Nueve

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—¿En qué infiernos exactamente estabas pensando? —shinichiro preguntó enfadadísimo entrando en su oficina y tomando asiento detrás de su mesa.

La primera cosa que Kakucho notó esa mañana, era al cambia formas en su asiento incómodo. Y pensó en la mejor manera de responderle. Ahora sabía que era mejor si no le mentía a su líder y amigo, o este iba a querer arrancarle la cabeza. Él no quería decir nada que pudiera terminar lastimando a Izana nunca más. Como ya había hecho él.

Toda la noche Kakucho estuvo inquieto y girándose en la cama, quemándose y odiándose. Esto lo mantuvo despierto. Cuando cerró sus ojos todo lo que vio fue la
dolorosa mirada de traición en la cara de Izana. Un pedazo de Kakucho había muerto cuando tuvo que alejarse de él.

Todo lo que quería era nada más que girarse y correr hacia Izana reuniéndose en sus brazos.

—Vas a contestarme o ¿estás empezando un hobby que me cabrea? —Shinichiro golpeó con el puño la mesa.

Kakucho se dio cuenta que había dejado que su mente vagara. —Lo siento replicó ásperamente.

—¿Qué es exactamente lo que tú lamentas? ¿No
escucharme o jugar juegos con mi hermanito? —Shinichiro se inclinó y miró con sus ojos flameantes con furia.

Kakucho no tenía miedo de que lo tumbara y lo golpeara físicamente, pero estaba aterrado de desilusionar al líder, no cuando Shinichiro había puesto tanta confianza y lo había aceptado de buen grado.

—No es lo que estás pensando. —Kakucho trataba de razonar.

—¿De verdad? —Shinichiro movió su cabeza hacia un
lado, la furia iba y venía de su rostro—. Entonces corrígeme si estoy equivocado. ¿Mi pequeño perdido hermano no vino a casa apestando a uno de mis soldados? ¿Uno que estaba
a cargo de protegerlo y hacer que volviera seguro e ileso? Maldita sea Kakucho, eras el último que pensé que actuaría
así.

—Eso no significa que haya pasado nada. —Kakucho se frotó su rostro con las manos.

—¿Acaso vas a decirme que accidentalmente tuviste
sexo con Izana? —Soltó un bufido por su nariz que provenía de su garganta—. ¿Piensas honestamente que me voy a tragar esa excusa? Es floja y por debajo de ti.

—Eso no significa que sea de esa forma. —kakucho suspiró vacilante. Ya estaba tan jodido, que podía bucear todo el camino en un arroyo lleno de mierda—. Yo no tenía intención de terminar cuidándolo tanto.

Se produjo un largo y estrecho silencio. La tensión
era fuerte en el aire y estaba preguntándose si alguno de ellos podía respirar. Shinichiro murmuró una baja maldición y
se sentó de vuelta en su silla.

—Esta es la última cosa que necesito ahora —dijo y
toda la furia de antes se había ido de su voz.

Algo que no confortaba a Kakucho de ninguna manera.

«Sé cómo es. Lo hice porque iba a ser suficientemente duro para Izana ajustarse, sin tener que asociarse con un paria como él».

—Tampoco es lo que estás pensando. —Shinichiro lo
cortó, aparentemente leyéndole los pensamientos a Kakucho.

—Ahora mismo, tiene que estar suficientemente confundido con todo esto.

—¿Qué cosas tenías que trabajar los dos para que al final no resultara lastimado?

—Podría morir antes que causarle a Izana ningún
dolor —dijo Kakucho pasionalmente.

—Ese era un riesgo que no te correspondía tomar. ¿Qué ocurriría si pasara alguna cosa entre vosotros dos y tú decidieras marcharte? No puedo permitirme perderlo de nuevo —shinichiro admitió con voz ronca.

Kakucho sintió que se escapaba la poca esperanza que había sostenido hasta ese momento. ¿Cómo incluso podía haber pensado poner sus propias necesidades y deseos
primero? Shinichiro era el hermano que nunca había tenido, Emma su hermana, y podría destruirle saber que estaban lastimados porque él había sido demasiado egoísta para detenerse. Eso estaba llegando a doler como el infierno y sería como si le enterraran un cuchillo en el estómago cada vez que viera a Izana. Sabía que ni siquiera debería estar lo suficientemente cerca de Izana como para tocarlo, nunca podría tenerlo.

—¿Cuándo se va el equipo al Medio Oriente? —Kakucho preguntó su voz tan apretada que era duro reconocerla.

—Mañana por la mañana, ¿por qué? —Shinichiro levantó un bolígrafo y empezó a golpearlo nerviosamente en el borde de la mesa.

—Permiso para unirme. —Tan pronto como hizo el
pedido Kakucho hubiera deseado arrepentirse. Pero sabía que ese era el camino correcto.

—¿Estás seguro? Esta misión puede durar semanas.

Esa era razón por la que Kakucho la quería, si se
marchaba, entonces quizás Izana podría olvidarlo y
encontrar a alguien más. Quizás entonces al final uno de ellos podría ser feliz. Eso dolía como el infierno, pensar que Izana estuviera con alguien más, pero Kakucho podría
manejarlo de alguna manera. Volvería a estar solo. Solo como siempre.

Pasiones PrimariasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora