El libro
La lluvia siempre me ha parecido un sonido relajante, una melodía capaz de tranquilizar el caos que llevas contigo. Es el pase libre para desconectarse un rato de la realidad, es un momento de paz que te liberaba de todo pensamiento...
Y está vez no ha habido una excepción por qué ahí estaba yo: De pie, contemplando la vista que me brindaba el gran ventanal de cristal, recorriendo con mi dedo el curso de ciertas gotas de agua que caían sobre este, escuchando a su vez la melodía que creaba el agua al impactar con las distintas superficies de allá fuera, maravillada con la vista digna de retratar que se mostraba ante mi. Pues el agua, junto con las luces de la gran ciudad de New York creaban un juego de iluminación con los colores del atardecer que te dejaba atrapada y perdida en los más maravillosos de sus encantos.
Mientras dibujaba despreocupadamente los trazos de las gotas de agua que se deslizaban por el cristal, mi mente estaba completamente en blanco lo que era muy aliviador para aquellos que no podían parar de pensar... Aún así, sabía que no me sería posible ignorar por tanto tiempo mis preocupaciones y prioridades, y quizá esa era la razón por la que intentaba disfrutar la mayor cantidad de tiempo esa calma momentánea que me daba la lluvia.
El frío se hacía más difícil de ignorar conforme se acercaba el anochecer, y el evidente recuerdo de ello era mi mano temblando más notoriamente aún bajo el guante de lana. Con cierto pesar y por la necesidad de sentir un poco más de calor en mi cuerpo la alejé de la ventana para cruzarla sobre mi pecho.
Mordí mi labio inferior, anhelando una taza de chocolate caliente. Solté un suspiro disimulado y decidí alejarme de él ventanal.
Miré lo que tenía tras de mi, y suspiré cansada de las mismas paredes que conocí hace un par de años después de el accidente. Con el pasar de cada día, pierdo más la esperanza en salir de aquí con una sonrisa genuina diciéndole a la vida que por muy hija de puta que fuera, no me había vencido ante ella.
Justo ahora... Empiezo a cuestionar si me dejaré vencer.
-¿Cleare?- Mire a mi derecha al escuchar el llamado muy reconocible de Manuel.
-Hola- Me límite a saludarlo con un leve movimiento de mis dedos.
-¿Desde cuándo usas gorros desaliñados?- Preguntó con su típica sonrisa divertida y jovial.
-Desde que se descompuso la calefacción- Me encogí de hombros restándole importancia al asunto.
-Te queda genial- Aduló como solía hacerlo todo el tiempo, le sonreí en respuesta -¿Molesto mucho si te pido ir a comprar un café para mí en el local de unas calles más abajo? Hoy no me ha dado tiempo de hacerlo.
Negué con la cabeza y me acerque a su sitio de trabajo esperando por el dinero.
-Anda, cómprate lo que gustes por las molestias- Dijo después de extenderme un par de monedas y un billete -Si quieres un brownie, se que te gustan mucho- Esboce una sonrisa con un sonido nasal con el último comentario -Hey... ¡Tengo que consentir a mi cara favorita de este lugar!
Guarde el dinero en el interior de mi chaqueta antes de ajustarla y tomar el paraguas.
-Café negro con doble ración de azúcar- Repetí para ambos confirmando su preferencia en la bebida.
-Oh, me conoces tan bien- Exclamó con una divertida fascinación -Deberíamos casarnos, es evidente que eres el amor de mi vida- Rodé los ojos antes de abrir la sombrilla.
-Vuelvo en un momento- Me despedí abriendo la puerta de cristal, enfrentándome a la lluvia de fuera.
Era leve, suave y delicada, lo suficiente como para caminar con facilidad, lo único repugnante era el frío entumecedor que había, pero a mí suerte el café no quedaba tan lejos de aquí, y quería mucho ése chocolate caliente.
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El secreto del café.©
Mystery / ThrillerHabía hace tiempo atrás un lugar en especial que conocí por casualidad, pero que comenzé a frecuentar con constancia, en mis recuerdos siempre se mantenía bajo una liviana cortina de lluvía que caía en la colorida ciudad de New York. Ese ambiente si...