Capítulo 1

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Me levanto de la silla. Doy tres pasos hacia la puerta y luego me paro. No puedo salir, ¿qué haría si me cogieran? Nadie sabe quién es quién, pero... Ya sé, iré a buscar a Gwendoline. Gwendoline es mi mejor amiga. Pelo rubio platino, ojos azules grisáceos y con sus gafas negras de siempre. Ella sabrá donde estarán John y Will, o eso espero.

Así que doy marcha atrás y entro a la habitación de mis padres. Hasta hace unos días, no podía entrar aquí. A ellos los atraparon los rebeldes y se los llevaron a su base principal. Un amigo suyo que pudo escaparse, dijo que los habían matado. Mi hermana y yo lloramos hasta que ya no nos quedó ninguna lágrima que derramar.

Cojo todo lo indispensable para el camino; una mochila donde meto el agua, algo de comida para unos días, dos mudas de ropa, dos pares de calcetines, dos de ropa interior, linterna, abrigo, y una navaja, por si acaso. Espero no utilizarla.

Termino y me dirijo a la puerta, puesto que ya he hecho todo lo que tenía que hacer allí.

Estoy apunto de salir cuando me paro en seco, y giro la cabeza hacia la leja de la chimenea: hay una foto de todos los hermanos juntos y mis padres. La cojo y salgo por la puerta, cerrándola.

No puedo creerme que en dos meses haya ocurrido todo esto. Primero fueron las bombas, luego los ataques. Después mis hermanos desaparecieron, pero se sabía que no estaban muertos pues unos amigos suyos que no habían querido ir con ellos los habían visto salir corriendo hacia el bosque que estaba al lado del pueblo. Cada vez que pienso en ellos se me revuelve el estómago. John tiene sólo 9 años y Will 13. Ana era la mayor de los cuatro, tenía 19. Yo, en cambio, siempre he sido la de en medio, 15 años, y eso tiene sus ventajas; nadie se fija en ti y puedes hacer lo que quieras hasta cierto punto.

A mis hermanos los precedieron mis padres: se fueron en su busca diciéndonos a mi hermana y a mi que nos quedáramos en casa seguras. Se sabe lo que les pasó después. Luego, dos rebeldes entraron y destrozaron toda la casa. A Ana y a mi no nos vieron, puesto que nos escondimos en nuestro cuarto secreto, que estaba debajo de la litera de los chicos. Ni siquiera nuestros padres sabían dónde nos metíamos siempre que no nos encontraban por la casa.

De camino a la casa de Gwendoline, repaso mentalmente si he cogido todo lo necesario. Tras una mirada rápida a la mochila, doy por finalizada la inspección. Voy memorizando las palabras exactas que decirle a mi amiga para que me acompañe, cuando me paro delante de la puerta de su casa, paralizada de terror.


Aroma de pesadillas © [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora