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Por el momento, no quería ver a JaeBum. Esa sonrisa hermosa, sus lindos ojos, sus suaves labios, incluso sus lunares y su sentido de justicia lo hacían enamorarse del hombre, y ese amor era castigado.

Sabía que el encanto no se iría pronto, pero aún así, quería mantener distancia. Se escondió en los bosques, a las orillas de una cascada.

Extrañaba sentir el agua sobre su piel, ya sea duchas calentitas antes de ir a descansar o juguetear en los estanques y ríos durante los días de verano. Extrañaba demasiadas cosas.

JinYoung no sabía qué pensar. Estaba confundido.

Amaba a Mark, pues había sido su primer amor y no quería que sufriera por tan maldita enfermedad. Vendió su alma por él, y no estaba arrepentido por salvarle la vida, pero sí estaba dolido por el precio a pagar.

Estuvo aislado semanas completas, sin civilización alrededor. En la ciudad volvió a sus andanzas, observar y proteger a JaeBum, pero al finalizar el día u antes que él se mastubara, huía a un refugio que alguna vez preparó.

No había mucho en especial. Solo maniquíes, un suelo desgastados, ventanas rotas, en un tono sepia. Había un paz de cojines, cajas con telas. Era una antigua boutique abandonada.

Trató de descansar su mente, en lo que podía hacer para enamorarse más de algún otro hombre, aunque le resultaba completamente imposible.

Estaba cansado de su existencia, y trataba de aferrarse a ella con uña y garra, pero cada vez le era más imposible, que ya solo le quedaba alzar su vista hacia el cielo y observarlo desde lo profundo.

Estaba muriendo y no podía decírselo a nadie.

Dio un último suspiro, anhelando sentir el aire fresco, pero solo sentía la frustración por no poder recordar algo tan sencillo que era tomar una bocanada de aire.

Volvió a la casa de JaeBum y se dedicó solo a observar, ni siquiera intentaba hablar. Una angustia en su pecho no lo dejaba pensar, ni oírse a sí mismo.

JaeBum tenía su entrecejo fruncido, mandando al carajo todo su trabajo. Sabía que algunos casos eran superadores, que rompían la mente humana, hasta desensibilizarse.

Ahora, se suponía, que JinYoung debía darle palabras de aliento y hacer que pensara en algo mejor, pero no podía, no cuando tenía una soga en el cuello que lo castigaba cuando se acercaba.

Im fue a la cocina a tomar una cerveza, luego volvió a su sofá para ver un partido de fútbol en su enorme televisor. El ángel solo se ganó a su lado, recostando parcialmente su cabeza en el hombro del hombre.

Trató de hablarle, pero le era imposible. Quería decirle lo mucho que sentía no poder estar allí, pero ya estaba harto de esas charlas donde solo participaba uno solo, harto de no ser parte de esa existencia.

Solo se tomó un momento para sí mismo, pensando en lo horrible que le iría si seguía con este enamoramiento. Al abrir los ojos, ya todo estaba a oscuras, y JaeBum no estaba.

JinYoung se puso de pie, empezando a buscarlo. Quizás estaba en su cuarto. No. En su cuarto no, en el baño no, en su sala no, en la cocina no. Caminó por el extenso pasillo, deteniéndose cuando vio a un gran hombre disfrazado con látex.

Sintió el aura oscura que emanaba aquel personaje. Algo que no era humano, ni mucho menos un súcubo. No sabía qué era, pero no era bueno.

— ¿qué eres....? — murmuró asustado. Sabía que no iba a morir, pero aquella criatura con su rostro escondido detrás de una máscara de látex no tenía buenas intenciones. — debes irte de aquí.

Si de por sí la casa de JaeBum estaba a oscuras, esa cosa extendió su aura, cubriéndolo en la oscuridad. El ángel ya no podía estar más condenado. ¿O sí?

Las sombras que lo cubrían empezaron a empujarlo hacia esa cosa, y aunque intense escapar, no lo lograba, estaba atrapado. Cubrió su rostro con sus manos, como si fuera su última opción. Si no lo veía no era real.

— shh...

Sintió el contacto del látex sobre su piel, por lo que quedó paralizado. JinYoung trató de golpearlo para poder huir, pero él tomó sus brazos, apretándolo contra su cuerpo en un abrazo.

— ámame... — le susurró con una voz profunda, que calaba dentro de él, acariciando su cabello castaño. Podía sentir esa pegajosa y lisa textura sobre él. JinYoung empezó a llorar desconsolado, asustado. Ni siquiera podía escapar de él. 

— suéltame... — pidió sollozando.

El hombre lo tomó de sus caderas y lo subió a su hombro, dándole una fuerte nalgada. Fue llevado hasta el cuarto de invitados que había en la casa de JaeBum, siendo lanzado a la cama. El resto fue bastante extraño.

Esa cosa le hacía imposible huir, desaparecer como acostumbraba, así que estaba atrapado, y cada caricia que ese hombre en látex le daba, se sentía mucho más que placentero, excitado.

Él lo despojó de su ropa y lo recostó en las almohadas, alzando sus manos sobre su cabeza, con la intención de atarlas. Las amarró en la cabecera de la cama. 

— no... no lo hagas... — su voz apenas salía por el miedo, o por la ansiedad aún no lo sabía.

El hombre de látex tomó su miembro, empezando a masturbarlo. JinYoung cerró sus ojos, mordiendo sus labios para no gemir.

Los huesos de sus caderas se marcaron, y el maldito hundió sus dedos allí, provocándole dolor. JinYoung se removió, tratando de darle una patada, pero él lo detuvo, apretando sus piernas. Flextó sus piernas, y Dios bendito o el Amo del Infierno sabrían de dónde sacaba tantas cuerdas. Las ató, de forma que pudiera cerrarlas.

JinYoung estaba abochornado.

El hombre liberó su miembro, bajando el cierre en su entrepierna y empezó a introducirlo lentamente en el agujero del ángel. El castaño cerró sus ojos, aguantando.

Sus sentimientos eran confusos. Pese a que nunca haya estado frente a frente con las entidades con las que fornicaba, y pese a que eso alguna vez lo llegaba a incomodar, lo dejaba pasar, pero aquí estaba frente a frente a algo que no... que no podía entender.

Le generaba miedo, sin embargo el hombre no le hacía daño ni le provocaba dolor, solo placer, tocando esos puntos que lo hacían delirar. No se preocupaba de su propio placer, sino de hacerlo sentir bien. Aunque estaba atado.

Fue extraño, excitante y placentero a la vez, a tal punto de llegar a eyacular, pero al momento de llegar al orgasmo, el hombre de látex lo abandonó. Salió de su interior y comenzó a masturbarse a sí mismo, hasta llegar a su orgasmo, privando al ángel de esa sensación.

JinYoung, por lo menos, quería tocarse a sí mismo para acabar, pero seguía atado. El hombre desató sus piernas, estirándolas mientras las acariciaba.

En su cabeza rondaban muchas cosas, así que solo cerró los ojos, esperando a que sucediera lo que tenía que suceder.











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Nunca había visto nada así, como de Latex y me dio cosa, pero a la vez curiosidad.

Ojalá nadie se sienta incómoda

Sumiso Del Ángel [JJPROJECT]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora