8. Una visita inesperada

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BUM. Llamaron otra,Harry se puso delante de mi de forma protectora. Dudley se despertó bruscamente.

—¿Dónde está el cañón? —preguntó estúpidamente.

Se oyó un crujido detrás y tío Vernon apareció en la habitación.
Llevaba un rifle en las manos: ya sabía lo que contenía el paquete alargado
que había llevado.

—¿Quién está ahí? —gritó—. ¡Le advierto... estoy armado!
Hubo una pausa. Luego...

¡UN GOLPE VIOLENTO!

La puerta fue empujada con tal fuerza que se salió de los goznes y, con un golpe sordo, cayó al suelo.

Un hombre gigantesco apareció en el umbral. Su rostro estaba prácticamente oculto por una larga maraña de pelo y una barba desaliñada, pero podían verse sus ojos, que brillaban como escarabajos negros bajo aquella pelambrera. El gigante se abrió paso doblando la cabeza, que rozaba el techo. Se agachó, cogió la puerta y, sin esfuerzo, la volvió a poner en su lugar. El ruido de la tormenta se apagó un poco. Se volvió para mirarnos.

—Podríamos preparar té. No ha sido un viaje fácil... —Se desparramó en el sofá donde Dudley estaba petrificado de miedo.
—Levántate, bola de grasa —dijo el desconocido.

Dudley se escapó de allí y corrió a esconderse junto a su madre, que estaba agazapada detrás de tío Vernon.

—¡Ah! ¡Aquí está Harry y Beth! —dijo el gigante.

Harry levantó la vista ante el rostro feroz y peludo, y vio que los ojos negros le sonreían.

—La última vez que los vi eran sólo unos bebes—dijo el gigante—. Se parecen mucho a sus padres, y tienen los ojos de su madre.

Tío Vernon dejó escapar un curioso sonido.

—¡Le exijo que se vaya enseguida, señor! —dijo—. ¡Esto es allanamiento de morada!
—Bah, cierra la boca, Dursley, grandísimo majadero —dijo el gigante. Se estiró, arrebató el rifle a tío Vernon, lo retorció como si fuera de goma y lo arrojó a un rincón de la habitación.
Tío Vernon hizo otro ruido extraño, como si hubieran aplastado a un ratón.

—De todos modos, Harry —dijo el gigante, dando la espalda a los Dursley—, te deseo un muy feliz cumpleaños. Tengo algo aquí. Tal vez lo he aplastado un poco, pero tiene buen sabor—Del bolsillo interior de su abrigo negro sacó una caja algo aplastada. Harry la abrió con dedos temblorosos. En el interior había un gran pastel de chocolate pegajoso, con «Feliz Cumpleaños, Harry» escrito en verde.
Harry miró al gigante.
—Gracias —dijo
—¿Quién es usted?—pregunte
El gigante rió entre dientes.
—Es cierto, no me he presentado. Rubeus Hagrid, Guardián de las Llaves y Terrenos de Hogwarts.

Extendió una mano gigantesca y sacudió todo mi brazo y después el de Harry.

—¿Qué tal ese té, entonces? —dijo, frotándose las manos—. Pero no diría que no si tienen algo más fuerte.

Sus ojos se clavaron en el hogar apagado, con las bolsas de patatas fritas arrugadas, y dejó escapar una risa despectiva. Se inclinó ante la chimenea. Los demás no podíamos ver qué estaba haciendo, pero cuando un momento después se dio la vuelta, había un fuego encendido, que inundó de luz toda la húmeda cabaña.
El gigante volvió a sentarse en el sofá, que se hundió bajo su peso, y comenzó a sacar toda clase de cosas de los bolsillos de su abrigo: una cazuela de cobre, un paquete de salchichas, un atizador, una tetera, varias tazas agrietadas y una botella de un liquido color ámbar, de la que tomó un trago antes de empezar a preparar el té. Muy pronto, la cabaña estaba llena del aroma de las salchichas calientes.

Nadie dijo una palabra mientras el gigante trabajaba, pero cuando sacó las primeras seis salchichas jugosas y calientes,Dudley comenzó a impacientarse. Tío Vernon dijo en tono cortante:

—No toques nada que él te dé, Dudley.
El gigante lanzó una risa sombría.
—Ese gordo pastel que es su hijo no necesita engordar más, Dursley, no se preocupe.

Nos sirvió salchichas a Harry y a mi, yo estaba tan hambrienta que creí que nunca había probado algo tan maravilloso, pero todavía no podía quitarle los ojos de encima al gigante. Por último, como nadie parecía dispuesto a explicar nada, dije:
—Lo siento, pero todavía sigo sin saber quién es usted.
El gigante tomó un sorbo de té y se secó la boca con el dorso de la mano.
—Llámenme  Hagrid —contesto—. Todos lo hacen. Y como les dije, soy el guardián de las llaves de Hogwarts. Ya lo sabrán todo sobre Hogwarts, por supuesto.
—Pues... yo... —comenzo Harry
—...No— terminé

Hagrid parecía impresionado.

—Lo lamento —dijo rápidamente Harry
—¿Lo lamento? —preguntó Hagrid, volviéndose a mirar a los Dursley, que
retrocedieron hasta quedar ocultos por las sombras—. ¡Ellos son los que tienen
que disculparse! Sabía que no estabas recibiendo las cartas, pero nunca pensé que no supieran nada de Hogwarts. ¿Nunca se preguntaron dónde lo habían aprendido todo sus padres?

—¿Qué? —preguntó Harry
—¿QUÉ? —bramó Hagrid—. ¡Espera un segundo!.
Se puso de pie de un salto. En su furia parecía llenar toda la habitación.
Los Dursley estaban agazapados contra la pared.

—¿Me van a decir —rugió a los Dursley— que estos muchachos, ¡estos muchachos!, no sabe nada... sobre NADA?
—Yo sé algunas cosas —dijo Harry—. Puedo hacer cuentas y todo eso.
Pero Hagrid simplemente agito la mano.
—Me refiero a nuestro mundo Su mundo. Mi mundo. El mundo de sus padres.
—¿Qué mundo?—preguntamos Harry y yo sin comprender.
Hagrid lo miró como si fuera a estallar.
—¡DURSLEY! —bramó.

Tío Vernon, que estaba muy pálido, susurró algo que sonaba como mimblewimble. Hagrid, enfurecido, nos volvió a mirar.

—Pero ustedes tienes que saber algo sobre su madre y su padre —dijo—. Quiero decir, ellos son famosos. Ustedes son famoso.
—¿Cómo? ¿Mi madre y mi padre... eran famosos? ¿En serio?— dije sorprendida
—No sabían... no sabían... —Hagrid se pasó los dedos por el pelo, clavándonos una mirada de asombro—. ¿De verdad no saben lo que ellos eran?—dijo por último.

De pronto, tío Vernon recuperó la voz

—¡Deténgase! —ordenó—. ¡Deténgase ahora mismo, señor! ¡Le prohíbo que le diga nada a los muchachos!

Un hombre más valiente que Vernon Dursley se habría acobardado ante la mirada furiosa que le dirigió Hagrid. Cuando éste habló, temblaba de rabia.

—¿No se los han dicho? ¿No les han hablado sobre el contenido de la carta que Dumbledore le dejó? ¡Yo estaba allí! ¡Vi que Dumbledore la dejaba,Dursley! ¿Y se las ha ocultado durante todos estos años?
—¿Qué es lo que nos han ocultado? —dijo Harry en tono anhelante.
—¡DETÉNGASE! ¡SE LO PROHÍBO! —rugió tío Vernon aterrado.
Tía Petunia dejó escapar un gemido de horror.
—Voy a romperles la cabeza —dijo Hagrid—. Harry, Beth deben saber que son unos magos.

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Hola a todos mis lectores, espero que el capítulo de hoy les haya gustado.

¡Que tengan un excelente día 🌈!

Nos leemos en el próximo capítulo.

Si son nuevos por aquí no olviden dejar su mágico votos porque solo los magos pueden hacerlo los muggles no pueden. Y si tú puedes felicidades eres un mago o bruja.

Para los magos abrazos y para los muggles balasos

Travesura realizada.✨

𝗟𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗣𝗼𝘁𝘁𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora