Cap.3: ¡Precaución! (Scisaac)

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— ¿Eso es todo lo que tienes? — habló el latino acorralado contra la pared, con el peso de su acompañante desnudo en la espalda.

— No dejas de retarme ni cuándo tenemos sexo, eres insoportable McCall — dijo el rubio al oído del contrario, empujando cada vez más y más rápido — No te bastó con perder hace rato en la piscina.

— Créeme que con esto tengo más que ganada esa estúpida competencia — respondió el moreno conteniendo un gemido — A veces eres tan tonto Lahey, siempre terminas dándome lo que quiero.

El día amenazaba con ser el mismo de siempre los últimos cuatro años, aburrido, tan caluroso o incluso peor que el infierno y él desesperado contando los días o quizá los minutos y segundos hasta el momento de la graduación

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El día amenazaba con ser el mismo de siempre los últimos cuatro años, aburrido, tan caluroso o incluso peor que el infierno y él desesperado contando los días o quizá los minutos y segundos hasta el momento de la graduación. Se había convertido en todo lo que siempre había detestado ser, comenzó a seguir una rutina que en sus años de preparatoria se había prometido nunca cometer, levantarse temprano, desayunar (si acaso), tomar el autobús, llegar a clase, lamentarse por su miserable vida de chico solitario y llegar a la piscina de la universidad, eso parecía ser lo único que lo animaba, ver a esos perdedores tratar de nadar era como su pan de cada día, casi mejor que el almuerzo de la cafetería.

Extrañaba a su familia aunque jamás quisiera admitirlo en público, extrañaba tener siete años y correr al cuarto de su hermano mayor con miedo cada que llovía y sonaban los truenos que venían junto con sus brillantes y cegadores relámpagos, extrañaba la comida de su padre e incluso hasta estaba muy seguro de extrañar sus regaños, aún recuerda casi no ir al baile de graduación por haberse metido en problemas días antes y ganarse un castigo que ahora que tiene una supuesta mentalidad más madura lo considera merecido. Haría lo que fuera por tomar su auto y conducir hasta Beacon Hills para verlos, jamás tenía tiempo, tenía trabajo, las competencias con el equipo de natación y la universidad estaba tan empeñada en consumir su alma hasta que no hubiese nada más que succionarle, estaba más que considerado bienvenido al devastador mundo de la adultez, que gran hazaña.

— Hola, te extrañé hoy — dijo el rubio abrazando a una chica pelinegra por la espalda — ¿Tú no lo hiciste?

— Te dirá que no — se encargó de responder una pelirroja de ojos verdes antes que su amiga — Pero sería mentira, pasó toda la mañana hablando de ti — continuó ganándose una mirada de reproche de la otra chica.

— ¿No tenías que irte ya, Lydia? — preguntó la pelinegra con una sonrisa.

— Tienes razón, Jordan me espera y Derek y Stiles odian que alguien llegue tarde, ya los conocen — dijo la chica recogiendo sus cosas — Los veré mañana, adiós Allison, adiós Isaac — se despidió del último con una brillante sonrisa y los otros dos presentes la vieron alejarse.

— ¿Te veré hoy por la noche? — preguntó le pelinegra.

— Lo siento, tengo turno doble en la cafetería, es el día libre de Derek y aprovecho para conseguir dinero extra.

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