Capítulo 4: El torneo

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POV: BASTIAN

Caminé lentamente por aquel jardín, donde había pasado la mayoría de mi niñez y ahora ni siquiera lo observaba detenidamente como antes, no era un lugar del todo agradable para mí. Olía al rocío que caía siempre a esta misma hora y el frío inundaba mi cuerpo. Me obligaba a venir y caminar lentamente hasta llegar a ella. Su tumba cada vez más deteriorada por el tiempo se encuentra allí, entre todas las demás.
Mis padres nunca le dieron gran importancia, por eso está aquí, realmente detesto venir. Siento que no puedo respirar cada vez que recuerdo sus ojos vacíos que nunca desprendieron ni una gota de brillo, era demasiado para este mundo, nadie la entendía realmente, ni yo, ni él, ni ellos. Solíamos pasar mucho tiempo juntos. Mientras yo tocaba una suave melodía en el piano ella bailaba al compás de la música, que retumbaba por la habitación, mientras su pelo volaba por el aire. Realmente en ese momento tampoco éramos felices, pero por un instante nos sentíamos diferentes, sin preocupaciones, sin malos padres y sin temores. Me gustaría escuchar por última vez su dulce voz, que cada vez intento no olvidar.

Me acerqué lentamente y coloqué sus flores favoritas sobre su tumba. Venía todos los días a dejar un ramo en honor a ella. Desde que se fue no he podido ser realmente yo, solo veo los días pasar. Ya no vivo, solo existo en este infeliz mundo. Me dejó un gran vacío, tan grande que por las noches no puedo reconciliar el sueño, imaginando por qué me dejó. La decisión que tomó fue suya, pero me lastimó tanto, jamás podré perdonarla. Sé que es egoísta de mi parte, que sufría demasiado pero teníamos que superarlo juntos. Yo también pasé el resto de mis días inundado en la oscuridad, tratando de recordar quién realmente soy ¿Por qué tuvo que hacerlo?, era lo único que me quedaba, la única persona que permitía que mi sonrisa saliese. Nunca entenderé por qué tuvo que quitarse la vida. Las lagrimas intentaban salir, pero las reprimí completamente, no me daba el lujo de llorar desde hacía décadas. Me gustaba recordar pero no tenía tiempo para tantas frustraciones, mis padres eran suficientes.
Un sonido familiar retumbó en mis oídos y me sacó de mis pensamientos. Dejé de observar aquella tumba y posé mi vista en la campana gigante que marcaba la hora de irme.

Me volví hacia dentro del castillo, el cual era completamente oscuro, mi padre no era muy amante de los colores y jamás permitió que hubiera una gota de felicidad en aquel lugar. Era demasiado sombrío y tenebroso, aunque no detestaba completamente esa sensación. El castillo daba cierto repelús y espantaba a cualquiera. Pasando por el gran desolado pasillo central me paré un momento a observar el desgastado cuadro familiar. Recuerdo que nuestros padres nos obligaron a tomarnos esa foto, tenía alrededor de seis años y no tengo muchos recuerdos. Fue una de las últimas veces felices que tuvimos desde que mi padre decidió cerrar la frontera del resto de reinos todo cambió completamente. En el cuadro se podía observar a mis padres, que se les notaba más jóvenes y alegres, mi melliza y yo nos veíamos tan unidos, nuestro hermano del medio que nunca más regresó y el pequeño bebé sobre los brazos de mi madre. Nada de eso queda, ahora solo soy yo y mis pensamientos. Quién diría que esa sería la última y única foto feliz de todos estos años.

Acomodé mi chaqueta, en un intento de prepararme mentalmente para la competencia. Aquella se realizaba casi todos los años en Bakai, el reino de al lado. Mis padres hace unos años comenzaron a permitir que saliese, aunque ya lo hacía a escondidas. Así que comencé a viajar por los reinos, intentado ocultar mi identidad, aunque no muchos me reconocían. Y un día encontré el gran torneo y aposté todos mis esfuerzos para participar, para así poder olvidar todo por un minuto. Iba a dirigirme a la sala del trono para avisar de mi salida a mi padre, pero preferí ahorrarme el disgusto, quería solo pensar en ganar.

Caminé hacia fuera del castillo y contemplé al gran dragón que esperaba mi llegada. El es Eider, mi dragón macho, su piel escamada es de un color negro como el carbón y sus ojos desprenden llamas de fuego. Me acerqué y deposité mi mano sobre él, acariciando su lomo. Me subí sobre él y sus alas se desplegaron, un momento después comenzó a volar sobre el aire. Esa sensación era tan extraña, sentirse como si tu cuerpo flotara, mientras que el viento chocaba fuertemente contra mí. Después de un tiempo logré llegar a Bakai, aterricé en el bosque donde dejé que Eider descansara. Bakai no me parecía un gran reino, pero hacían un vino magnífico. Aunque había ciertas cosas que detestaba de él.

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