Capítulo XXIII: El collar de Alied

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Nos aventuramos por una escalera en espiral, que se perdían hacia abajo. Cada más bajábamos, más oscuro se volvía. Parecía que nunca llegaríamos a su fin, pero en un abrir y cerrar de ojos, la ilusión se volvió real. Nos detuvimos frente a una cortina negra, por ella se filtraba una luz de colores indecisos.

—Vengan por aquí—susurro Beniles.

Cruzamos y entramos a una habitación oscura. Su única luz provenía de un cáliz dorado, del cual salía un humo de colores distintos; su tamaño era como de una bañera. Dentro de este yacía un agua fosca.

Era el único objeto en toda la habitación.

—Esto les ayudara a llegar a la colina más rápido—nos aclara.

—Entiendo, gracias por su ayuda, majestad—sonríe Jack.

—Lo único que deben hacer, es sumergirse dentro, pensar en el lugar donde quieren ir y ahí estarán—nos indica.

—Por supuesto—Jack me mira—. Las damas primero—hace un gesto elegante.

—Bien—suspiro, me acerco y tocó el líquido. Estaba tibio.

—Quiero que sepan una cosa—dice Beniles—. Cuando el momento llegue, mis tropas marcharan junto a su reino—sus ojos brillan.

—Gracias por todo—sonrío profundamente. Él asiente y mueve sus manos en señal de que continúe.

Subí con ayuda de Jack al cáliz, primero respire y entre en calma. Empecé a sumergirme, pensé en el destino al que yo quería ir.

Quiero ir a la colina más alejada al sur, quiero ir a la colina más alejada al sur.

Todo empezó a brillar tan fuerte que me obligó a cerrar los ojos. Sentí un cosquilleo de pies a cabeza, en cada parte. Luego tuve la sensación de estar quemándome por dentro, como cuando tienes fiebre. Por ultimo oí susurros que no entendí, abrí mis ojos con dolor y me encontré frente a la colina más alejada al sur.

La colina con la cabaña donde yacía Alied.

Di vueltas sin equilibrio, los pies me temblaban un poco. No estaba mojada, estaba seca. Me di la vuelta y Jack apareció, eso fue en un instante, juro que no estaba allí. Abrió los ojos y al verlo, un sentimiento de alivio me invadió.

— ¿Estas bien?—me acerco.

—Lo estoy, ¿y tú?

—Igual—dirigí mí vista hacia la cabaña—. Supongo que el cáliz no pude dejarnos frente a su puerta—señale con mi dedo pulgar.

—Bueno, nos ahorró media hora en barco y caminata hasta aquí—sisea.

—Buen punto—asiento. Hago señas y empezamos a caminar hacia la cabaña.

Era una cuesta arriba, lo cual me dificultaba subir. Sin mencionar el viento que se desato, no era violento pero bastaba para enredarse con mi vestido e intentar levantarlo. Me quite el pelo de la boca y baje mi vestido, mantuve mis manos apretadas contra mis piernas. Por suerte Jack iba delante de mí, por lo que no me notó.

Tardamos unos diez minutos en subir hasta arriba, pero lo logramos. La cabaña de Alied estaba a unos pasos de nosotros. Se veía deteriorada, algo despintada, de la chimenea salía un humo, lo que significaba que había alguien en casa.

—Vaya subida—jadea Jack, apoyándose en mi hombro.

—Vamos—musito y él asiente.

Caminamos hacia la puerta. Era rustica, de un color marrón desgastado. Agarre la aldaba herrumbrada y la empuje contra la puerta, provocando un sonido lo suficientemente alto para llamar a su ocupante. Pasaron unos segundos y se oyeron ruidos, la puerta se abrió de golpe, dejando ver un hada masculina de gran masa muscular. Su cabello era un rojizo intenso, llevaba un parche en el ojo izquierdo y tenía una cicatriz, atravesándole la mitad de la cara.

Alice y el collar de Suller © ✔️ ( #1 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora