Capítulo 2: La princesa dorada

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POV: KEISHA

Hoy es el gran día, luego de un año de una triste derrota al haber sido engañada por un gran bastardo en la competencia anterior, vuelvo a competir. Todavía lo recuerdo como si hubiera sido ayer, me enojé tanto cuando me di cuenta que uno de los estúpidos participantes hizo trampa y por esa razón perdí, algo que no sucede muy a menudo. Si Evy hubiera estado nunca hubiera tenido que ir contra él. Pobrecita, nadie esperaba esa alergia a los pelos de esos perros. Los encontré una noche saliendo de una gran fiesta que se había montado cerca del castillo, en una taberna. Me suplicaron que los salve, que fueron maltratados, abandonados y dejados a la intemperie. Con la borrachera que tenía los tomé y me los llevé escondidos al castillo, me sentía muy mal por ellos. Mi padre me dejó quedármelos por un tiempo, pero después dejaron de soportar sus fuertes aullidos, que se quejaban de casi todo. Terminé dándoselos a Evy, que estaba dispuesta a cuidarlos.
Ahora mismo me encuentro en el balcón de mi aposento, con la vista perdida sobre el cielo azul. Los pájaros volaban y tarareaban cosas que no lograba descifrar por la distancia.

—Agh —dije en un tono agotado por lo que me esperaba este largo día.

Centré mi mirada en aquel lugar donde se realizará la ceremonia, todavía seguían haciendo ciertos preparativos para que la competencia sea perfecta.
Cada año se realiza una gran torneo, este se lleva a cabo en el reino de Bakai, el que me pertenece. Esta ceremonia otorga la posibilidad a miles de habitantes de los tres reinos de competir con sus habilidades. Yo desde pequeña me preparo para competir, tengo varias destrezas, pero mis especialidades son esgrima, las dagas y el arco y flecha.
He ganado bastantes enemigos gracias a eso, algunos de ellos suelen subestimarme, pero finalmente termino venciéndolos. No es tan complicado, la mayoría me tiene cierto miedo, aunque yo me considero una persona bastante bondadosa, reí por aquel pensamiento.

Dejé el balcón para dirigirme hacia mi cama, donde se encontraba mi traje de combate. Este estaba compuesto por unos shorts de un color vino, con una forma abullonada y en la parte superior llevaría un blusa blanca, de mangas largas, con detalles en la parte superior, sobre él se encontraría un corset del mismo tono del short. Y para mis pies preparé mis largas botas. Además de mis arneses para los muslos y la cintura, para colocar las armas.

En el instante que observaba mi atuendo de esta tarde, entraron a mi habitación mis doncellas, las cuales me ayudarían a prepararme para el día de hoy. A pesar de que todavía faltaban horas para el campeonato, decidí alistarme temprano para poder practicar.

—Señorita, el baño ya está preparado para su llegada —dijo Lumi, una de mis mejores doncellas y mi gran espía. Sí, mi espía, como princesa de Bakai y heredera al trono, necesito de cierta visualización más extensa de mis alrededores. Por eso la tengo a ella, se encarga de recolectar toda la información que yo no consigo. Además, suele escuchar a los animales y tenerlos en cuenta, al contrario de mi hermanastro. Es muy buena para escuchar disimuladamente conversaciones ajenas.

—Gracias Lumi, ya sabes que no hace falta que me digas señorita, por favor dime Keisha —dije en un tono relajado. Ella asintió rápidamente.

—Ah, ¿Y has averiguado sobre lo que te he pedido? —inquirí.

—Sí, el muchacho se presentará en las competiciones, pero me aseguraré que esta vez no realice ninguna injusticia —Mientras lo decía sus ojos ámbar se posaron en los míos, lo exclamaban de una forma muy audaz— No te preocupes, voy a tener muy vigilado a ese bastardo.

—Muchas gracias Lumi, ese bastardo no va a volver a salirse con la suya —mi cara se transformó en disgusto al recordar de vuelta aquella vez, aún no entiendo cómo le dejaron ganar y tomar el ansiado premio. El hermoso trofeo cayó en sus inmundas manos, estuve tan cerca de que fuera mío, lo anhelaba mucho. Me tuve que quedar con un trofeo de plata, muy pocas veces tuve uno de esos, siempre gano uno de oro. Esa purria me sonrió malvadamente y me dijo que había pasado un buen tiempo conmigo, hasta intentó invitarme a bailar. Por supuesto lo rechacé, nunca más me acercaría ni hablaría con él.

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