Capítulo 10

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La pantalla de su celular se encendió. Era una llamada entrante de Felipe.

Julián contestó, y en cuanto lo hizo, escuchó los reclamos de su amigo. Martín rió. No era gracioso.

—Oye, cálmate, te estuve mandando mensajes y no respondiste. Creí que estabas disfrutando la fiesta.

Escuchó a Felipe maldecir. Martín estaba atento a la conversación, y a la carretera.

—Estoy hambriento y he escuchado las estupideces de Ezequiel. ¡El imbécil me mordió! No me importa si tiene fetiches, pero que no los lleve al extremo, y menos conmigo.

Martín volvió a reírse.

—Te llevo comida. Estaré allí en unos minutos.

—Bien, te esperaré.

Julián colgó. Tal vez, fue una mala idea decirle a su amigo sobre los vampiros. Julián tampoco lo creería si no hubiese visto lo que le ocurrió a Valentino, y los acontecimientos después.

—No debí traerlo.

—No, Ezequiel no debió beber de él y menos si es un menor. Él sabe las reglas. Si Francisco estuviera aquí, él ya estaría en el sótano.

—¿Dónde está él?

—Solo Valentino y él saben.

Julián asintió. Muchas incógnitas rodeaban a Martín. Hasta ese momento, su mente procesó la palabra sótano.

—¿Qué pasa en el sótano?

—Es un castigo cuando dejamos que los instintos ganen. Francisco nos dejaba allí por varios días, hasta que el hambre jodiera con nuestra mente.

Julián abrió los ojos. Se imaginó una escena de terror.

—Francisco no suena como una buena persona.

—Lo es, pero no puedes comparar el comportamiento de un humano y el de un vampiro. Es diferente. Si seguimos nuestros instintos, será malo para ustedes y para nosotros.

Julián supuso que eso era verdad. Pudieron ser humanos, pero ya no pertenecían a esa categoría. Martín se estacionó en el espacio de siempre. La casa que usualmente estaba vacía y que parecía una casa embrujada, se veía con vida propia con tantas criaturas entrando y saliendo.

—Te ayudaré a buscar a tu amigo— Martín dijo al bajarse del auto. Será un poco difícil con tantos vampiros y perros aquí.

Julián le envió un mensaje a Felipe, esperando una rápida respuesta. Al entrar a la casa, se encontró con Ezequiel.

—¿Dónde está mi amigo?— Julián alzó la ceja y lo miró acusadoramente —Ya me dijo lo que le hiciste.

Ezequiel cruzó los brazos y lo observó con superioridad.

—Estoy seguro que a vos Martín ya te lo hizo. Es normal. Como los besos.

Julián pestañeó. Su corazón empezó a latir como una máquina. No había sucedido nada de esa naturaleza, aunque Julián no iba decir que no si Martín se lo ofrecía, porque si él lo pedía, su lengua se iba a trabar y no llegaría a hacer su petición.

—¿Cómo se sintió? Bien, ¿verdad?

—¿Dónde está Felipe? Le traje comida.

—No sé. Huyó como un cobarde. Le estaba dando una prueba, y de repente, se puso como loco. Agh, los humanos son raros. No saben lo que quieren. Lo piden, y luego ya no lo quieren. Sos el ejemplo perfecto— Ezequiel meneó las cejas.

Julián ya no quería escuchar la diatriba del vampiro. Ya era hora de que Felipe regresara a casa. Aunque Felipe no vivía en la institución como otros, él estaba bajo la supervisión del instituto. Pronto serían las nueve, y Felipe solo tenía permiso hasta las diez.

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