ᴋᴜʀᴏᴋᴇɴ

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Kuroo levantó la vista de su libro de matemáticas, viendo como su amigo jugaba con su consola favorita.

—Debes estudiar, los exámenes se están acercando.

—Ya estudié ayer —dijo rápidamente, intentando no desconcentrarse.

El pelinegro sonrió y dejó de insistir. Sabía que hasta que no terminara su partida, no le prestaría atención.
Siguió estudiando hasta que Kenma dejó el juego y se tumbó en la cama a su lado.

—¿Has terminado?

—Ya me he pasado el nivel —dijo acomodándose, apoyando su cabeza sobre las piernas del otro.

Kuroo sonrió y acarició su cabello, aunque Kenma movió la cabeza, molesto.

Poco después, bajaron a cenar.
Esa noche, Kuroo se quedaría a dormir en la casa de Kenma. Tenía que ayudarle con un proyecto de química y a él se le daba muy bien.

—Parece que mañana tendremos que ir al laboratorio de la escuela, no tenemos aquí todo lo necesario para el experimento.

Kozume rodó los ojos, cansado de atrasar su proyecto que tendría que entregar en apenas dos días.

—Tengo que entregarlo en-

—No te preocupes, Kenma —interrumpió, con una sonrisa ladina—, mañana lo terminamos y lo podrás presentar.

Antes de dormir, jugaron un rato a Mario Kart. Kuroo siempre perdía, ya que no estaba centrado en la partida.
La razón estaba a su lado: Kenma Kozume.
Llevaba junto a él toda su vida y no pudo evitar sentir algo más que amistad.

Los sentimientos de Kenma eran más complicados. Ni siquiera él los entendía.
Le agradaba estar con Kuroo, la confianza de los años le hizo estar cómodo con él.
Sinceramente, no se podía imaginar que algún día no estuviera a su lado. Sin embargo, no sabía si realmente sentía amor.

Ambos se durmieron pensando en esta cuestión. Sus últimos pensamientos antes de dormir fueron sobre el otro.

Despertaron y, como cada mañana, caminaron juntos hacia el Instituto Nekoma.
Se encontraron con algunos compañeros del equipo y se separaron al entrar a clase.

Tras el entrenamiento matutino y algunas clases, se reunieron en el laboratorio a la hora del descanso, tal y como habían dicho.
Reunieron los elementos y comenzaron el experimento. Tras unos minutos, Kenma terminó sus notas y las ordenó para entregárselas a su profesora.
Cuando se dirigía a la puerta, Kuroo le siguió.

Agarró el pomo, pero este no giraba. Kuroo también lo intentó sin éxito.

El rubio se giró, quedando cara a cara con su mejor amigo.
Ambos se pusieron nerviosos, pero el pelinegro solo sonrió y puso una mano sobre la cabeza del pequeño.

El colocador sintió que su corazón comenzaba a salir más rápido. A veces Kurop hacía cosas como esas.

Se sonrojó un poco, pero decidió controlar la situación.
Agarró el jersey del uniforme y le dio la vuelta, aprisionándolo en la puerta y haciendo que doblara las rodillas para quedar a su altura.

Quedó en la misma posición, con el brazo sobre la cabeza de Kuroo, quien se sonrojó tanto que tapó sus mejillas con ambas manos.

—Nos esperaremos a que acabe el descanso, alguien vendrá a dar clase y podremos salir.

Se retiró y Tetsurō volvió a respirar. 
Su corazón volvió a latir y suspiró.
Kenma nunca se había comportado así, y eso le gustaba.

El propio Kenma estaba también sonrojado. Nunca había pensado que haría eso en su vida.

Se apoyó en una de las mesas despejadas y luego se subió ella. Sus pies se balancearon en el aire mientras miraba al suelo.

7 minutes in Heaven • Haikyuu! Ships (Español)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora