Uno

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Habría derramamiento de sangre esa noche, de eso kakucho estaba seguro. Tenía la esperanza que no fueran él. Dando una profunda calada a su cigarrillo, no le gustaba pero tenía que cubrir su olor. Miró con cautela el camino abajo de la tienda de licores. En el frente, su objetivo, una ambulancia con forma de caja blanca. Y un individuo dentro del vehículo de emergencia.

Un paramédico de 25 años, que estaba a punto de tener toda su realidad alrededor de su culo. Lo sentía por ese pobre bobo.

Kakucho tomó refugio al lado de un laboratorio de metanfetamina.

El piso estaba cubierto con botellas vacías, condones usados y jeringas.

En otras palabras, distaba mucho de ser el Ritz.

Por qué se había ofrecido voluntario para esa salvaje persecución de esa misión, no lo sabía.

Tenía que tener una vena masoquista sin descubrir.
Mirando arriba, hacia el cielo, sus labios formaron una silenciosa plegaria, no podía ver las líneas obscuras de Los Cuervos. Teniendo en cuenta lo mierda que era este trabajo que iba a hacer, solo podía mostrarles cómo era la perfecta manera de acabarlo. Incluso a través del cielo completamente negro era capaz de detectarlos, gracias a su intenso sentido de cambia formas.
Nada todavía. No sabía dónde se habían metido los hijos de puta, que no aparecían todavía. Él no tenía duda de que Los Cuervos estaban en camino. La única pregunta era cuándo ellos aparecerían.

El sonido de la puerta del pasajero sonó y un hombre alto saltó afuera. Dijo alguna cosa al conductor que Kakucho no trató de molestarse en oír, el hombre cerró la puerta y se dirigió a la tienda.
Lucía pantalones de cargo azul oscuro y una cazadora a juego con las palabras en relieve de la compañía de su ambulancia, inscritas en amarillo brillante en su espalda. Y un pequeño parche bordado en el relieve en su pecho que Kakucho no podía ver, pero sabía lo que decía.

Izana.

El paramédico tenía una forma de caminar que parecía un depredador. Suave y medido como un felino. No había ninguna duda en la mente de Kakucho que si acorralaban a Izana, este sería más que capaz de pelear para escaparse.

Tenía el cabello plateado, Kakucho sabía que podía ser una mezcla de tonos claros y un buen shampoo morado.

El hombre lo llevaba en un estilo corto lo suficiente para que cuando una ligera brisa pasó por él, ni tan siquiera se lo despeinó un poco.

El mismo pequeño viento que voló hacia Kakucho, levantó su cara y respiró. Era la mejor manera para seguir a Izana si él tenía su esencia. Instantáneamente recibió una pizca de algo que estaba mal. Agrio. Fétido. Todo además muy familiar.
«Joder» —kakucho gruñó en voz alta, aunque esperaba que nadie alrededor lo hubiera oído. El muy familiar hedor de Los Cuervos estaba ahora impregnado en el aire. Frenético, con su corazón acelerado y la adrenalina de gato a través de su cuerpo, recorrió con la mirada todo el lugar. Su estómago se revolvió cuando vio la fuente.
Sentado en el asiento del conductor de la ambulancia vistiendo el mismo uniforme de Izana estaba un Cuervo.

En su forma humana, tenía el cabello negro como la tinta peinado hacia un lado. Desde la distancia Logan vio los muy familiares ojos marrón oscuros casi negros y la pálida piel  que cada Cuervo tenía.

Mierda, esa era la respuesta a su pregunta acerca de dónde se podría mostrar el enemigo. Estaba realmente aquí.

Había visto esta escena muchas veces, y todas cerca de Izana que no tenía ninguna idea del peligro que corría.

Dando un paso atrás hacia las sombras de la casa, Kakucho sacó su móvil e hizo una llamada. La casa base necesitaba conocer cómo de malas eran las cosas para cuando estuviera dentro.

Pasiones PrimariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora