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─ ¡Muevete! ¿Qué esperas?

Sentí un empujón en la espalda y al girarme Eve me apuntaba con una pistola.

─ Hacía allá – señaló un punto atrás de la escotilla con un movimiento de cabeza.

Al llegar al lugar que había indicado me obligo a hincarme y se quedó frente a mí sin intención alguna de bajar el arma.

Detrás de ella se encontraban Hunter y Alex discutiendo algo en voz baja. Hunter tenía una tela en la mano y el rubio hacía todo lo posible por no tomarla. Trate de escuchar lo que decían pero se encontraban demasiado lejos, debí de haber aprendido a leer los labios antes.

Axe salió unos segundos después y camino directo a la disputa. Discutieron un poco más, y al parecer hunter logró tenerlo de su lado pues lo siguiente que escuché fue a un Alex quejándose casi gritando que ese no es su trabajo dentro del grupo. Sin parecer ni un poco afectado Axe siguió hablando con calma, pero manteniendo esa aura de autoridad que te hacía sudar con solo pensar en desafiarlo.

Segundos después Alex por fin se rindió ante ellos y estiró la mano recibiendo el trozo de tela que extrañamente parecía la causa de todo.

Tomó unos segundos viendo a la nada antes de girarse hacia mí y acercarse con el rostro culpable.

─ Lo siento, pero aquí afuera es más peligroso de lo que parece – habló mirando a Hunter con enojo. – Y no podemos arriesgarnos.

Caminó hasta quedar detrás de mí y puso la cinta que creí pondría contra mis ojos en mi boca, haciendo un poco de presión.

Presioné mis labios lo más fuerte que pude y moví mi cabeza de un lado a otro.

─ Por favor... − susurró cerca de mi oído lo suficientemente bajo para que yo escuchara, pero nadie más. – No quiero lastimarte.

Cedí contra él abriendo un poco la boca. Si no cooperaba esto podría resultar muy mal para mí.

Hizo un nudo en mi nuca dejando la tela muy suelta, tal vez intentando no lastimarme o tal vez le había dado tanta lástima que trataba de ayudarme un poco.

─ Más fuerte. – gruñó Hunter.

Escuché un suspiro a mi espalda antes de que ajustara la cinta lo suficiente como para que raspara las esquinas de mi boca.

─ Ya todos saben el plan – puntuó Axe – Los quiero reunidos a todos antes de que se ponga el sol. 

Una vez dicho eso Hunter e Eve se alejaron perdiéndose en la inmensidad del bosque.

─ Yo iré al frente y tú la vigilas.

¿Será que no le enseñaron a pedir las cosas?

─ Cualquier paso en falso y le disparas. ¿Entendido?

Vi cómo se tensó la mandíbula de Alex, pero aun así termino por asentir en acuerdo.

─ Andando.

Caminar por el bosque es más difícil de lo que parece. Hay raíces gigantes que te hacen tropezar cada dos segundos, la visibilidad es casi nula por todas las plantas y enredaderas alrededor, y ni hablar de los insectos, intentar espantarlos con las manos atadas es completamente ridículo.

Axe parecía acostumbrado a este entorno. Ni siquiera había revisado el mapa en los cuarenta y cinco minutos que llevábamos caminando según mi reloj.

No podía ver a Alex, pero sus pisadas seguras a mi espalda y la falta de jadeos de cansancio me aseguraban que él también estaba acostumbrado a este tipo de terreno.

Mi respiración era pesada y sentía la boca reseca por el aire que lograba atravesar la tela cuando Axe nos dejó tomar un pequeño descanso junto a un pequeño río.

El rubio me guio a una roca indicándome que me sentara en ella. Después se agachó quedando a mi altura.

─ Te voy a quitar eso de la boca, pero necesitas mantenerte callada o puedes ponernos en grave peligro.

Asentí harta de tener esa cosa en la boca.

Cuando quitó la tela, mi mandíbula dolía por haberla tenido semi abierta durante tanto tiempo.

─ Ten.

Voltee encontrando a Axe con una botella de agua.

El orgullo es un sentimiento muy malo, pero lamentablemente no existe una cura.

Giré mi cabeza hacía el río ignorándolo completamente.

─ Necesitas hidratarte – insistió.

Suspiro con fastidio pero se acercó ocupando el lugar dónde había estado Alex anteriormente y me observo fijamente tratando de intimidarme. Lamentablemente mi terquedad me obligaba a ignorar el pequeño cosquilleo nervioso que me recorría la espalda al tener su completa atención puesta sobre mí.

─ Hagamos un trato – propuso consiguiendo mi atención. – Tú te tomas esto y podrás estar el resto del camino sin eso.

Señaló la tela en mi cuello.

Tener una cinta metida en tu boca que te impide respirar con normalidad y raspa las comisuras de tus labios era algo lo suficientemente fastidioso como para superar mi orgullo un poco.

Sopesé el trato mirándolo directamente a los ojos buscando algún indicio de que estaba mintiendo.

Le arrebaté la botella de agua de mala gana y tomé un largo trago. Creo que sí tenía algo de sed.

Dejó escapar una sonrisa casi imperceptible antes de levantarse.

Traté de encontrar al rubio con la mirada, lo mejor era no perder de vista a los matones que te acompañan en medio del bosque sin nadie a cincuenta kilómetros a la redonda.

Giré un poco buscando detrás de mí sin encontrarlo. Estaba aquí hace unos segundos ¿a dónde había ido?

Miré al matón número dos y no parecía preocupado por la desaparición del matón número uno.

Nos mantuvimos en silencio hasta que Alex volvió unos minutos después. No dijo ninguna palabra, se limitó a mirar a Axe quien asintió como si le hubiera dado algún tipo de respuesta a su pregunta no formulada.

Es frustrante cuando las personas hablan con la mirada.

─ Es de mala educación no incluir a todos los presentes en una conversación.

Mi voz estaba un poco rasposa por no haberla usado.

─ Vamos – fue lo único que salió de Axe.

Esta vez fue Alex quién iba al frente mientras el pelinegro asumía el puesto de guardia personal y me llevaba por el camino correcto tomándome del brazo.

Pasamos por cuatro arboles gigantes antes de llegar a una cortina de enredaderas que parecía más densa que las que habíamos pasado en el camino.

Alex paso a través de ellas confirmándome que habían sido colocadas ahí apropósito, cuando nosotros seguimos sus pasos Axe utilizó su brazo libre para sostener las hojas sobre mi cabeza.

Detrás había una gran puerta de metal desgastado abierta de par en par que guiaba a alguna especie de cueva.

Había muchas lámparas de distintos tamaños y estilos entrelazadas por todo el lugar manteniéndolo iluminado.

Al entrar noté que el ambiente era fresco y húmedo. La decoración era descoordinada, había muebles de distintos estilos esparcidos por todo el lugar, y una pequeña estufa colocada más al fondo, cerca de un túnel oscuro por la falta de lámparas.

Alex caminó hasta un viejo sillón rojo, dejó su mochila sobre él y se entretuvo buscando algo en su interior. Su atención se mantuvo en su mochila hasta que el ruido de la puerta al cerrarse lo hizo voltear hacia nosotros, bueno, específicamente hacia mí.

─ Bienvenida a la Caverna – anunció con una sonrisa.

A pesar de todo lo que estaba sucediendo a mí alrededor lo único en lo que podía pensar era:

─ ¡Maldito manipulador! 

Mi HogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora