Darcy

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—Fuiste tú ¿no es cierto? Tú se lo dijiste.

La fuerza de su agarre se volvía cada vez mas fuerte, tuvo que levantar ligeramente el mentón para coger un poco de aire, la mano que rodeaba su garganta a penas lo dejaba hablar, aunque no tenía ninguna gana de hacerlo. No mostraba ninguna especie de terror en el rostro, incluso como si aquello, jugar con la muerte, le causara un placer cínico. Se sostenía de la pared detrás suyo, rozando los dedos con el papel tapiz.

—¿Y... qué ganaría yo? —dijo con la voz carrasposa y las palabras entrecortadas sintió un ligero apretón mas antes de sentir que lo soltaba por completo.

Le dio la espalda y Darcy tosió ligeramente, se aclaró la garganta para luego frotarse el cuello esperando que no dejase marca alguna. Había irrumpido en su oficina sin previo aviso y después de eso lo había obligado a levantarse de su silla preguntando cosas sin sentido, cuando no había sabido responder a sus cuestionamientos lo había colocado contra la pared mientras los sostenían por el cuello, vaya, todo un caballero.

—¿Qué ganaría yo con eso?
—No lo sé. ¿Cómo quieres yo que te responda? Creí que habías sido tú.
—Pues piensa las cosas dos veces, idiota. —Seguía frotándose, dolía, caminó de vuelta a su escritorio apartando al contrario, de vuelta hacia allí, sin delicadeza alguna.

Del cajón extrajo un espejo para examinarse el cuello a través de él.

—Ya cálmate. Pareces un loco —dijo al otro, que parecía completamente frustrado, enojado.
—¿Y qué se supone que haga? Esto puede costarme caro... muy caro. ¿No lo entiendes? Y a ti también.
—¿A mi? —preguntó arqueando las cejas, lo miró por encima del espejo y sonrió— ¿y a mi por qué?
—Fuiste tú quién... quién vino a mi.

Darcy se echó a reír, se acomodó el cabello con delicadeza.

—Que horror, hablas como un viejo. —El otro parecía desquiciado, como si los ojos fueran a salírsele de las cuencas— yo no tengo esposa, ni una familia. Tú fuiste quién me aceptó sin más. Te lo puse en bandeja de plata y lo tomaste sin más. Nadie te obligó, cariño, nadie te obligó a follar conmigo ¿o si? ¿O eso vas a argumentar? "Yo estaba muy tranquilo pero vino él a sentarse sobre mi polla y me obligó a que lo follara". —Sonrió al notar su rostro, era todo un imbécil.

Lo vio sentarse en el sofá junto al ventanal, observando la nada, puso los ojos de blanco para levantarse y caminar hacia él.

—¿Qué dijo exactamente? —preguntó, parecía sorprendido de qué se interesara, pero ese era parte de su trabajo, averiguar y borrar cualquier tipo de huella que pudiera existir, era una lástima que fuese tan guapo, pero no le iban los cobardes.
—Dijo que ya sabía, que solo iba a averiguarlo con quién fuese necesario, o algo así, no recuerdo. Respondí que estaba loca y que no sabía de que hablaba... no lo sé.

Darcy casi se volvió a reír, habían pasado ya mas de 3 meses después de su encuentro, él, después de eso, no lo había buscado hasta ese momento.

—Y ahora ¿estás viendo a alguien? —Él negó con la cabeza y Darcy sonrió, tomó su corbata acariciando la fina tela de esta— Está jugando contigo, cariño, y tú estás cayendo en el juego patético de tu esposita, no tiene pruebas, es porque te sientes culpable, pero ¿por qué? ¿No te gustó? —el otro parecía hipnotizado, asintió lentamente— cuando algo te gusta no está mal ¿verdad? —negó y Darcy sonrió— tal vez ella solo está necesitada, compra un ramo de flores, llévala a cenar sin previo aviso y cuando vuelvan a casa hazle el amor como cuando eran novios todavía... Y no vuelvas a llamarla loca cuando tiene dudas, no seas estúpido.

Lo soltó de la corbata, le acomodó el cuello de la camisa y sonrió.

—Anda. Vete. Salva tu carrera y tu matrimonio. Deja de sentirte culpable, no hicimos nada malo. Fue un desliz. —Solo asintió de nuevo y él sabía que lo creía, lo había sido, después de todo.

Cuando se puso de pie y caminó hasta la salida Darcy volvió a llamarlo.

—No vuelvas a buscarme, no me importa una mierda lo que te pase de aquí en adelante ¿estamos? —el contrario pareció dudarlo un momento, pero asintió, salió del lugar y Darcy suspiró.

Recargó su espalda en el respaldo del sofá mirando el centro de la oficina, cuán vacío estaba.

Meenwood: The Little BirdsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora