Décimo capítulo.

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Décimo capítulo.

Una rutina distinta se instaló en la pequeña casa. Las mañanas comenzaban con Ae llevando el desayuno antes de que Luka tuviera que ir al colegio. Pete no era tonto, y hace años había aprendido la lección, pero eso no evitaba de que esperara que esta vez las cosas fueran distintas, que el alfa no lo abandonara cuando más lo necesitaba, o que por lo menos, no se desentendiera de su hijo.
El viernes, con pocos días para comenzar el tratamiento, sabía que debía decirle lo que estaba sucediendo, durante la semana no había encontrado las palabras, porque una pequeña voz todavía insistía en que hacerlo significaría el fin de esta especie de nebulosa en la que se encontraban.
El día de su primer almuerzo familiar se sintió como un paréntesis de su vida, como uno de esos sueños raros donde se cuelan todos los deseos. Comieron en un pintoresco restaurant de la zona costera, el sol calentó lo suficiente como para que lo hicieran en una mesa en el exterior y él se dedicó a llenar su retina de la imagen de padre e hijo juntos, sin tener que mediar para recordarle a Ae de tenerle paciencia al adolescente o a Luka que no tuviera malos modos al tratar al mayor. Hablaron de cuestiones sin sentido, nada que pusiera en riesgo la extraña calma en la que habían caído. No preguntó por su actual pareja, prefirió olvidarse de que ellos realmente no tenían nada romántico que los atara mas que una paternidad compartida y prefirió dejar vagar sus sentimientos sin ninguna consecuencia real mas que recordarse a sí mismo que lo suyo habia terminado antes de empezar.
El viernes por la tarde, con el bolso preparado para que su niño pasar el fin de semana con el alfa, se sentó en la cama de Luka para observarlo mientras revoloteaba en la habitación buscando un manga que había perdido. El día fue una sucesión de momentos en el que sentía la mirada del menor sobre su espalda, abrazos espontáneos y mas de algún pedido por quedarse.
-Ve con él -le pidió y esperaba que no fuera una discusión- me voy a dedicar a organizar la casa.
-Por favor papá -insistió una vez más- quiero estar contigo.
-Tu padre también tiene derecho a que te quedes con él -intentó razonar.
-Pero yo quiero estar aquí... -se abrazó a su torso y volvió a sentir que  el tiempo había pasado muy rápido.
-Volverás el lunes después del colegio -esta vez había organizado para que fuera Ae quien se ocupara de llevarlo directamente- yo ya estaré aquí.
-¿Y si me necesitas?
-Amor -acarició su mejilla y le sonrió- yo siempre te necesito, pero esta vez, tienes que quedarte un poco más con él.
Lo vio derramar algunas lágrimas, era momento de transición entre la niñez y la adolescencia, pero no dejaba de ser su chiquillo, ese que trataba de esconder con rebeldía los sentimientos que todavía no podia manejar.
-Tengo miedo -por fin las palabras- estoy asustado.
-Yo también lo estoy -besó su frente intentando no llorar- pero todo va a salir bien, ya lo verás.
-Me lo tienes que prometer -dijo sobre su hombro- tienes que curarte.
-Lo prometo -se negaba a que fuera de otra manera- pronto todo va a quedar en el olvido.
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El esperar a Pete y buscar a Luka para almorzar había sido un impulso, algo que no pensó con detenimiento y resultó ser una de sus mejores ideas. Ver el gorro de lana sobre el pelo castaño del omega, la nariz colorada por el frío y las mejillas inundadas de un tono rosa, lo llevó directo al recuerdo de ese amor juvenil que había sentido por él. No podía decir que fueron solo las hormonas propias de la edad, sino que en su centro había algo que fue llamado por él, inconciente y demandante, voraz de una manera que no pudo entender en ese momento. La noche del lunes se acostó pensando en los ojos caramelo, en la sonrisa dulce dibujada en los labios carnosos y las vueltas en la cama no lo dejaron descansar, tanto que temprano en la mañana se presentó nuevamente a la puerta. Cuando el miércoles repitió la misma acción ni siquiera inventó una excusa para estar allí y por la actitud de su hijo y los dos omegas presentes, era obvio que ya no las necesitaba.
Ya en viernes, volvió a hacer lo mismo, pero cuando Pete le pidió que Luka se quedara con él hasta el lunes al mediodía, una sensación extraña y pegajosa se coló en su ánimo, no solo porque ahora se perdería los desayunos los tres juntos, sino que no tendría la oportunidad de estar con el omega, llenar los pulmones con el aroma exquisito que la piel transparente despedía o ver el sonrojo ante algunos comentarios.
La mañana en la oficina se hizo extensa y agotadora, no pudo concentrarse lo suficiente. Al mediodía, el deseo por abandonar todo y retirarse para buscar a Luka en el colegio casi lo hace dejar sus obligaciones de lado, se paseó como si estuviera enjaulado, pisoteó tal cual lo haría un niño. La llamada entrante hizo que se desesperara por atender, hasta que el nombre de su madre apareció en la pantalla. Contestó casi seguro de lo que escucharía, no esperaba que fuera una invitación para almorzar al día siguiente con Luka.
En el momento de encontrarse con su hijo, casi comete la estupidez de rogarle a Pete que fuera con ellos,  pero el sentido común lo hizo desistir,  porque aunque tenía muy claras sus intenciones, no pensaba apurar nada, prefería ir construyendo una relación donde no eran solo dos, sino que ahora había un adolescente a tener en cuenta.
Al despedirse de Pete hizo el primer movimiento luego de tomar la mochila de su hijo, se acercó al omega y le depositó, casual, casi imperceptible, un beso en la mejilla.
-Hasta el lunes -susurró cerca del oído antes de aspirar su aroma y dirigirse al auto. No pudo medir la reacción del otro, pero se negaba a pensar que no sintió la misma electricidad recorrerlo.
De camino y ya en el departamento, se dedicó a hablar con su hijo aunque lo notó mucho mas apagado de lo que estuvo durante la semana. Al ingresar, se dirigió directo a la habitación donde siempre dormía, caminó detrás de él para ver su reacción a los cambios que habia realizado, una pequeña biblioteca a la que le faltaba bastante para llenar, la cama ya hecha y una mesa de luz donde estaba la foto que se habían tomado junto a Mean la semana anterior.
-Tu papá Pete me dijo cuales te faltaban...-dijo refiriéndose a los mangas y algunos libros que ocupaban los estantes- tal vez podemos ir y comprar otros que quieras.
Observó como pasaba un dedo por los títulos y dibujaba una pequeña sonrisa.
-Gracias-apenas susurró y otra vez notó que estaba ausente la chispa que mostró en los anteriores encuentros.
-¿Te gustaría hacer algo? -intentó buscar alguna idea que le devolviera al adolescente que sabía podía ser en realidad- ¿ir a algún lado o continuar la serie donde la dejamos?
-Mmmm -no lo miró a los ojos- mejor acá.
-¿Pedimos comida? -no quería asumir nada como hacía siempre.
-Si, cualquier cosa está bien.
Al final se decidió por una pizza con distintos ingredientes que Luka picoteó sin ganas y luego de un capítulo prefirió retirarse.
-¿Estás muy cansado? -preguntó, tal vez no había dormido lo suficiente.
-Si -respondió en voz baja y luego de darle las buenas noches se metió en la habitación y apagó la luz.
Suspiró, si algo le estaba pasando no podía forzarlo a contarle, tenía que recorrer un largo camino para ganar su confianza. Por un segundo estuvo tentado a preguntarle a Pete, pero enseguida desistió, tenía que aprender a relacionarse con el menor por sí solo.
A la mañana, durante el desayuno, el adolescente le pidió comunicarse con el omega y al volver luego de hacerlo, sus ojos parecían rojos y era notorio que había llorado.
-¿Pasa algo? -era raro verlo así, por lo general mostraba una gama de emociones muy diferente a las de este fin de semana.
-No, nada -negó con la cabeza mientras le devolvía el celular.
Luego de un silencio denso en la mesa le pidió que preparara sus pertenencias para ir a la casa familiar.
En el trayecto, algo le decía que era una mala idea, y la presencia de Miri junto a su madre no hizo más que confirmarlo.

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Hola! Espero que se encuentren ! Les agradezco que estén acompañando esta historia.
Recuerden que es una historia corta y hoy mismo viene otra actualizacion. Cuidense mucho. Besos



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