Capítulo cinco

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Jane

No puedo creer lo trabajado que está su cuerpo y si bien antes le gustaba ejercitarse, ahora parece ser un delicioso chocolate blanco listo para lamerlo de pies a cabeza, sin omitir parte alguna.

Sus hombros son anchos y parece enorme con ese porte seguro y varonil. Sus brazos son fuertes y recuerdo las veces que lo vi ejercitandose en casa.

No trae corbata, tampoco chaleco. Porta un abrigo azul marino que le llega a medio muslo, está cerrado.

Camina en mi dirección, como un felino esperando cazar a su presa y por más que trate de negarlo, me agrada que no haya desviado la mirada, yo tampoco lo hago.

Le entrega el café a Celia y a mi madre pero su mirada sigue en mí. Se lleva su taza a los labios, estoy segura que es café negro, su favorito.

Nuestras miradas tienen un duelo silencioso. Estamos a apenas un metro de distancia. Su perfume me envuelve.

-¿Quién eres?

¡¿Qué?! ¿No me recuerda?.

<<¿Qué esperabas? ¿qué te abrazara, te besara y te perdonara así como así? Recuerda que esto no es una novela romántica, donde todos tienen un final feliz, esto es la vida real, donde existen problemas reales y las personas sufren realmente>>

Me sorprende la frialdad en su mirada, no está viva esa llama de amor cada vez que me miraba, ese brillo travieso en sus ojos. Nada está ahí, ni un solo destello de cariño o empatía.

No hay nada.

Su cara luce más madura, el cabello tiene un core estilo militar que hace realzar su rostro, en especial sus ojos claros.

Su cara parece ser un fino trazado de manos sinceladas, su expresión es dura, casi podría decirse que enfadada, pero sé que detrás de toda esa fachada de magnífica definición hay un destello luminoso en forma de sonrisa.

Conozco cada pedazo de su cuerpo, cada lunar, cada cicatriz y el porqué de estas. Su perfecta piel, la bella definición de sus músculos, el andar de sus vellos. Lo conozco todo. Sin embargo, ahora mismo lo desconozco con la misma intensidad.

Esa mirada turbia, las cejas arrugas por la confusión, el semblante fuerte que expresa, quizás, confusión.

-Yo... ¿No me recuerdas?- digo con un hilo de voz apenas inaudible para mi propio oído.

Odio que me afecte la manera en que me mira. Detesto la forma en que mi corazón late, la manera de hacer temblar mis piernas.

Debería ser yo quién lo mirara de forma arrogante, de manera superior. Fui yo quien lo abandonó, la que continuó su vida sin siquiera mirar atrás, el debería expresar dolor, no yo y aunque parezca que la situación está algo invertida, el mero hecho de pensar en lo que hice aborrece hasta mi propio cerebro.

Debería haber contado la verdad, dejar el miedo a un lado y decir todo lo que oí, pero no lo hice por lo tanto debo cargar con el peso de mi error.

-La verdad es que no. ¿Debería hacerlo?-Mantiene una expresión distante.

Si me hubieran golpeado con un bate me habría dolido menos.

El solo hecho de parecer insignificante a su lado me hace retroceder con las piernas temblorosas y el corazón martillando.

Vuelve a llevarse la taza a los labios y adquiere una actitud dominante, sin embargo un poco chulesca.

Mi cara parece expresar todo mis sentimientos, odio no tener cara de póker y hacerle pensar que no me afecta para nada sus acciones.

-Hijo, es Jane -dice Celia y agradezco que lo hiciera, no me siento con la suficiente fuerza para enfrentarme a su indiferencia o para responder sin tartamudear a su pregunta.

Celia le frota el brazo con la mano abierta.

¿Yo? Solo pienso en escapar cuál cobarde de aquí.

-¿Qué haces aquí? No recuerdo haberte llamado.

<<Apechuga Jane. Has pasado por cosas peores.>>

-Vamos cariño, siéntate, debes estar cansada.- interviene mi madre intentando aplacar mis nervios y se lo agradezco enormemente.

-Sí... Claro.- le digo con un hilo de voz. Me sonríe, yo sin embargo, hago el intento de hacerlo, creo que me sale más como una mueca.

Me siento en esas incómodas sillas a la espera de que el tiempo se esfume.

Nikolay me mira por última vez y luego se marcha de la mano de Celia, quien lo toma del brazo para invitarlo a que la acompañe.

Su madre no ha soltado una palabra desde que Nikolay entró en escena. Comportamiento extraño para alguien que tiene tanta maldad por dentro. Estoy sumamente segura que algo planea esa cruel mente. Tengo razones para decir tales palabras sobre ella.

Me dolió la forma en la que Nikolay me miró, con esa fría capa de hielo a su alrededor.

<<Ese es el precio a pagar por irte>>

Miro a la señora Schoeder, ella me observa con una sonrisa psicópata, no sé lo que se traerá entre manos, pero apuesto que nada bueno será.

Solían llevarse bien, ahora vagamente la miró, ¿por qué?

Una de las principales causas de mi partida repentina, fue esa, el innegable amor por su madre.

Vuelvo a la realidad cuando mamá toma mis manos entre las suyas.

-Hija déjame verte bien-toca mis mejillas y sonrío-. Has crecido bastante desde la última vez que te vi. ¡Estás tan linda!

La abrazo y beso su mejilla.

Recién me doy cuenta de que ha envejecido, sus ojos ámbar parecen estar felices ahora, tiene arrugas alrededor de los mismos, la nariz roja por llorar, debo de estar igual. Gracias a que uso maquillaje a prueba de agua no debe estar corrido.

-Yo también te he extrañado, lo sabes ¿verdad?

-Yo igual, hija. Yo igual. -Besa mi frente como cuando era pequeña.

🌺

-...puede recibir visitas-es lo primero que escucho al abrir los ojos.

Recuerdo haber estado conversando con mi madre, vimos a la señora Vanessa marcharse, estuvimos ahí cuando Spence llegó, pero Nikolay no volvió a aparecer.

Parece ser que optó por tomar distancia.

Quiero verlo, abrazarlo y decirle que lo extrañé, pero al mismo tiempo, no deseo que me mire de forma despectiva, como si no fuera nadie en su vida.

¿Estoy loca o somnolienta?

Me enderezo y solo sé que me duelen todos los músculos. Me quedé dormida con la cabeza en el hombro de mi madre, estaba cansada por el viaje, por todo en general.

Demonios, estoy agotada.

Veo que me ofrecen un sándwich de pavo y una lata de Coca-Cola.

Gracias al cielo

Es una mano desconocida, no es arrugada, tampoco tiene vellos rubios como la de mi madre.

Levanto la mirada, una rubia preciosa me sonríe y vuelve a ofrecer la comida.

¿Quién es ella? ¿Por qué está aquí?

Quiero SeducirteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora