CAPÍTULO 26

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Narra Natalie

Ugh...

En primer lugar ¡Un hospital! ¡Oh Dios!

Segunda 《Maldita sea, es ella ¿quién la llamó? 》

No podía estar más jodido.

Un secuestro, no puedo creer que soy sobreviviente de un maldito delito turbio.
Aun puedo recordar esas caras, tratándome como si jamás me volverían ver.

Todo mi cuerpo gritaba de dolor agudo. Tenía incluso algodón dentro de la nariz para detener la hemorragia. Aunque ya había pasado por ataques similares, esto era otro nivel. Un maldito nivel psicópata.

—Su recuperación será rápida si sigue las recomendaciones adecuadas. Parte del pago por el tratamiento y la hospitalización lo hizo su amigo Anthony Peterson, un amigo suyo— explicó el doctor.

Espera ¿dijo Anthony?

¿Él está aquí? Eso quiere quiere decir que también está Eros. Por un momento temía que sólo esa mujer esté aquí.

No fue bonito despertar y lo primero que veo es a Elian. De todas las personas que había en el hospital o Anthony y Eros ¿por qué ella? Con solo verla mi estómago dolía más de lo que ya hacía. Sentía que volvía a desmayar.

—Esta es la receta. Lo tendremos aquí hasta que lo podamos dar de alta— siguió el médico encargado de mi caso. La tía fingía dolor por su sobrino, tomando de nuevo el papel de una tía amorosa que se preocupa por mi salud. Vaya farsa se está tragando aquel médico— Es un chico muy fuerte, esas heridas fueron con intenciones de fracturar los huesos— comentó.

Fracturar un hueso ¿eh?

Ja, buen intento.

Cerré mis ojos para volver a descansar mientras escuchaba la conversación de esos dos adultos más de 40 decadas.

Quería ver otro rostro que no fuese el personal de salud o Elian. Si eso no es posible prefiero quedarme fingiendo que dormía.

El médico pronto salió y los sollozos falsos de la mujer cesaron por un momento. Mi corazón latió rápido al escuchar esos tacones golpear el suelo, no quería abrir los ojos. No quería verla. No ahora.

Sentí un pequeño roce de sus dedos en mi frente, apartó unos cuantos mechones de cabello de mis ojos y por reacción inmediata mi cuerpo dio un pequeño salto del susto.
—Sé que estás fingiendo dormir— dijo suavemente —Te dejaré dormir. Me iré a traerte algo para comer ¿qué se te apetece?— no respondí a sus preguntas. Seguía con mis ojos cerrados. —De acuerdo. Esta bien. Traeré lo que sea que puedas comer. Descansa— y me dio pequeñas palmadas en la cabeza.

Al escuchar que cerró la puerta, esperé un poco más para asegurarme de que ella se había ido para abrir mis ojos. La luz en realidad era tenue y no había nada más que una silla cerca de mi camilla. Había un aparato que hacía un sonido cada vez que latía mi corazón cuyo nombre ahora no recuerdo. Todo en silencio.

De pronto, la puerta se abrió y una chica bajita entró con un chico alto detrás de ella.

—Oh Dios ¡NATALIE!— ahogó un pequeño grito de alegría y esta chica se apresuró a estar a mi lado para intentar darme un abrazo con el máximo cuidado. —En serio, estoy tan feliz de que estés devuelta. Mi corazón estallará si te pierdo— dijo tratando de suavizar sus llantos. Suspiré de ternura y alivio de verla de nuevo. Nunca había estado más agradecido de verla justo como ahora.

Miré al chico que estaba cerca de nosotros, con una sonrisa tierna en sus labios. No pensé ver esa expresión en él, pero ya no tenía duda de que ambos estaban muy preocupados. No podía describir la euforia que me provocaba saber que no pasó a mayores, y que todo ese miedo y dolor ahora pueden quedar ahí. Como un desagradable recuerdo.

EL CHICO DE LAS ZAPATILLAS DE BALLETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora