Capítulo XXVII: Doble Alice

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 —Buenos días Jack—saludo a mi compañero, quien encuentro justo en el pasillo.

—Estaba a punto de ir a despertarte, buenos días—agita la mano.

—Bueno—hago una mueca—. Prefiero que no lo hagas más—me cruzo de brazos.

—Claro—ríe— ¿Lista para irnos?—dice seriamente.

—Eso creo—digo entre dientes.

—Estoy demasiado preocupado por Jimmy, no he dejado de pensarlo desde que se lo llevaron—se recuesta en la puerta.

—Oye, él está bien—apoyo mi mano en su hombro.

—Ha pasado bastante tiempo, ¿y sí, Sorin le ha hecho algo?—sus ojos se humedecen.

—Sorin no le ha hecho nada—tomo sus manos—. Lo vamos a traer de vuelta, lo prometo—sonrío.

—Sí...—musita e imita el gesto.

Jack estaba preocupado, aunque no lo mostrará sabía perfectamente que temía todo el tiempo por como estaba Jimmy. Había pasado mucho tiempo ya, no me quería imaginar lo aterrado que estaba.

—Anda—me separo—, debemos irnos ya.

—Bien, andando.

Ya decididos a irnos, nos dirigimos hacia la sala del trono para despedirnos y agradecer la muy buena atención que nos habían dado. Al cruzar la cortina de caireles, estaban Garyen y Dorien discutiendo. La verdad amabas no se parecían en nada, una tenía el cabello blanco y la otra oscuro. Y en cuanto a sus facciones, eran diferentes en todo sentido. Sólo en altura eran casi iguales.

—Buenos días—interrumpo alegre. Amabas se voltean.

—Buenos días, ¿ya se irán?—se acerca Dorien.

—Temo que sí, fue un gusto visitar su reino—le sonrío.

—Me gusto pelear contigo—brama Garyen.

—No diría lo mismo—río y ella igual.

—Espero verte pronto—se acerca—, en la batalla—sus ojos dorados centellean.

— ¿Pelearas...?—frunzo el ceño.

— ¿Piensas que voy a dejarte morir sola?—chista la lengua.

— ¿Lo harás?—ahogo una risa.

—Espere trescientos años para que el collar de Suller tuviera otro portador que pueda lograr lo que yo y los otros, no pudimos—sonríe—. Claro que lo haré.

—Gracias, jamás lo olvidare.

—Sé que no—musita con la mirada profunda.

—Me gustaría despedirme de su madre—miro a Dorien.

—Oh, ella no se encuentra—rueda los ojos—. Tenía unos supuestos asuntos que atender.

—Entiendo, denle nuestros saludos y agradecimientos—asiento.

—Por supuesto—me sonríen ambas cálidamente.

Nos volvimos a despedir en las puertas del reino, Garyen me dedico una sonrisa temerosa y amable. Dorien sólo sonreía con emoción y agitaba su mano a medida que nos alejábamos por el camino blanco. Los copos de nieve caían lentamente, la escarcha se derretía en las copas de los arboles debido al sol tórrido. Sentía una mezcla de miedo, emoción y algo de ansiedad. En poco tiempo, si no me matan, estaré en casa nuevamente, lo cual me daba algo de euforia y temor. Jack iba tarareando como siempre y yo nerviosa.

—Es algo raro—miro hacia el cielo con un ceño.

— ¿Qué cosa?—se interesa él.

—Bueno, que Garyen y Alied tengan más de trescientos años—lo miro y levanto las cejas—. Se ven demasiado jóvenes, digo, mi tía tiene como cincuenta y está llena de arrugas—expreso seria.

Alice y el collar de Suller © ✔️ ( #1 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora