Capítulo 5

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Gwen se levanta y se queda plantada al lado mía, mirando curiosa al chico. Yo hago lo mismo solo que sentada. Normalmente, si hubiéramos estado por ejemplo en el instituto, nos habríamos puesto a cuchichear sobre lo guapo que era y esas cosas. Ahora lo único que hacemos es quedarnos quietas en el sitio, mirándole. Él se da cuenta y suelta una carcajada.

―¿Qué os pasa? Parece como su hubierais visto un fantasma o algo parecido ―vuelve a reírse soltando otra carcajada estridente a la vez. Al ver que no reaccionamos, se pone serio―. ¿Señoritas? ¿Os pasa algo?

De pronto Gwendoline se empieza a reír, cayéndose al suelo y revolcándose por la hierba, eso sí, sin parar de reírse. Yo la miro, muy confusa. No me parece una buena ocasión para empezar a partirse el culo de la risa. Vuelvo a mirar al nuevo visitante y veo que tiene la misma expresión de perplejidad en la cara que yo.

 ―¡Gwen! ―al ver que no me hace caso, sigo llamándola―. ¡Gwen! ―grito más fuerte, y se para.

Se levanta y me mira, todavía con la cara congestionada por la risa.

―¿Qué? ―la miro como si estuviera loca. Y poco le falta.

―¿Cómo que qué? Hay ahí uno ―señalo al chico― que ha aparecido por detrás de los árboles, me he doblado el pie, acabamos de huir de unos rebeldes y tenemos que buscar a mis hermanos. ¿Y me estás diciendo en serio que qué quiero?

―Vale, perdón ―dice por fin―. Me he dejado llevar por la situación. Ya sabes Silvi, reír por no llorar...

―Pues... ―me quedo con la palabra en la boca, pues el desconocido me interrumpe.

―Creo que primero deberíamos presentarnos. Me lla... ―le interrumpo ahora yo.

―¿Presentarnos? ¿Para qué? ¿Y si nos engañas o algo y nosotros vamos y te creemos? ―digo.

―Silvi... ―habla Gwendoline, pero al parecer se ha quedado sin nada que decir.

―Esto... ―dice el desconocido, pero se lo piensa mejor y se calla.

Miro mi pie dolorido y extiendo los brazos hacia el tobillo para agarrármelo con fuerza. Si aprieto se me va un poco en dolor, pero sólo unos segundos. Cuando vuelve siento mareos en la cabeza. Veo lo que mis palabras han hecho. Mi amiga mirándome, inexpresiva, y el chico con la mirada en el suelo, parado a unos pocos metros de nosotras.

―Bueno ―me decido―, ¿quién eres? ―Al fin, parece que se ha roto un poco el hielo, pues cuando formulo la pregunta Gwen hace como si volviera al mundo real y el visitante levanta la cabeza.

―Me llamo James Evans.

―Ahh, ¿y qué? ―dice mi amiga. Ya paso de mirarla pues me he acostumbrado a sus repentinos cambios de humor.

―No lo sé, me habéis preguntado ―replica él.

―Sí, bueno, nos has dicho tu nombre. Pero me gustaría saber una cosa, ¿por qué nos seguías? ―pregunta Gwendoline.

―Veréis, os seguía pensando que eráis la ayuda que nuestra ciudad necesitaba, pues nos dijeron que nos enviarían refuerzos. Pero al parecer sólo sois dos chicas que huis de algo seguramente tan horrible como nos ha pasado.

―Espera, espera ―le paro―. ¿Cuál es tu ciudad? ¿Y a qué te refieres con que algo horrible os ha pasado? ¿A quiénes?

―Tranquila, señorita ―dijo en tono cansado―. Verás, vengo de Dórmis. Los rebeldes vinieron y la destruyeron entera. El Gobierno dijo que nos enviarían refuerzos pues la última vez no hicieron nada, puesto que decían que sólo habían causado daños leves. Al parecer a vosotras os ha pasado lo mismo. ¿De dónde sois?

Mi amiga y yo nos quedamos sin respiración por lo que acabamos de oír.

―¿Nos estás diciendo... que Dórmis ha sido... destruida?

―Hasta los cimientos.

Aroma de pesadillas © [Pausada] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora