Capítulo 9

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++EDITADO.

De nuevo, ojos rojos lo perseguían. El escenario era un bosque, con árboles que se extendían infinitamente. Julián corría. Sentía miedo viajando a cada parte de su cuerpo. Era como ser el protagonista de una película de terror, un protagonista que sin importar lo que hiciera, moriría al final. La paranoia se estaba comiendo al poco raciocinio. ¿Qué debería hacer? Aún si miraba a la izquierda o a la derecha, todo parecía llevar al mismo camino.

Martín alzó las cejas. Julián se estaba moviendo de un lado a otro. No era un mentalista ni tenía el poder de leer la mente, pero era claro que el chico estaba teniendo una pesadilla. En cuanto llegó, buscó a Julián y lo encontró dormido en su cama. Lo dejó descansar. Tomaría un largo baño, lo necesitaba después de lidiar con el papeleo. Había olido el cambio de aroma en Julián. Miedo.

Julián continuó corriendo, buscando ayuda. Quería gritar, pero su voz no salía. Estaba desesperado. De pronto, frenó frente a una pared de ladrillo que se extendía a lo largo de cientos de kilómetros. Siguió avanzando, pero sus pies abandonaron el suelo, que ya no era de tierra con pasto verde, sino el piso de una casa. Ya no estaba en un bosque. Las manos detrás de su espalda lo mantenían anclado. Quiso quitarse las manos, alejarse, pero reconoció los dedos que habían avanzado a sus hombros. Eran los de Martín. Julián se tranquilizó.

Martín estaba dispuesto a despertarlo, pero notó que Julia había dejado de moverse y el miedo se había ido.

La escena cambió de nuevo, pero los ojos rojos lo seguían observando. Martín mantuvo sus labios en una sonrisa sardónica. Los colmillos eran visibles, listos para enterrarse en su cuello y succionar. No había sido mordido aún, pero sus piernas estaban temblando, esperando que Martín lo mordiera. Ya no estaba de pie, sino acostado en la cama de Martín, con el vampiro encima, sintió la desnudez de Martín. No podía enfocarse en la tinta que conformaban figuras difusas. Estaba sintiendo un ardor que iba arrasando todo en su interior, un fuego que solo Martín podía apagar. Se escuchó a sí mismo rogarle al vampiro que lo hiciera ya, que ya no podía aguantar.

Martín frunció el ceño. El aroma de Julián estaba cambiando drásticamente. Julián estaba excitado, y no lo supo por su olor exactamente, sino por el bulto que se había formado en los pantalones del chico. Martín guardó la respiración. Debía despertarlo, o Martín debía alejarse unos metros para no cometer una estupidez. Le encantaría tener el don de leer la mente, así podría saber qué estaba sucediendo en los sueños de Julián.

—Martín, Martín...ya...

Julián dijo entre sueños. Martín estaba siendo afectado. Valentino y Ezequiel podían olerlo, a pesar de estar en otros lugares de la casa y podrían sacar conclusiones que no eran. Guardar la respiración no le estaba ayudando. El gemido de Julián lo llevó al límite. Sacudió el cuerpo del chico de un lado a otro, con más fuerza de la necesaria.

—Ey, Julián. Despierta.

En cuanto Julián se despertó, se sentó en la cama, como un reflejo.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—¿Qué estabas soñando, eh?— Martín de verdad quería saber. Aunque, no debió hacer esa pregunta. Los vasos sanguíneos se dilataron en el rostro de Julián.

Martín no quería bajar su mirada y ver qué la excitación de Julián seguía presente. Seguía siendo un adolescente, después de todo, era normal.

—¿Yo?— Julián se talló los ojos. Ese pequeño gesto le pareció peculiar, e incluso tierno.

Martín rodó los ojos. Julián estaba avergonzado. Él quiso ocultar su rostro. Era una mezcla que estaba tentando a Martín. Decidió ignorar lo que estaba avergonzando al chico, haría como si no se hubiese percatado.

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