Leslat

0 0 0
                                    

De nuevo estaba allí, parado, observándolo, haciéndole saber que no se iría y lo perseguiría toda la vida, susurrándole acerca de todo lo malo que había hecho en su vida, de todas sus equivocaciones, malas decisiones y de todas las maneras posibles en que podía terminar con eso de una vez por todas, para siempre, y aún si lo miraba del otro lado de su habitación seguía escuchando el susurro como si solo estuviera a unos centímetros.

Se llevó las manos al cabello, tenía ligeros huecos que denotaban lo mucho que solía jalarlo en esos episodios, a veces hasta arrancárselo, otras tantas, rascándose tanto, que las uñas se le llenaban de sangre y cabello.

En sus brazos ya no había espacio, estaban tan heridos debido a los rasguños que ya no encontraba mas piel en ellos; no sabía cuando había empezado, así que jamás lo había tratado. Solo recordaba, de los últimos años, lo difícil que resultaba levantarse de la cama hasta que ya no pudo hacerlo, donde escribir era tan frustrante que terminaba dejándolo, no respondía las llamadas, la ansiedad se lo comía vivo y todo había pasado tan rápido que de haberlo imaginado hubiese deseado evitarlo a toda costa.

«No puedes terminar ese capítulo, que imbécil».

Aún si su mirada buscaba a quién había dicho eso, nunca lograba encontrarlo, hasta que una noche lo vio, alzándose sobre su cabeza, regresándole la mirada tan profunda, con los ojos inyectados de sangre, le arrojó la lap top y desapareció cuando el espejo se hizo añicos al igual que la computadora. Se tiró al suelo sintiendo los pedazos clavándosele en los brazos y en los pies.

Ahora, diariamente, cada noche de insomnio, estaba allí, observándolo, susurrándole los métodos mas interesantes para quitarse la vida, para evitar tanto sufrimiento. 

El medicamento funcionaba, a veces mucho mejor que otras, había dejado de escribir, había dejado de disfrutar todas y cada una de las cosas que antes le habrían apasionado. Pero había encontrado refugio en algo más cuando el medicamento no funcionaba como debía, siempre podía recurrir al delicioso líquido  que era tan fácil de conseguir en bares, en la tienda, en el supermercado, dondequiera que mirara estaba allí y él se había vuelto débil, demasiado débil ante sus propias sensaciones.

—¿Diga? —Tomó el teléfono en cuanto escuchó el tercer timbrazo.
—¿Qué demonios estás haciendo, Leslat? ¿Es que no piensas en nadie mas que en ti? Necesito los siguientes capítulos del libro.
—No... no he escrito... he estado ocupado. —Sus palabras se arrastraban mientras el ron se deslizaba por su garganta.
—¿Estás bebiendo de nuevo? Si no me tienes los malditos capítulos terminados... vas a tener que regresar ese anticipo ¿me escuchaste?

Su editor siempre había sido tan paciente, tanto que Leslat le tenía lástima. Tanta lástima que comenzó a llorar, tantas lágrimas que tuvo que servirse un trago tras otro tras otro hasta que no hubo más.

Ahora caminaba por la calle ¿Cuándo había pasado eso? Era extraño como estaba funcionando su cerebro embriagado, miró la hora, habían pasado 3 horas desde la última vez que había visto el reloj. Observó a los lados de la calle oscura y fría, tambaleante, en la mano llevaba una bolsa llena de botellas relucientes y pesadas debido al contenido intacto. Bueno, su cerebro sabía lo que quería aún si no era consciente de ello. 

Parpadeó un momento pero ahora ya no estaba donde antes, era una especie de mirador, la ciudad se abría ante sus ojos, entonces las ideas comenzaron a brotar de su mente, el celular era un buen método para escribir, así que lo hizo mientras otra botella viajaba hasta su boca y la empinaba. Cuando el celular se apagó por la falta de batería y la luz del sol le lastimó los ojos corrió a casa, estaba lejos pero aún así lo hizo.

Lo conectó, tomó la computadora y descargó el archivo. Escribió tanto como no lo había hecho en meses.

—Esto es una mierda, Leslat.

El editor lo llamaba por teléfono, ¿cuánto tiempo había pasado? No estaba seguro, los días, las horas ya no representaban nada.

—La idea en general es buena pero, parece que lo escriben diez personas diferentes ¿qué te está pasando? Eres bueno, muy bueno, pero tal vez no lo suficiente, deberías retirarte por un tiempo.

Leslat colgó, se metió a la cama mientras abrazaba sus botellas, el único alivio que tenía durante las noches, durante los días también. Tomó el frasco de pastillas, los agitó ligeramente y entonces una por una entraron a su boca, las tragaba con ayuda del licor, hasta que no hubo más, ni mas alcohol ni más pastillas...

.

.

.

.

—Intentó quitarse la vida —Escuchó decir— no puede estar mas tiempo solo. 

Pensó en moverse pero antes de intentarlo se rindió, ya no importaba de todos modos. Volvió a dormir y al despertar estaba en un sitio desconocido, completamente nuevo, su ropa era cómoda pero le picaba en todos lados, el aire pesado, todo a su alrededor apestaba a hospital, volvió a cerrar los ojos, no quería tener que regresar a escribir, no escribiría nunca más, no servía para nada, ni siquiera para hacer lo que mas había amado toda su vida.

Meenwood: The Little BirdsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora