ᴋᴀɢᴇʜɪɴᴀ

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—¡Hinata, idiota! ¡Así no se hace eso!

—¡Déjame, si me miras lo voy a hacer mal, seguro!

El equipo ya estaba harto de oír a esa rara pareja discutir a cada minuto.
Los que más sufrían eran Daichi y Suga, que siempre tenían que separarlos, aunque el resto también se agotaban solo de escucharles pelear por la más mínima cosa.

Aún seguían peleando tras el entrenamiento y en la vuelta a casa.
El as y el líbero los veían en la lejanía, acompañados por Tanaka.

—Creo que todo se resolvería si se declararan —dijo Asahi.

—¡Estoy de acuerdo! —dijo el pequeño, cruzando sus brazos.

—Deberíamos hacer algo al respecto —concluyó Tanaka, para luego contarles su plan.

Por su lado, Kageyama y Hinata llegaron al cruce donde siempre se separaban.
La cara del pelirrojo cambió en un segundo y sonrió a Tobio.

—¡Nos vemos mañana, que descanses! —dijo antes de montarse en su bicicleta y marcharse.

Mientras pedaleaba de camino a casa, no borró la sonrisa de su rostro.
Aunque siempre discutía con Kageyama, adoraba interactuar con él. Le gritaba y a veces le lanzaba la pelota a la cabeza, pero adoraba estar con él.

Aceptó sus sentimientos cuando Natsu le preguntó si era su novio, ya que se quedaba mucho a dormir en su casa.

Por otro lado, Kageyama seguía mirando como Hinata se alejaba.
Le frustraba ver cómo el enano siempre le miraba con un sonrisa, aunque él intentaba por todos los medios que le odiara.

Sabía muy bien lo que sentía hacia él, por eso no quería enamorarse aún más. Todo sería más fácil para él si Hinata le odiara, pero eso últimamente se peleaban más.
No era bueno expresándose y definitivamente no podría decirle sobre lo que siente.

No podía arriesgarse a quedarse solo, no de nuevo.

Caminó a casa y pensó sobre Hinata. No podía evitarlo. Siempre lo hacía.
Incluso cuando practicaba con el balón en su habitación. Miraba sus dedos y se imaginaba que estaba haciendo una de sus colocaciones super rápidas para que Hinata rematara.

A veces pensaba que estaba obsesionado con él, y eso lo hacía tener miedo. Miedo de perderle algún día.
Aunque si algún día se separaran, su estúpida promesa de vencerle algún día haría que se volvieran a encontrar.

Con ese pensamiento triste de perder de vista a Hinata, entró a su casa, saludando a su hermana y padres antes de irse a su cuarto.

Al día siguiente, Nishinoya y Tanaka se atrasaron en el cuarto de club.

Salieron como si nada, encontrándose a Asahi en el camino, quien les entregó la llave que había tomado prestada de la bolsa de Daichi.

Tanaka se acercó al cuarto de club, pero Hinata había abierto la puerta para salir. No tuvo opción y empujó al pequeño dentro de la habitación para después cerrar la puerta.

Hinata intentó abrir desde dentro, pero no podía.

—¿Por qué no abres? —dijo Kageyama.

—¡No se puede!

Kageyama intentó girar el pomo, pero obviamente no pudo.

—¡Te lo dije!

Los tres chicos se marcharon rápidamente al gimnasio, dándole al capitán una excusa del por qué Hinata y Kageyama no podrían venir al entrenamiento matutino.

—¿Y ahora qué hacemos? ¡Tenemos que entrenar!

—No podemos hacer otra cosa, solo esperar a que vengan por nosotros —dijo sentándose en el medio de la habitación.

Hinata suspiró y le siguió, sentándose a su lado.

Kageyama pensó en cómo molestarle y se echó sobre él, poniéndo su espalda sobre su cabeza.

—¿Qué haces? ¡Quítate de encima!

Sonrió mientras notaba las manos de Hinata sobre su espalda, empujándole hacia arriba. Dejó su cuerpo flácido, haciendo que Hinata no pudiera soportar su peso y, finalmente, cayera sobre sus piernas.

Tobio miró hacia arriba, encontrándose con los ojos de Shōyō.
Ambos se quedaron unos minutos en silencio, adorando al otro internamente, intentando guardar una imagen mental del rostro de su amado.

Kageyama se sonrojó gradualmente hasta parecer un tomate, momento que aprovechó Hinata. Pinchó su mejilla con su dedo índice y sonrió.

El alto quiso separarse, ya que aún su cabeza aún descansaba sobre las piernas de Hinata. Pero Shōyō no quería eso.

Puso una de sus manos sobre su pecho, obligándole a quedarse en esa posición.

—Oi, ¿qué haces?

—Quédate así, solo un poco más —susurró, acercando un poco más su rostro al de su compañero.

Tobio se levantó rápidamente y se apoyó sobre una pared, mirando hacia Hinata.

—¿P-por qué dices eso, idiota?

Hinata no tenía opción. Se había delatado. Debía llegar hasta el final.

—Porque... me gustas, Kageyama.

Tobio casi explota al escuchar eso. Estaba feliz y realmente quería sonreír, pero su mente le jugó una mala pasada.
¿Y si empezaban a salir y Hinata se cansaba de su actitud? No podía perderle.

—Y-yo... No.

—¿No? ¿Qué pasa?

El alto se deslizó hasta acabar sentado.

—No quería que esto pasara... Si te enamoras de mí... pronto te cansarás... No... Me odiarás...

Sus ojos llorosos miraban al suelo, no podía ver a Hinata en ese momento.

Por otro lado, a él se le partió el corazón.
Siempre veía a Kageyama muy seguro de sí mismo, y verle con la voz quebrada y los ojos llorosos le hacía querer llorar.

Se acercó con cuidado, arrodillándose frente a él.

—¿Qué pasa?

Apoyó su mano en la rodilla de Kageyama, intentado que levantara la cabeza, pero no estaba por la labor.

—Kageyama, mírame.

Se obligó a sí mismo a levantar la mirada y se encontró con la cálida sonrisa de Shōyō.

—Te quiero, idiota. Nada podrá cambiar eso.

Esa sonrisa le hizo sonreír. Fue algo que no pensó, simplemente lo hizo.
Cuando Hinata apoyó su cuerpo sobre sus talones, quedaron a la misma altura y simplemente se lanzó.

Agarró las mejillas del chico y estampó sus labios.
Eran inexpertos, pero ese beso expresó mucho más que un simple te quiero.

Tobio se separó tal y como se acercó, con un leve sonrojo y los ojos algo brillantes.

Hinata comenzó a saltar por la habitación de la emoción.

—Oi, para —rió Kageyama.

Hinata volvió a su sitio y dejó un rápido beso sobre los labios del pelinegro, haciéndole que sonrojar.

Unos segundos después, Tanaka y Daichi aparecieron para sacarles.
El rapado parecía muy arrepentido mientras Daichi le miraba mal.

𝗕𝗢𝗡𝗨𝗦


—Al menos podríais darme las gracias, he solucionado sus peleas —dijo Tanaka, mientras volvían a casa esa tarde.

Los chicos de tercero le dieron la razón, aunque rieron al ver cómo la pareja comenzaba a gritarse.
Hinata, montado en su bici, rodeaba a Kageyama en círculos mientras él caminaba y terminó poniéndole nervioso.

—Definitivamente seguirán discutiendo —dijo Suga, orgulloso en el fondo de que sus polluelos fueran felices juntos.

7 minutes in Heaven • Haikyuu! Ships (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora