CAPÍTULO 33

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Narración general.

Era otoño, algunos árboles estaba quedando sin hojas por las recientes lluvias y el clima era bastante bueno. Sin calor, ni mucho frío. Natalie cubrió su rostro con la capucha de la sudadera y metió sus manos sudorosas a los bolsillos. Iba a paso veloz, sin necesidad de correr. Las personas que pasaban a su lado, miraban por un segundo a Natalie, pero no le tomaban la importancia suficiente. Justo lo que él quería.

En realidad, él no sabía a donde ir. No hay un lugar al que quiera ir, incluso después de un par de días sin salir. Estaba un poco confuso, porque su cuerpo era una especie de máquina automática que hacía cosas sin sentido.

¿Salir y desafiar a Elian? ¿De verdad estaba haciendo esto?

Se detuvo junto con la gente que esperaba el cambio de semáforo. Algunos olores como café, humo y pasto recién cortado se hacían presentes cerca de él. Diferentes voces y ruidos volaban por todas partes, pero eso no hizo que Natalie saliera de su pequeña y resistente burbuja.

¿Qué acaba de hacer? ¿Es correcto esto?

<<Debería regresar...>> repitió en su mente numerables veces, pero eso se esfumó casi al instante al sentir que la gente lo empezó a empujar para que avanzara a la siguiente calle.

Sus pasos veloces de pronto se hicieron pesados, su respiración comenzó a pausarse y su vista perdida en algún punto del camino. Permaneció de esa forma unos segundos, sin nada en su mente, para después escuchar la voz de alguien desconocido muy cerca de él. Para cuando se dio cuenta, esa persona chocó con Natalie haciendo que perdiera el equilibrio y cayera al suelo desconcertado.

Natalie alzó la mirada y se encontró con un chico que sostenía una paleta de fresa entre sus dedos. Sus miradas se encontraron y de inmediato supo quién era.

—¿Natalio? — preguntó el chico alto, quien de seguida extendió su mano para ayudarlo a levantarse, pero Natalie estaba en blanco— ¿Estás bien? No te lastimaste, ¿verdad?

Pronto el chico entró en razón.

—Ah, no, no, estoy bien— tomó de la mano y se levantó. Se sacudió un poco el polvo de su ropa y visualizó a otro hombre detrás del chico que le ayudó, estaba cerca de ellos.

—¿Qué haces con esa ropa? — volvió a preguntar el más alto. Natalie se observó a sí mismo, se dio cuenta de que cargaba piezas no aptas para lucir.

—Oh, es que salí a recoger un pedido de emergencia muy cerca de aquí.

Alejandro entrecerró los ojos, sin creerle mucho al chico. Natalie se escuchaba seguro de lo que decía, pero podía ver esas pequeñas marcas en su rostro, manchas aleatorias por ahí y por allá de color morado y unas amarillas. Por supuesto que no era un secreto, pero ese no era el problema de Alejandro.

Natalie tragó la saliva que se acumuló en su boca por los nervios que le ocasionaba el chico alto en su silencio. Lo estaba analizando.

Alejandro es un amigo muy cercano a Anthony, lo sabía bien pues este siempre hablaba de ellos cada vez que se le ofrecía la oportunidad. El chico es astuto, un mexicano con complejo de mamá que algunas veces lo encontraba por la universidad.

—¿Ah, en serio? ¿Quieres que te acompañe? — La pregunta clavó en su mente como roca. Esa podría ser una pregunta trampa. Natalie se paralizó mientras Alejandro cruzó de brazos.

¿Qué diablos pretendía? Lo estaba asustando un poco.

—Alejandro Benítez —. Se escuchó una fuerte voz a espaldas del mencionado. Ambos chicos se sorprendieron—. ¿Crees que tengo todo el tiempo del mundo?

EL CHICO DE LAS ZAPATILLAS DE BALLETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora