cinco

113 9 0
                                        

Ignorando a los dos sonrientes recién llegados, Izana puso sus manos en el pecho de Kakucho y gentilmente lo empujó abajo haciendo que se sentara en la cama.
Aunque tuvieran audiencia, a Izana no le importaba, nadie iba a ir a ninguna parte hasta que revisara a Kakucho y evaluara sus heridas.

—Esto solo es una gran pérdida de tiempo. —kakucho se quejó a pesar de que las esquinas de su boca se levantaron en una sonrisa.
Levantó los brazos para que Izana pudiera tirar del dobladillo de su camiseta esta vez.

El único problema fue que tan pronto como estuvo expuesto el pecho desnudo de Kakucho, Izana se olvidó completamente de todo lo demás.
Bronceado, musculoso, no tenía una onza de grasa en él. Izana hipnotizado empezó a pasar su lengua sobre sus labios. Si tuviera que pedir un deseo antes de morir, solo pediría unos cuantos minutos más a solas con Kakucho y que pudiera lentamente lamer cada pulgada de ese apretado cuerpo.

—¿Cómo es que tú nunca me has mirado de esa manera, cariño? —Hakkai sonrió, directamente preguntándole a Mitsuya.

—¿Como qué? —Mitsuya gruñó.

—¿Como si no pudieras esperar para meterme dentro de la cama y debajo de ti?

—Cállense chicos —dijo Kakucho instantáneamente.

Izana se ruborizó de furia y vergüenza. Quizás se le había hecho la boca agua con Kakucho pero esos dos asnos tenían que apuntárselo.

El teléfono de Hakkai empezó a timbrar y salió fuera a contestarlo.

—Esto es grandioso, —izana proclamó tocando levemente el estómago de Kakucho—. No veo ninguna de las heridas. ¿Te dispararon en algún lado más?

—¿No te lo dije? Sanamos rápidamente si estamos lo suficientemente bien para cambiar. —kakucho contuvo el aliento cuando Izana permitió que su dedo pasara justo por su pecho.

Izana sonrió. Era bueno ver que no era el único en sentir esta atracción. Inclinó su cabeza lo suficiente, y lamió sus labios de nuevo suave y lentamente, no había manera de que Kakucho pudiera perdérselo.

En todo momento Izana mantuvo su mirada abajo, directamente en la ingle del hombre.

—Puedes sanar también si te trasformas —Mitsuya habló, interrumpiendo los pensamientos lujuriosos de Izana.

Izana se congeló con un poco de miedo bajando por su espalda. No recordaba mucho de cuando se transformó en un jaguar la noche pasada, pero recordaba que había dolido mucho. —No gracias —dijo firmemente, poniéndose de pie.

—No creía que fueras un idiota, pero evidentemente lo eres. —Mitsuya insistió sin una onza de remordimiento—. Necesitamos a cada uno al cien por cien en caso de que nos ataquen Los Cuervos. No podemos pelear si tenemos que proteger tu culo herido.

—Suficiente —kakucho gruñó y se puso de pie.

—Lamento si la verdad lastima los sentimientos del pequeño jaguar. —Mitsuya dio un paso adelante con sus ojos azules volviéndose oscuros por la furia.

Eso era demasiado porque al mirar al tipo este estaba listo para atacar. Izana notó que a pesar de que era más pequeño que su amigo, Mitsuya era de lejos el más peligroso de los dos.

—No te preocupes por tener que arrastrarme a algún sitio. Puedo cuidarme por mi cuenta. —izana chasqueó. Por alguna razón sentía que la mejor defensa contra ese hombre era devolverle alguna agresión.

—De alguna manera dudo eso. —Mitsuya curvó sus dedos en un puño con una mirada encendida de disgusto sobre el cuerpo de Izana—. No parece que puedas pelear con un colibrí y mucho menos una batalla con un entrenado Cuervo. Por lo que se ve vas a ser un obstáculo para nuestra salud. Tienes deseos de morir.

Pasiones PrimariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora