra La casa de los muertos, y en una carta que envió a su hermano Mijaíl.

"En verano, encierro intolerante; en invierno, frío insoportable. Todos los pisos estaban podridos. La suciedad de los pavimentos tenía una pulgada de grosor; uno podía resbalar y caer... Éramos apilados como anillos de un barril... Ni siquiera había lugar para dar la vuelta. Era imposible no comportarse como cerdos, desde el amanecer hasta el atardecer".

Otra tragedia volvería a presentarse en la vida de Dostoyevski, al morir primero su esposa y luego su hermano, dejando este una viuda, cuatros hijos y una deuda de 25 mil rublos. Para escapar de sus problemas financieros, huyó al extranjero. De regreso a San Petersburgo se volvió a casar con Ana Grigórievna Snítkina, joven taquígrafa que había contratado unos meses antes para que le escribiera su novela El jugador. De aquella unión nació su primera hija Sonia, que moriría tres meses después. La pareja volvería a tener una pérdida similar, al morir su cuarto hijo Aleksei. Era como si el destino se hubiese propuesto truncar la carrera de este genial escritor.

Pero, el éxito se obtiene con tesón, y Dostoyevski tenía la virtud de la perseverancia. En medio del gran dolor que le significó la pérdida de Aleksei, terminó de escribir una de sus más renombradas obras: Los hermanos Karamazov. De este libro, Sigmund Freud diría:

"El capítulo de "El gran inquisidor", de la novela Los hermanos Karamazow, es uno de los pináculos de la literatura universal".

Dostoyevski no solo un profundo conocedor de alma humana que supo, muy bien, plasmar en sus obras; sino también un ejemplo de perseverancia.



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