CAPÍTULO 4

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Narra Natalie

Ok

¿Dónde estoy?

Todo se ve oscuro y se siente el frío del suelo... ¿del suelo? Estoy en el suelo, vaya... No recuerdo los últimos minutos que pasaron. Se sentía muy apretado. Era asfixiante. No podía respirar del todo bien.

Me levanté pensando que di a parar aquí por pura casualidad, pero creo que no era así, mis piernas estaban entumecidas y mi cuello estaba algo doloroso.

Debí estar algo incómodo como para estar en estas consecuencias. Después de que el cosquilleo de las piernas se fueran, me decidí volverme a levantar, esta vez me sostuve con lo que sea que estaba en mis manos.

El lugar era estrecho y podías acceder a la puerta con solo estirar tu brazo y abrirla, pero esta estaba sellada. Traté de abrirla con todas mis fuerzas, la force y la force pero fue en vano.

Tranquilo, Natalie, estas vivo eso cuenta.

En momentos como estos, deseo un celular, para poder marcarle a alguien y que venga a ayudarme. Iba a llegar a clases tarde de nuevo.

Volví a intentar, pero sólo me dolían más las manos. Busqué otra salida, una en donde yo podría caber sin ningún esfuerzo. Mire hacia arriba y nada, mire hacia abajo y tampoco nada, busqué en las paredes, en las esquinas, hasta moví cosas para ver si no había algún pasaje secreto que no sabíamos. Y.... por alguna razón me quedaba sin aire.

¿En dónde tengo más fuerza?

Ya comprobé que de plano no tenía fuerzas en los brazos, así que, me decidí que le iba a dar una patada a la puerta, era mi única esperanza y rogué para no hacer tanto ruido. Me acomodé y de una patada logré derribar la puerta.

Caí al suelo sin previo aviso pero deprisa me levanté y salí corriendo, el salón estaba a solo un pasillo de donde estaba yo, aunque sea algo largo. Cuando estaba a punto de entrar, bajé la velocidad para no alzar ninguna sospecha, pero mi respiración me delataba y ¿cómo no? Lado torpe. Me venía tropezando con la puerta del salón.

—Lo siento... ¿llegué tarde?— pregunté para qué me mirara la maestra avisando mi llegada. Ví claramente las muecas de mis compañeras al verme a mí y una cerro su puño y lo apretó. Creo que ya se quien me encerró.

—Si, y no me sorprende señorito Natalie— dijo y me hizo una señal para tomar puesto. Las clases había empezado.

Me acerqué a la chica que participaría conmigo en una presentación que se iba a realizar en dos semanas. Estaba realmente nervioso, la chica era muy linda y su cuerpo precioso. Tengo la fortuna de que no me odie tanto como las demás.

Empezamos con unos estiramientos, la maestra decía el conteo típico, donde realizamos pequeños movimientos ligeros. Nos paramos de puntillas y estiramos las piernas. Después con estiramiento del torso. Y repetimos una y otra vez, cada vez más rápido.

—Bien, descanso—

Ninguna hizo algún quejido. Todas estaban tan frescas como lechuga y yo aún seguía teniendo problemas con eso.

—Natalie, Kendra, adelante— dijo. Los dos pasamos a delante —vamos a ensayar el tema de “A little people” , ¿estas listo?—

—No... — dije apenas.

—¡Bien todas a sus puestos, vamos a ensayar la pieza principal!— rodé los ojos. Todas corrieron a sus respectivos puestos, yo y mi compañera nos colocamos en medio de todas.

Empezamos a coreografía algo pacífica para después ponerse fuerte y alzar a mi pareja, pero con tanto esfuerzo que hice al intentar abrir la puerta, se doblaron mis brazos y casi Kendra cae al piso. Mis brazos con lo poco que le quedaban de fuerzas, agarró a Kendra para que no cayera al suelo de boca. Ese fue el mayor susto de la semana.

Mis compañeras empezaron a verme de lo peor y quería en ese entonces que alguien me matara. Se acercaron a mi y me empujaron en señal de odio. Kendra estaba con lo brazos cruzados y parecía que tenía cuernos de demonio. Estaba enojada.

—¡Ya! Fue un accidente— como siempre la maestra me defendía ya que yo era su favorito de la clase. Se acerco a mi mientras las demás se alejaban y yo con la miraba baja con mucha pena. Era inevitable sentirme culpable —No te preocupes...— me dijo suave con el rose de su mano en mi mejilla. —Todos cometemos errores, pero hay que intentar no volverlos a cometer. Nunca te había visto fallar de esa forma ¿estás bien? — asentí sin pensarlo. No iba a decirle lo sucedido. No quería provocar más problemas de los que ya tengo.

—No se preocupes. Me esforzaré más la próxima vez—

—Eres un bien chico— retiró su mano de mi mejilla.

Yo le sonreí al escuchar eso. Ella era como mi segunda madre.

—¡Muy bien! ¡Hasta aquí termina la clase. Pueden retirarse!— gritó y todas agarraron sus cosas y se fueron a los vestidores.

Mi mejor amiga, Erostella, se acercó a mi con un chico más alto que nosotros. Era de cabellos castaños oscuros y ojos más claros que estos.

—¡Hola, Natalie!— dijo Eros — quería presentarte a mi novio, Anthony, él es de dinero— dijo divertida. Él chico me ofreció su mano y yo accedí.

—Es un gusto en conocerte— dijo amable el chico llamado Anthony.

—también es un gusto en conocerte— miré a Eros, que feliz estaba.

—Veníamos a devolverte esto— el chico alzó mis zapatillas negras que yo había dejado en casa de Eros. Yo los tomé y le di las gracias. Agarré mis cosas y me fui a ponerme algo para irme a casa.

Narración General.

—¿En serio tenía que esperar yo también?— su brazo estaba sostenido muy fuerte de una chica que tenía por novia.

—Si, cariño, debemos cuidar de Natalie—

—¿puedo saber el por qué?— dijo Anthony

—después sabrás—

Por fin el chico salió y estaba con una playera blanca y un pantalón cargo color negro. Erostella lo vio y se abalanzó sobre él. Claramente el acto fue fallido y cayeron al suelo.

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—¿Así que prácticas ballet?— mencionó el chico más alto de los tres. Caminaban juntos hacia la casa de Natalie. La razón por la que Anthony iba era porque Eros era una chica insistente.

—¿que no es obvio? — Dijo Natalie quien había guardado silencio en todo el camino.

—¿No te han dicho que es un poco... No sé ... Gay?—

—¿Qué?— Natalie estaba sorprendido ¿apenas se conocen y ya estaba con esa pregunta? ¡Vaya rollo!

—No lo tomes a mal sino, es que los bailes y pasos que dan son algo afeminados para un hombre— Dijo intentando no ser grosero. Pero eso le había fallado. Erostella, quien estaba a un lado de los dos, escuchando, no quería hablar, ella pensaba una presentación buena, no esta.

Malo... ese comentario fue malo.

EL CHICO DE LAS ZAPATILLAS DE BALLETDonde viven las historias. Descúbrelo ahora