04. Estamos juntos en esto

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Capítulo cuatro: Estamos juntos en esto (ya no estás sola).

—Como le dije antes a su hijo, toda la información sobre las prótesis que fabricamos es estrictamente confidencial. Sin el consentimiento del cliente no puedo ayudarlos.

Cinco inició su misión esa misma mañana buscando al propietario de aquel ojo falso que sostenía el cadáver de su hermano Luther dentro del apocalipsis. De esa manera formuló una hipótesis en la cual aseguraba que el dueño de aquel objeto tenía algo que ver con lo que sucedería en menos de una semana.

Para este punto el joven Hargreeves había gastado la mínima paciencia que poseía y con molestia se recarga en la mesa frente a él y se dirige al doctor:

—Y si no nos dice su nombre no nos dará el consentimiento—entrecierra sus ojos con obvio fastidio.

—No es mi problema—responde con simpleza, sin importarle un mínimo.

Número Cuatro o Klaus, se había mantenido callado observando hacia algún punto fijo reservando su energía. Pero era hora de emplearla al escuchar tan idiota actitud por parte del supuesto profesional.

—¿Y qué pasa con mi consentimiento?—remarca con poder el ❛mi❜

—¿Cómo dice?—al parecer no esperaba una reacción del hombre que lucía ausente.

—¡¿Quién te dio permiso a ti para lastimar a mi hijo?!—señala en sobreactuación a Número Cinco quien está de pie a su lado.

Este no comprendía con exactitud lo que ocurría. «¿No le había pedido que no se metiera nada tan temprano?», se preguntó.

—¿Qué?

—¡Ya me oíste!

Y tras una serie de intercambio de palabras, Cinco pudo sentir con bastante claridad el puño de Klaus encajarse en su rostro.

—¡Quiero ese nombre ahora!

Lanzaba al aire y atrapaba aquel ojo que encontró una vez llegado al apocalipsis

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Lanzaba al aire y atrapaba aquel ojo que encontró una vez llegado al apocalipsis. Recordaba aquella escena y le era inevitable sentir un escalofrío recorrer su columna vertebral.

Si se lo preguntan, ver los cadáveres todos juntos de tu familia resultaba ser bastante traumático.

Y sin mencionar que con anterioridad estaba desayunando con ellos siendo, (dentro de su particularidad), unos típicos adolescentes.

—¿Qué haces?

Ahí estaba el otro trauma.

Josephine, quien ha estado junto a él desde el inicio de aquella travesía.

No, bromeaba.

—Pensando en cómo deshacerme de cierta niña molesta—comenta sin sentirse avergonzado o temeroso de la posible reacción contraria.

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