Llegar a un lugar al que no puedo llamar hogar es raro, es raro estar un año atrasada en la escuela, la actitud de papá es rara, para resumir todo lo que pasa es raro.
Pero ni de cerca como la actitud de los Choi y Kang Taehyun. Esos cuatro chicos t...
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Por la tarde, efectivamente; al salir me encontré con Soobin quien sin mediar palabra camino conmigo hasta llegar a casa del abuelo.
Al llegar a casa del abuelo, el se encontraba en la sala. Y cuando me vio sonrió triunfadoramente. Yo por mi parte me mantuve callada y evite mirarlo a los ojos, quería mantener mi cabeza alta y ser orgullosa, pero si mamá estuviera ahí jamás habría permitido que yo fuera tan cínica en casa de sus padres.
Me dedique a estudiar lo que Soobin decía debíamos repasar, el ambiente era completamente incómodo. Sabía perfectamente que quien hacía el ambiente de aquella manera era yo, todo el día había sido una basura y en cada lugar donde iba venía una nube negra conmigo. No podía evitarlo. Sencillamente no era mi día, y a este paso tal vez no fuera ni mi semana.
Y como una especie de confirmación de ello, al salir de casa del abuelo parecía que no tardaría en caer una gran tormenta; la cual llegó cuando nos encontrábamos en el bus de regreso a el edificio.
—Supongo que no traes un paraguas —exclamó Soobin a mi lado una vez bajamos del autobús mientras solo veíamos la lluvia caer mientras nos resguardarnos de ella en la parada del bus.
—No, pero quizá si abres más tu bocota nos sea de ayuda —respondí ácida.
—¿Disculpa? —dijo él sorprendido.
—Disculpa no aceptada —Fruncío su ceño ante mi respuesta. Yo giré mi vista hacia la calle que nos llevaría a casa.
La parada no se encontraba lejos del edificio. Solo eran dos cuadras. Pero para ello primero debíamos cruzar la gran avenida, ello implicaba ir hacia la esquina, esperar el alto y finalmente avanzar hacia nuestro destino. Suspiré, me quite la mochila, la pasé hacia el frente de tal manera que quedará en mi pecho y pudiera resguardarla mientras la abrazaba. Comencé a caminar bajo la lluvia con resignación, pues parecería que ésta no cesaría pronto.
—¡Ya! ¡Eun Soojin! —gritó Soobin aún en la parada. Decidí ignorarlo—. ¡¿Estás loca?!
Caminé hasta la esquina y me detuve frente al paso peatonal viendo el semáforo que tenía un muñequito rojo brillante.
La lluvia era fina, pero continua. Por ello aunque la distancia que había recorrido no era grande me encontraba ya, algo mojada.
La voz de mamá inundó mi cabeza.
—En este mundo, hay dos tipos de personas, los verdaderamente felices o los que son extrañamente tristes. Y siempre hay un lugar dónde puedes encontrarlos a ambos.
—¿Dónde? —pregunto una Soojin de 12 años. Mamá sonrió ligeramente, mientras veía la lluvia caer por la ventana que daba a la calle.