Capítulo 17: Secuestro

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Diecisiete años en el pasado.

—¿Realmente quieres hacerlo?

—Sí, estoy completamente decidida.

—Es prácticamente un secuestro.

—No lo es. Ese niño va a ser explotado por sus padres. Además, ya está todo hecho, la bruja ya obtuvo su pago y confía en mí para que cuide del niño.

—Elena, no creo que sea la mejor decisión.

—Se que no estás de acuerdo con todo esto, pero para mí es realmente importante salvar la vida de aquel niño. Si tú no deseas esto, me llevaré a mi hija y al niño lejos. Ya buscaré otra forma de poder sobrevivir.

—Claro que no Elena. Yo te amo, a ti y a nuestra niña. No permitiré que te vayas. Si realmente deseas esto, estaré de acuerdo contigo.

Elena posó sus labios sobre los de su esposo. Aun eran jóvenes, les quedaba mucho tiempo por vivir. Pero lo que no sabía su fiel amado, es que Elena estaba muerta. Su extraña enfermedad no parecía poder permitirles pasar el resto de su vida juntos. Elena lo sabía, sabía que su cuerpo se estaba desmoronando poco a poco, pero no había nada que hacer al respecto. Quizás le quedaban algunos años o quizás simples días. Tampoco creía que era el momento oportuno para contarle a su esposo.

Iba a salvar a aquel niño, no solo para evitar que sea completamente explotado y utilizado como experimento por sus padres, si no que también lo iba a hacer para proteger a su pequeña. Ella sabía que su niña estaba protegida. Pero sabía que en unos años, las protecciones que tenia ahora, no iban a ser las mismas que las que tendrá en un futuro. Corre mucho peligro. El estilo de vida que llevan no es para cualquiera y a pesar de creer que su esposo iba a cuidar de su hija, algún día no iba a poder cumplir con esa tarea. Por eso realizó esto. Y no solo eso, si no que pidió a una familia, de una granja lejana, que al nacer su hija la críen especialmente para cuidar y ayudar a su pequeña. A cambio Elena les ofreció protección y una vida digna para siempre.

—Tengo que irme.

—¿Segura que no quieres que te acompañe? Es muy peligroso, Elena.

—Estoy completamente segura, tienes cosas más importantes que hacer aquí.

—Elena, nada es más importante para mí que tú. Pero si ese es tu deseo, lo entenderé. Cuídate mucho —exclamó su esposo mientras depositaba un pequeño beso en sus labios.

Caminó rápidamente y salió de aquella sala. Pasó su mano por sus pequeñas heridas que se le estaban formando en la piel, por causa de la extraña enfermedad que no lograba identificar. La muerte no era algo a lo que ella temía, ya lo tenía completamente aceptado y no creía que era una cosa por la cual preocuparse. Tomó de una pequeña silla su capa color vino y se la colocó sobre su cuerpo, asegurándose que su cara y su cabello quedaran completamente tapados. Con sus dedos rozó la zona de sus muslos, para asegurar que las dagas siguieran ahí. Salió de aquel lugar y se dirigió rápidamente a su gran establo. Allí montó a su más fiel caballo, Perseo, que aunque fuese uno de sus caballos más jóvenes, le había tomado un gran cariño que no se comparaba.

Galopo rápidamente hacia su destino, su caperuza descendió de su cabeza, posándose sobre sus hombros. Su largo pelo negro, cual azabache, volaba por la rapidez a la que iba Perseo. Pero eso no le provocaba ningún tipo de dificultad a la joven, ella sabía perfectamente lo que hacía. No iba a ser un camino sencillo, debía pasar por un gran bosque y le llevaría alrededor de cuatro horas. Además debía de hacer algunas paradas para alimentarse a ella y a su caballo.

Luego de las arduas horas y de algunos descansos de por medio, llego por fin a su destino. No era nada especial, los altos arboles rodeaban la zona y por ellos no se podía visualizar la luna, que brillaba más que nunca. El frío inundaba el cuerpo de Elena y lo único que observaba a su alrededor, además de los tenebrosos arboles, era pura oscuridad. Se encontraba en la gran frontera de Nahein. La bruja con la cual haría el trueque todavía no había llegado. Elena comenzó a tener una pizca de miedo, no estaba segura si aquella bruja era de confiar y tampoco si iba a salir de ese inmenso bosque. Las inmensas ramas crujían, el viento silbaba con agresividad y se escuchaban algunos raros sonidos, seguramente provenientes de animales que rodean la zona.

—Hola Elena, cuánto tiempo sin verte —exclamó la bruja con un tono oscuro, saliendo detrás de uno de aquellos arboles. Elena se asustó un poco por el imprevisto.

—Qué tal Fuirza, ¿tienes lo que acordamos?

—Aquí lo tengo —afirmó con firmeza mientras sacaba lentamente al niño recién nacido, que se encontraba tapado suavemente debajo de una manta.

—Gracias Fuirza, de verdad te agradezco. No estaba segura de tu lealtad, pero veo que has cumplido a la perfección.

—Se que tú lo vas a cuidar mejor, además necesitaba el dinero para escapar de aquella ciudad. No creo que después de esto pueda seguir por aquí, ellos confiaban en mí. Pero no soy como ellos, a pesar que crean que sí.

—Lo sé, ya te he dicho que podría ayudarte con eso y mantenerte a salvo.

—Claro que no Elena, eso podría perjudicarte mucho a ti y a tú marido. No lo acepto de ninguna forma.

—Está bien, como tu desees. Debo irme, ya no es seguro estar por aquí.

—Espera, tengo algo importante que decirte. Ese niño no es normal, no va a ser un simple muchachito. Esos monstruos me obligaron a utilizar mi magia sobre su hijo, querían experimentar, probando si podían realizar algo sobre él. Me hicieron convertirlo en algo que ellos no pueden ser, en algo que hace siglos no se ve. Si no lo hacía matarían a mi gato, Elena, y sabes el gran aprecio que tengo hacia él. Abusan de su gran poder y lo utilizan para el mal.

—Lo entiendo Fuirza. ¿Qué es lo que tiene este niño?

—Es un dragón, puede convertirse completamente en uno.

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