Capítulo 13

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Me sumerjo en la oscuridad absoluta.

―Esperad aquí ―oigo decir a la mujer.

De pronto, una luz se alza por encima de nuestras cabezas. Oigo el grito de un niño pequeño al lado mío, y bajo la cabeza hacia él. Me mira, con unos preciosos azules como el mar, inundados por una punzante tristeza.

―¿Cuántos años tienes? ―le pregunto dulcemente. Me doy cuenta de que nadie lo acompaña.

―Siete ―me responde con voz apenada, llena de resignación.

Ahora me da pena todavía más.

―Ven, ¿quieres darme la mano? ―el niño asiente con la cabeza, aliviado―. ¿Cómo te llamas?

―Seth ―responde.

―¿Y dónde está tu mamá, Seth? ―le pregunto.

Me mira suplicante, y de repente rompe a llorar.

―¿Qué te pasa, bonito? ―creo que he hablado demasiado. Aun así, el pequeño me responde.

―No lo sé, es que no encuentro a mis papás ―dice con las lágrimas recorriendo sus mejillas.

Lo atraigo hacia mí y lo abrazo. No quiero ni pensar lo que le haya ocurrido a sus padres.

―Yo me llamo Silvia. Si quieres puedes quedarte conmigo ―le digo cariñosamente.

Seth vuelve a asentir, esbozando una media sonrisa.

―Está bien. Iréis entrando de uno en uno a la sala paralela a esta ―dice la señora, entrando por la puerta―. Allí encontraréis cinco puertas de diferente color y cada una con su número, enumeradas obviamente del 1 al 5. Según la puerta que elijáis, podréis ser colaboradores, rectores, eliminadores, marines o seleccionadores. Esta vez se ha añadido una puerta más, que veréis si entráis en la indicada. Si elegís quedaros en el primer recorrido, bien. Sino os gusta, entrad en la nueva. Suerte ―nos dice, y empieza a llamar a los chicos por su nombre, y estos van entrando.

―Seth Wilson ―oigo decir.

El niño me aprieta con fuerza la mano.

―Ve ―le susurro al oído―, espérame al otro lado.

Seth me da un beso en la mejilla antes de soltarme la mano y encaminarse hacia la mujer. Esta le da dos golpecitos en la cabeza y le empuja suavemente para que entre. Acto seguido cierra la puerta de un portazo.


(...)


Cuando ya sólo quedamos tres chicas en la estancia, la señora dice mi nombre.

―Silvia Jenkins.

Cojo aire y me dirijo a la puerta. La mujer me mira expectante, como esperando a que diga algo para poder pasar. Me extraña, pues no recuerdo hacer oído a nadie formular una contraseña para poder entrar. Así que elijo el camino educado.

―¿Me deja pasar, por favor? ―le digo con mi cara más inocente. Quiero que acabe ya toda esta locura.

―¿Eres Silvia Jenkins, hija de Mark y Linda Jenkins? ―me pregunta, arrimando su cara a la mía, hasta el punto en que llegan a quedarse a pocos centímetros de distancia.

―S-sí, ¿por qué?

―Por nada ―dice como recapacitando, y se aparta de mí instantáneamente―. Entra ―me dice, y abriendo la puerta con energía, me empuja hacia adentro y cierra tras de mí.

Todo está oscuro, no veo más que negro. De pronto se enciende la luz, proveniente de una bombilla que se balancea por encima de mi cabeza, a unos cuantos metros.

Ante mí hay cinco puertas de diferentes colores, tal y como nos habían dicho.

La primera, con el número 1 dibujado en ella, es color azul. La segunda, con el dos también dibujado, como en todas, es color rojo. La tercera amarilla, la cuarta rosa y la quinta verde.

Empiezo a pensar. Deber ser una prueba psicológica. Según el número que te guste o el color. No me llega ninguna teoría, pero es cierto que todo me resulta demasiado extraño. ¿De qué preocuparme? Después de esta estúpida selección, me las ingeniaré para escapar de este horrible lugar junto con mis hermanos, buscar a Gwen y a James y luego... bueno, eso se verá después. Aún así, no quiero equivocarme.

Observo detenidamente cada puerta, color y número. La primera, azul, quizás sea para el cargo de rector, porque al parecer es el más suave y sin esfuerzo, o al menos eso creo yo. La segunda lo más seguro sea para los eliminadores. Decididamente, esa no. Tercera, color amarillo. Será para marine. Recuerdo los uniformes de los que estaban vigilando en el comedor, con sus uniformes color ámbar. Este es parecido al naranja, y aquí el color que más me recuerda al naranja es el amarillo. La rosa para colaborador, es la opción más lógica. No tienes apenas que hacer nada, sólo ayudar cuando te lo pidan. Quizás sea la que elijan los más cobardes, el rosita. Y la última, verde, sólo me deja la opción de seleccionadores, aunque no encuentro nada que se pueda enlazar entre el color y el cargo. Pero me da igual.

Me dirijo hacia esta, pues las otras no me inspiran nada de confianza. Inspiro, espiro. Coloco mi mano en el picaporte. Inspiro, espiro. Voy girando... cuando algo tira de mí hacia dentro y me arrastra hacia una nueva oscuridad, todavía más agobiante.

―Bienvenida ―oigo decir a una voz ronca, con un toque de burla en ella― al cargo de eliminador.

Aroma de pesadillas © [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora