keisuke baji

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ADVERTENCIA: Temas muy fuertes sobre la salud mental. No lo lean si están tristes. Esto es mera ficción y algo de mi experiencia con la depresión. Lean bajo su propia responsabilidad.

"Para siempre"

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"Para siempre"

¿Cómo se arregla un corazón roto?

El pegamento se seca pero no cumple su función de mantener las piezas unidas.

La cinta adhesiva en algún momento se va a despegar.

¿Podría funcionar el conseguir otro amor? ¿Reemplazar al amor de su vida?

No. Esa no era una opción para la chica tirada en su cama con la mirada en el techo.

Su cabello estaba completamente desordenado. Su nariz estaba roja. Sus ojos estaban cansados, cansados de echar lágrimas, cansados de reprimirlas.

Cansados de absolutamente todo.

Las ojeras que sobresalían por debajo de sus ojos no eran un simple adorno. Eran la señal de que ella no había podido dormir desde que eso había pasado.

La chica vio las pastillas en su mesa de noche y suspiró. Tomó el bote con tal de acabar con su sufrimiento, si fuera por ella habría acabado con eso una semana atrás.

No sabía porque no lo había hecho. Tal vez era la constante preocupación de ella por sus amigos. Tal vez era el hecho de esperar estúpidamente que todo fuera un maldita pesadilla.

La fémina giró la tapa y sacó un puñado de pastillas con intención de tomar la mayor cantidad que pudiera.

—No te atrevas. —paró una voz a su lado.

La chica tragó saliva y cerró la boca dejando caer las drogas en algún lugar y luego giró la cabeza encontrándose con su novio.

—¿Baji? —preguntó en un hilo de voz.

—¿No vas a saludarme, Jolie? —preguntó alzando la ceja.

Ella le tiró el frasco de plástico en la cabeza y comenzó a sollozar agarrándose los costados de su rostro. Estaba completamente devastada por su presencia.

—¡¿Por qué lo hiciste?! —preguntó golpeando en repetidas ocasiones  su pecho.

Baji sólo la miró con las manos en los bolsillos y los ojos tristes. Ni siquiera se inmutó por sus golpes.

—Basta. —sentenció calmado tomándola de las muñecas.

—¡No! —gritó con la voz quebrada. —Tú no deberías estar aquí. —sollozó.

—¿Qué te hace pensar esto?

—TÚ ESTÁS MUERTO, KEISUKE BAJI.

Un silencio inundó el cuarto.

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