11. (sin editar)

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- Okay, te seguiré la corriente- responde Cinco, incrédulo - ¿Qué fue lo que te dijo mi querido padre?

Aún se encontraban dentro de la cocina, Klaus se mantuvo de pie frente a sus hermanos para iniciar su explicación.

- Bueno, empezó con el discurso de siempre sobre mi aspecto y mi fracaso en la vida, etcétera, etcétera - comenta relajado - sin sorpresas hasta ahí, ni siquiera el más allá le quitó lo estúpido ¡¿Verdad?!

Para ese momento, Luther llevaba una resaca, producto de la noche anterior. Se encontraba completamente abrigado y observaba la mesa con total desesperación, apoyando su cabeza sobre su mano.

- Pero luego mencionó algo sobre su muerte que me sorprendió, porque...

Menciona, llamando así la atención de Cinco y Número Uno.

- Ahí viene- dice Ben, apuntando hacia el techo, pero como la vez anterior, tan solo Klaus lo pudo escuchar.

- Dijo que él, se suicidó - finaliza con un tono afligido, claramente actuado.

Ninguno de ellos podía creer que lo que dijo su hermano era cierto, hasta que Pogo, un chimpancé de la familia, lo admitió. Relatando la forma de los hechos, con la única excusa de que Sir Reginald Hargreeves, aquel excéntrico millonario, tan solo quería reunir de vuelta a sus hijos, para que ellos pudieran salvar al mundo.

La mente de Cinco no daba para más, frustrado se masajea la sien.

- Tengo que pensarlo - menciona, antes de desaparecer.

El resto de la mañana el joven Hargreeves se la pasó analizando la situación dentro de su habitación, llegando a una sola conclusión:

Salvar al mundo.

Después de todo, era el último deseo del viejo Reginald.

También tenía una cosa pendiente, algo relacionado con cierta mujer de hermosos ojos azules.

El sol se encontraba en su punto más alto, fue justo en ese momento en el que Jo y Cinco se habían topado con lo que parecía restos de un salón de clases

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El sol se encontraba en su punto más alto, fue justo en ese momento en el que Jo y Cinco se habían topado con lo que parecía restos de un salón de clases. Se podían divisar dos grandes pizarras en su minoría destruidas. Algunas butacas y repisas llenas de libros, aunque claro, también se encontraban regados en el suelo; libros, cuadernos, libretas, etc.

- Cariño, deberíamos detenernos aquí- opina Josephine con evidente cansancio.

- Claro, déjame abrirte la silla... - con el paso del tiempo, el hombre se había vuelto bastante precavido con el cuidado de su esposa.

Jo en respuesta suelta un suspiro de frustración, ella sabía que él solo lo hacía porque estaba preocupado, pero cosas como abrir una silla estaban dentro de sus capacidades.

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