―¿El Prado de los Aromas? ¿Es algún tipo de broma para novatos? ―le digo sin pensar, observando el prado, demasiado hermoso como para ser verdad entre todo este caos, pero al momento me arrepiento.
Él me mira extrañado.
―No, es verdad, sólo quería enseñártelo. Aquí es donde vengo siempre que necesito silencio para poner en orden mis pensamientos. No soy un inadaptado como tú, ¿sabes? Me presté voluntario cuando mis padres, que eran marines, murieron en una de las Guerras Mayores.
―Si las Guerras Mayores fueron hace apenas un mes ―recalco ignorando todo lo demás.
Me doy cuenta de que he ofendido a Jared cuando una sombra atraviesa su rostro.
―Lo siento ―le digo, intentando reparar mi error―. A mis padres también los mataron ―añado para consolarlo.
―Lo sé —responde él automáticamente.
―¿Cómo... ? ―empiezo a decir, pero me corta.
―Sé muchas cosas de ti, Silvia ―me responde él, mirándome fijamente con sus ojos castaños.
No se me ocurre qué decir, así que dejo las preguntas para más tarde. Un fuerte dolor de cabeza me empieza a corroer el cerebro. Mis piernas flaquean y me tambaleo. A punto estoy de caer cuando noto que unos fuertes y musculosos brazos me agarran por las axilas para sostenerme. Antes de desmayarme por completo, oigo por última vez la voz de Jared:
―¿Silvia? ¿Qué te ocurre? ¡Silvia!
(...)
Despierto en una sala en penumbra, débilmente iluminada por un resplandor azul de la alarma de emergencia. Hago el ademán de incorporarme, cuando una voz hace que me quede quieta.
―No te muevas, harás que el suero no surja efecto.
Jared.
―¿Qué me ha pasado?
―Te desmayaste en la azotea ―me contesta―. Te traje corriendo hasta aquí, a la enfermería, y te inyectaron un sueño para calmar el dolor, pues no parabas de gritar.
―¿Cuánto tiempo llevo inconsciente? ―pregunto, desorientada.
―Unas cuatro horas. Tendrás hambre supongo, te has saltado dos comidas.
―¿Dos? Si sólo ha sido a la hora de comer, ¿no?
―Y la merienda ―dice.
Abro más los ojos intentando enfocar el rostro de Jared entre tanta oscuridad, pero en vano.
―Quiero ver a mis hermanos ―digo de improviso acordándome de ellos.
―¿Quieres que los llame? ―me pregunta Jared a la vez que oigo chirriar la silla con el suelo.
―Sí ―le respondo cortante, y al mismo tiempo que hablo escucho el cerrar de la puerta.
Reflexiono. El chico este dice saber muchas cosas, por lo que yo recuerdo.
Al menos mis hermanos están conmigo. Mi mejor amiga perdido junto con un medio desconocido. Mis padres, muertos por lo que sé, igual que mi hermana.
Todo ha sido tan rápido...
El abrir de la puerta de la enfermería me saca de mis pensamientos, y por cuarta vez en aquel día el encendido de la luz me vuelve a cegar los ojos. Cuando los abro veo a mis hermanos ante mi, sonrientes.
―¿Por qué estáis tan felices? -les espeto.
Se miran y estallan en carcajadas. Por suerte sólo estamos nosotros tres en la habitación. Yo, claro está, tumbada en la maldita camilla de la que no me puedo levantar.
―¿De qué os reís? -repito.
―De ti ―responde John entre una carcajada y otra.
―Iros por ahí ―les digo con desprecio.
―Si acabamos de venir so tonta ―dice Will, y vuelve a estallar.
Suelto un bufido. Evidentemente lo digo en broma, los acabo de recuperar. Ellos intentan callarse, pues ven que para mí no es una broma. Sé que aunque lo intenten no van a poder mantener la compostura, así que resignada me doy la vuelta en la camilla y les doy la espalda. Pasan algunos segundos hasta que paran de reírse.
―¿Qué os resultaba tan gracioso?
―Venga ya Silvia ―ataja Will―. ¿Es que era la primera vez que estabas a solas con un chico y por eso te has desmayado? ―rompe de nuevo a reírse.
―JA, JA, JA. Me dolía la cabeza idiota ―le recrimino.
Sin poder parar vuelven a reírse.
―Ni puta ―bufo.
Callan, mirándome sorprendidos.
―¿Tú diciendo palabrotas? ―dice John.
―Dejadla tranquila, anda ―dice de pronto Jared entrando por la puerta.
Sin saber porqué me sonrojo y para mi desgracia, Jared se da cuenta, lo que causa que esboce una de esas hermosas sonrisas que a todas las chicas las haría derretirse. Pienso un poco y la verdad es que sólo lo he visto dos veces sonreír de verdad.
―Fuera ―ordena a mis hermanos, los cuales le dirigen una cara de pocos amigos y se marchan dando un portazo tras de sí.
―¿Estás mejor?
―Sí, gracias.
―Es la hora de cenar, ¿vienes?
Repaso mentalmente las horas y siento como si estómago ruge. Sí, tengo hambre.
―Vamos ―le respondo.
Extiende una mano hacia mí, de nuevo con su brillante sonrisa en la cara, y sin dilación poso mi mano en la suya.
Mientras que nos encaminamos hacia el comedor me doy cuenta de algo: tengo tan mala suerte que a los chicos más guapos me los encuentro en las ocasiones menos indicadas. Ay, mira que ere tonta Silvia.
ESTÁS LEYENDO
Aroma de pesadillas © [Pausada]
Fiksi IlmiahAño 2041. ❝ Simplemente es así, vivir o no morir. ¿Qué eliges? ❞ Registrada en Safe Creative. Código: 1505084043732. Licencia: Todos los derechos reservados. Preciosa portada por @constanzafranc