- ¿Qué te dije de alabar al chico?
Los gritos resonaron por la calle, haciendo que todos supieran exactamente por qué estaba Mitch Conner enfadado esta vez. Retumbó a través de las hileras de casas pintorescas casi idénticas, reverberando en las puertas cerradas. Su voz podía hacer que un santo se sintiera culpable, alimentado por el poder que había detrás de él. Era la razón principal por la que Conner S.A. tenía tenía tanto éxito, al menos, en la mente de su principal discípulo y ahijado, Eric, que tenía dieciséis años. El chico se sentía algo deprimido, pues aún no sabía a qué se dedicaba la empresa que iba a heredar.
Sin saber por qué su Sobresaliente en Química no era suficiente, el abatido heredero se alejó aún más de su prisión de toda la vida. Era una nota que se había ganado a pulso, después de todo; la academia prestigiosa a la que iba era para "gente como él".
Dudaba que algunos de ellos fuera realmente como él, una vez superado el quid de la cuestión: los superpoderes. El suyo era, básicamente, la habilidad y los sentidos de un mapache. Sí, un mapache. Era un poder tan inútil que deberían haberlo puesto en la clase de los "Asvos", como Patty Nelson y su "don" de hablar bajo el agua. Allí era donde debían ir las personas con poderes "nivel cutre".
Todo el mundo sabía que no funcionaba así. El señor Mackey, el hombre que evaluaba cada habilidad, era el nieto del hombre que había abandonado el antiguo sistema. Supuestamente, causaba una baja autoestima.
Como si estar atrapado entre gente mala porque, lo más probable, es que tú también lo seas, no angustiara a nadie.
La clase "Asvos" era para los que seguían a sus amigos, sin importar a dónde los llevaran. "Aetos" ya no era el hogar de aquellos con habilidades basadas en la inteligencia, más adecuadas para la táctica y el trabajo fuera del campo; ahora era para aquellos que siempre se salvarían a sí mismos primeros. En lugar de poderes de tipo físico y de confrontación, "Liontári" escogía a cualquiera que fuera esencialmente bueno. ¿Y la clase "Fídi", que había sido para los que tenían habilidades egoístas, que a menudo implicaban la manipulación de los demás?
"Fídi" era para los aspirantes a convertirse en los villanos del futuro.
No importaba que Eric no quisiera controlar a los demás. Desde luego, Mackey no escuchó sus protestas desde que tenía once años: no era como su padrino y no quería serlo. No le importaba lo que quisieran; su trabajo consistía en asegurarse de que nunca hubiera "ovejas negras" en el grupo. Si ponías a un villano con los héroes, arruinarías una generación de salvadores. Pero, si metías a un héroe con los villanos, sólo corrompes a una persona: esto se consideraba algo aceptable. En el esquema de las cosas, era una pequeña pérdida.
Además, no podía arriesgarse a que el ahijado del gran Mitch Conner hubiera heredado aquella lengua viperina, tan característica de su familia.
Todo esto fluyó por la mente de Eric mientras se acercaba a la valla que rodeaba la institución, sin poner un dedo en el metal. Estaba en su azotea habitual antes de que sus pensamientos derivaran hacia conceptos más deprimentes, como su destino. Un año hasta su graduación. Luego, un pase VIP directo al infierno.
Se preguntó si había sido Hitler en su vida pasada. Habían estudiado a aquel genocida en Historia Contemporánea; francamente, no le sorprendería. Tal y como lo veía, en realidad, sería su suerte.
Eric tenía una mente propia. Había descubierto, a principios de su vida, que activar sus instintos de mapache, eliminaba la venenosa influencia de Mitch, siempre y cuando fuese el momento adecuado. Con el tiempo, aquella presión había dejado de ejercer su influencia sobre él. Era como si su mente fuera un fuego salvaje, y las palabras de su superior, agua ordinaria: si el fuego ardía con suficiente intensidad y durante el tiempo suficiente, el agua no lo extinguiría. Esa era su explicación de por qué ahora tenía libertad de elección.