Ni Harry ni yo habíamos estado antes en Londres. Aunque Hagrid parecía saber adónde íbamos, era evidente que no estaba acostumbrado a hacerlo de la forma ordinaria.
Se quedó atascado en el torniquete de entrada al metro y se quejó en voz alta porque los asientos eran muy pequeños y los trenes muy lentos.—No sé cómo los muggles se las arreglan sin magia —comentó, mientras subían por una escalera mecánica estropeada que los condujo a una calle llena de tiendas.
Hagrid era tan corpulento que separaba fácilmente a la muchedumbre. Lo único que Harry y yo lo que teníamos que hacer era mantenernos detrás de él. Pasamos ante librerías y tiendas de música, ante hamburgueserías y cines, pero en ningún lado parecía que vendieran varitas mágicas. Era una calle normal, llena de gente normal.
¿De verdad habría cantidades de oro de magos enterradas debajo de ellos? ¿Había allí realmente tiendas que vendían libros de hechizos y escobas? ¿No sería una broma pesada preparada por los Dursley?.Sin embargo, aunque todo lo que le había dicho Hagrid era increíble, y no podía dejar de confiar en él.
—Es aquí —dijo Hagrid deteniéndose—. El Caldero Chorreante. Es un lugar famoso.Era un bar diminuto y de aspecto mugriento. Si Hagrid no lo hubiera señalado,no lo habría visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo
miraba. Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. En realidad,tuve la extraña sensación de que sólo, Harry,Hagrid y yo lo veíamos. Antes de que pudiéramos decirlo, Hagrid nos hizo entrar.
Para ser un lugar famoso, estaba muy oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de jerez. Una de ellas fumaba una larga pipa.
Un hombre pequeño que llevaba un sombrero de copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía una nuez blanda. El suave murmullo de las charlas se detuvo cuando entramos. Todos parecían conocer a Hagrid. Lo saludaban con la mano y le sonreían, y el cantinero buscó un vaso diciendo:—¿Lo de siempre, Hagrid?
—No puedo, Tom, estoy aquí por asuntos de Hogwarts —respondió Hagrid, poniendo la mano en mi hombro y en el de Harry y obligándonos a doblar las rodillas.—Buen Dios —dijo el cantinero, mirando atentamente a Harry y después a mi—. ¿Son éstos... puede ser...?
El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.
—Válgame Dios —susurró el cantinero—. Harry Potter...Beth Potter... todo un honor.Salió rápidamente del mostrador, corrió hacia nosotros y nos estrechó la mano, con los ojos llenos de lágrimas.
—Bienvenido, Harry, bienvenida Beth, bienvenidos.
No sabía qué decir. Todos nos miraban. La anciana de la pipa seguía chupando, sin darse cuenta de que se le había apagado. Hagrid estaba radiante.Entonces se produjo un gran movimiento de sillas y, al minuto siguiente, me encontraba estrechando la mano de todos los del Caldero Chorreante. Y Harry igualmente estaba estrechando manos del otro lado del lugar.
—Doris Crockford, Beth. No puedo creer que por fin te haya conocido.
—Estoy orgullosa, Beth, muy orgullosa.
—Siempre quise estrechar tu mano... estoy muy complacido.
—Encantado, Harry, encantado Beth no puedo decirte cuánto. Mi nombre es Diggle,Dedalus Diggle.
—¡Yo lo he visto antes! —dijo Harry, mientras Dedalus Diggle dejaba caer su sombrero a causa de la emoción—. Usted nos saludó una vez en una tienda.
—¡Ah si! Lo recuerdo— dije recordando
—¡Me recuerdan! —gritó Dedalus Diggle, mirando a todos—. ¿Habéis oído eso? ¡Se acuerdan de mí!Estreche manos una y otra vez. Doris Crockford volvió a repetir el saludo.
Un joven pálido se adelantó, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo.—¡Profesor Quirrell! —dijo Hagrid—. Harry, el profesor Quirrell te daránclases en Hogwarts.
—P-P-Potter —tartamudeó el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry—. N-no pue-e-do decirte l-lo contento que-e estoy de co-conocerte.
—¿Qué clase de magia enseña usted, profesor Quirrell? —le pregunte después de saludarlo
—D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras —murmuró el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello—. N-no es al-algo que t-tú n-necesites, ¿verdad, P-Potter? —Soltó una risa nerviosa y miro a Harry—. Estás reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros. —Pareció aterrorizado ante la simple mención.Pero los demás, no permitieron que el profesor Quirrell nos acaparara. Tardamos más de diez minutos en despedirnoa de ellos. Al fin, Hagrid se hizo oír.
—Tenemos que irnos. Hay mucho que comprar. Vamos, chicos.Doris Crockford estrechó la mano de Harry una última vez y Hagrid nos llevó a través del bar hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos. Hagrid nos miró sonriente.
—Se los dije, ¿verdad? Les dije que eran famosos. Hasta el profesor Quirrell temblaba al conocerlos, aunque les diré que habitualmente tiembla.
—¿Está siempre tan nervioso?— pregunte.
—Oh, sí. Pobre hombre. Una mente brillante. Estaba bien mientras estudiaba esos libros de vampiros, pero entonces cogió un año de vacaciones, para tener experiencias directas... Dicen que encontró vampiros en la Selva Negra y que tuvo un desagradable problema con una hechicera... Y desde entonces no es el mismo. Se asusta de los alumnos, tiene miedo de su propia asignatura... Ahora ¿adónde vamos, paraguas?.¿Vampiros? ¿Hechiceras? Mi cabeza era un torbellino. Hagrid, mientras tanto, contaba ladrillos en la pared, encima del cubo de basura.
—Tres arriba... dos horizontales... — murmuraba—. Correcto. Un paso atrás.
Dio tres golpes a la pared, con la punta de su paraguas.El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho.
Un segundo más tarde estábamos contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para Hagrid, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.—Bienvenidos—dijo Hagrid— al callejón Diagon.
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Hola a todos mis lectores, espero que el capítulo de hoy les haya gustado.
¡Que tengan un excelente día 🌈!
Nos leemos en el próximo capítulo.
Si son nuevos por aquí no olviden dejar su mágico votos porque solo los magos pueden hacerlo los muggles no pueden. Y si tú puedes felicidades eres un mago o bruja.
Para los magos abrazos y para los muggles balasos
Travesura realizada.✨
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𝗟𝗮 𝗼𝘁𝗿𝗮 𝗣𝗼𝘁𝘁𝗲𝗿
RandomSoy Elizabeth Lily Potter, la hermana menor de Harry Potter. Mis padres, James y Lily, murieron cuando yo tenía apenas dos meses de nacida en lo que nos hicieron creer que fue un accidente de auto. Desde entonces, mi hermano y yo fuimos dejados al...