Día 3. Palmadas En La Cabeza

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— ¿De verdad has visto eso, Ky? — Kenny se ató un delantal rosa a la cintura y al cuello, peinándose ligeramente la nuca, antes de girarse para mirar a su amigo, que estaba sentado a su lado, leyendo un cómic de Mysterion. — Ya sabes que, en estos casos, si no hay foto, es como si no hubiera pasado...

— Pues no me creas. — sus ojos se pegaron a los papeles de sus manos, demasiado absorto por el contenido o simplemente, buscando una razón para poder ignorar la acusación del rubio. — Te estoy diciendo que vi, con mis propios ojos, un pene corriendo calle abajo, por donde vive Jimmy. — puso los ojos en blanco con irritación, pero con cuidado para que el otro no lo notara.

— Sí, sí, pero si no hay foto... — Kenny miró a Kyle por última vez, antes de coger la servilleta que había cerca del fregadero y limpiar los restos de harina de la mesa de la cocina.

Se estaba divirtiendo mucho haciendo una tarta de cumpleaños para su hermana esa tarde, con la ayuda de Kyle. Obviamente, éste último, siendo un inútil en la cocina, no hacía otra cosa que mirar perezosamente mientras le daba conversación a McCormick. En realidad, no estaba ayudando. Ni siquiera un poquito.

Y por si fuera poco, le prendió fuego al microondas de su amigo. Su nuevo microondas que compró hace unos días con el dinero de su hermano. Kenneth esperaba, por su propia integridad física, que Kevin no se enterase de tal desgracia. O ya se podía dar por muerto.

— Kenny. — el nombrado levantó la cabeza para mirar a Kyle, que bostezaba sin ganas, con el puño en la boca. Satisfecho, el pelirrojo se volvió para encarar a su amigo, que hacía pucheros. Si algo había que saber de este chico, era que odiaba esperar y hacer esperar a todo el mundo. — Ah, tío, tengo que irme ya. — declaró, levantándose de su cálido asiento y estirando sus entumecidos músculos. — Está nevando afuera... — habló con asombro de la vista blanca fuera de la casa de los McCormick.

Viendo el suelo de la tierra revestido de un blanco puro, ocultando su más profundo secreto tras la nieve, el mundo parecía mucho más tranquilo. Centelleante bajo el cielo oscuro. Era una de las razones por las que a Kyle le gustaba el invierno, porque sólo dentro de la nieve, el mundo podía susurrar sus sentimientos abiertamente sin ser escuchado por los humanos.

— ¿Tan temprano? Pues vale. No lleguéis tarde mañana tú y tu hermano, la fiesta de cumpleaños de Karen empieza a las tres. — le despidió con la mano, viendo cómo el chico desaparecía de su vista cuando cerró la puerta.

A saber qué tiene este metido en la cabeza. — sacudió la cabeza divertido. — Siempre tan gruñón.

Estaba preocupado por él, pensando que nunca saldría de esa burbuja que había creado a su alrededor. A Kenny no le importaba que su amigo fuera algo huraño, sólo le preocupaba que, cuando Kyle necesitase ayuda, que dejase atrás su orgullo y demás "cabezonería" y se la pidiera a él. Su colega era un poco brusco con su entorno, a veces.

{...}

Pateó la nieve bajo sus zapatos, temblando un poco cuando la fría nieve tocó sus sensibles orejas y cuello. Frunció el ceño al pensar que se había olvidado de llevar su ushanka; menos mal que Kenny no estaba ahí o le fastidiaría lo imprudente u olvidadizo que se había vuelto últimamente.

— Miauu... — gritó débilmente un enclenque maullido.

— ¿Ehh? — Kyle observó la zona, buscando la fuente de la voz; bueno, más bien un maullido.

Frotándose las manos, Kyle entrecerró los ojos cuando vio una pequeña figura, lo que parecía ser un gato, apoyado en la superficie de la farola como soporte.

El pelirrojo se agachó con un suave gemido que salió de su garganta y extendió con cautela sus manos para agarrar al gatito. El animal, de color caramelo y de aspecto regordete, no obedeció en silencio lo que resultó en una débil protesta, mordisqueando sus pequeños caninos en el dedo corazón de Kyle.

Kyman Week 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora