Martín escuchó los aullidos provenientes de los hijos abandonados de Julián, así era cómo Ezequiel bautizó a la manada. Cuatros días habían pasado y los aullidos no habían disminuido. Al contrario, con cada día, los aullidos se volvían persistentes y desesperados de una manera que Martín comprendía. De poder hacerlo, él también se uniría a la manada.
Hasta ese momento, Martín había llevado a cabo su promesa. Cuidaba a la manada como el inexperto de Julián lo haría. Los lobos habían aprendido a abrir la puerta del refrigerador con el hocico, por lo que Martín se había convertido en cliente frecuente de una carnicería.
-Terminaremos en la quiebra, ¿no?- Ezequiel bromeó.
-¿Cómo es posible que se acaben un cerdo en media semana?- Valentino cruzó los brazos.
-De la misma manera en la que nosotros podemos drenar a un humano promedio en menos de diez minutos- Martín remarcó. Dobló el cuchillo para que fuese más fácil cortar la carne.
-Ey, el papá de los cachorros está molesto- Ezequiel se mofó.
Martín le enterró el cuchillo en la mano, y la sonrisa de Ezequiel se borró. No era doloroso, pero Ezequiel debió sentir la hoja entrando en su piel.
-¡Hijo de puta! ¿Qué te pasa?
-No sé de qué estás hablando.
-Me acabas de enterrar el cuchillo. Valentino es testigo.
Martín alzó los hombros. Los aullidos seguían siendo emitidos. Al finalizar su ritual, los lobos entrarían a comer o irían de caza.
-Yo no ví nada.
-Estoy sangrando.
Valentino se retiró. Martín no estaba funcionando como él debía. Era más agresivo, y más taciturno de lo usual. En un rango corto de tiempo, Martín había mostrado muchas más emociones que en cuarenta años.
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El llanto de Julián había dejado una mancha en la blusa de su madre. No sabía por cuánto tiempo había llorado, pero suponía que había sido un largo rato, a juzgar por sus ojos hinchados y el moco que salía de su nariz. Su madre le acercó un pañuelo.
Se sentía mucho mejor con los brazos de su madre alrededor, oliendo su perfume y sintiendo sus suaves caricias. Era como ser un niño de nuevo. Quería ser un niño de nuevo, sin toda esa información que ahora sabía, y sin esa bestia que vivía en su interior. Pero, todavía quería a Martín en su día a día, de eso no tenía duda.
-¿Mamá?
-Te escucho.
-¿Podés cambiarme de escuela? Quiero ir a otra.
-Pero, Julián. Vos amas el fútbol, es tu vida. ¿Por qué querés cambiarte? ¿Qué ha pasado?
No estaba preparado para decirle a su madre que era un hombre lobo. Y no sabía si habría un día en el que sus padres lo sabrían.
-Solo quiero cambiar de escuela. ¿Es posible?
Su madre asintió.
-Veré qué puedo hacer para que sea lo más pronto posible.
-Gracias, mamá.
-¿Podés perdonarnos por lo que hicimos? Tal vez, nos dimos por vencidos demasiado pronto.
Julián sonrió, para que su madre dejara la culpa. Estaba agradecido de todo lo que sus padres habían hecho por él.
-Gracias a Martín estoy vivo.
-Cuando lo conocimos, creíamos que él solo sería otra batalla que íbamos a perder. Estabas tan débil, y el doctor no nos daba esperanza- el llanto de su madre lo puso melancólico, y él comenzó a llorar de nuevo- Pedimos a muchos doctores que te visitaran e hicieran lo posible para que te quedaras con nosotros. No queríamos perderte, apenas habías llegado y ya tenías que irte. No podíamos permitirlo.
Hubo una pausa.
-¿Martín es su nombre?
Julián dijo un sí muy quedito. Su mente llegaba a vagar por sus sentidos aumentados. Todos los olores que antes ignoraba, eran parte de su día a día. Los detalles imperceptibles como las arrugas en el rostro de su madre, o las canas en el cabello de su padre. Julián inhaló, y la combinación de un sinfín de olores, entró por su nariz.
-Tu padre y yo no le creímos. ¿Él qué podía hacer que un doctor no? Pero, queríamos creer que él podía ayudarnos y lo hicimos. Te pusiste mejor con cada día que pasaba luego de la visita de ese extraño. Pensé que había sido un milagro, y así lo hice hasta el día en el que apareció de nuevo. Lucía exactamente como el día en el que lo conocimos.
-¿De verdad?
-Sí. Exactamente igual.
Julián pensó que podía ser una cadena de eventos que fue planeada antes de su creación, como un dominó. Podría ser que no fuese tan malo. Pero todavía no encontraba un terreno estable.
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-¿Por qué estas aquí?- Martín recorrió la silla para que Martina la ocupara.
-Valentino me pidió que viniera.
Martina alzó su delgada ceja. La sonrisa era la misma que ella hacía cuando era importante.
-Deberías de escoger mejores amigos.
-¿De qué hablas?
Martina era una bruja. Por ella había salvado a Julián, pues ella le cedió el conocimiento.
-¿No te da vergüenza no haber unido los puntos antes que Valentino?
Martín se sintió atacado, pero siempre era así cuando estaba en presencia de Martina.
-Déjate de rodeos- Martín exigió.
Había cuidado de lobos malagradecidos y que eran peor de sucios que niños en preescolar. No había sabido nada de Julián, y el suspenso de Martina lo estaba haciendo perder la poca sanidad que tenía. Y obvio, Ezequiel siempre lo molestaba, pero no era nada nuevo.
Martina le mostró la foto, y seguía sin comprender.
-¿Qué tiene que ver Thomas en esto?
-¿De verdad Martín? ¿Debo de explicarlo con manzanas?- Martina alzó su ceja, llamándolo estúpido con su lenguaje corporal.
-Fue él- Martina dijo.
Martín unió y las cejas. Entonces, todo se unió en su mente, pero seguía sin tener sentido.
*Gracias por leer 😌
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Propiedad (En Edición)
Fiksi Penggemar[Martín/Julián] Universo alterno donde Martín es un vampiro.