Izan

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Un profesor le había pedido que dejase algo en e consultorio de uno de sus colegas, un cardiólogo que impartía clases para los estudiantes de medicina, Izan tenía tan buena relación con su profesor que incluso este le confiaba cosas bastante personales, por ejemplo en esa ocasión donde incluso le había prestado su auto, aunque era de esperarse ya que el favor a final de cuentas era para él.

Era un bonito mercedes color plateado, el interior tenía, sobre el suelo, algunas correas y mantas, también olía a alimento para perro e Izan se preguntó si cuando tuviera su propio auto tendría un parecido a ese, después de todo, también sería veterinario... suspiró, sabía que quería serlo y parecía tener un encanto natural con los animales pero algo dentro de si se removía cuando pensaba en qué tal vez debía haber escogido otra carrera, iba bien de la mano con aquello a lo que había renunciado.

Su madre había enfermado cuando era muy pequeño, tendría unos 9 años, por lo que tuvo que convertirse forzosamente en alguien independiente a tan temprana edad, su personalidad siempre había sido reservada, sin embargo se había vuelto mas serio y centrado, nunca pidió ayuda para nada en absoluto, su abuela había dejado la granja para ir con ellos, a veces cocinaba y cuando Izan estaba en casa para esas ocasiones se acercaba con las intenciones claras de aprender a hacerlo.

Mientras crecía, su madre iba empeorando, Izan nunca podría conocer a una mujer más valiente que ella, aún estando tan enferma lo había ayudado y amado hasta su último respiro. Sus días transcurrían del hospital a la escuela, de la escuela a su casa y de su casa al hospital nuevamente, pasaba la noche cuidando de su madre mientras estudiaba, ella le había pedido que no hiciera eso pero entonces ¿Qué otra cosa podía hacer si no? Las noches le aterrorizaban mas que cualquier otra hora del día porque era cuando todos dormían y si algo le pasaba... nadie se daría cuenta.

Salía y entraba del hospital, a veces pasaban meses enteros sin que ella tuviera que ir, pero de un día para otro volvía y no salía por semanas. Mientras los años corrían ella se ponía peor, nadie pudo darle un nombre a lo que le pasaba, solo sabían que era una enfermedad autoimmune casi imposible de tratar al no saber la fuente de la misma o el detonante. Una noche mientras ella dormía después de un día lleno de estudios y tratamientos, Izan le había prometido estudiar medicina para poder curarla.

A los 12 años entró a la secundaria y su vida completa dio un giro de 360 grados, cuando conoció a Ace. Desde la primera vez que lo vio fue como encontrar un mundo completamente nuevo a donde él quería pertenecer. Se acercó a él sin demasiado esfuerzo, de pronto estaba pidiéndole que trabajara con él en equipo o que comieran juntos, nunca había experimentado aquella sensación, le gustaba y de eso no le cabía la menor duda. Después Aitor había llegado, habían formado de pronto un pequeño grupo de tres personas que iban de un lado para otro juntos.

A los 17, su madre empeoró, él estaba por concluir la preparatoria, la había visto de tantas maneras pero supo que en específico aquella vez ya no había manera en que eso fuese a mejorar. Ella adoraba a Ace, a diario preguntaba por él y hasta había llegado a agradecerle por cuidar de Izan, su Izan, el que nunca había permitido que cuidaran de él dejaba que Ace lo hiciera, que Ace se acercara y que Ace lo consolara.

Nunca había sido tan sincero de sus temores acerca de perder a su madre, de como se sentía, de cuanto desearía ser él en vez de ella, no podría recordar la de veces que se hundió en lágrimas mientras Ace lo escuchaba para luego abrazarlo.

Una tarde, mientras preparaba sus cosas para la escuela su madre lo había llamado, su voz no era mas que un hilillo delicado pero él había aprendido a escucharla y diferenciarla desde cualquier rincón de su casa. Al llegar le pidió que no se marchara, no lo hizo, aquel día faltó a clases y fue el día en que su madre se marchó para siempre.

Nunca se había sentido fuera de su cuerpo, casi ajeno al mundo exterior hasta aquella vez. Las horas habían pasado y no sabía exactamente cuántas, su abuela le hablaba y se limitaba a responder con frases cortas que llenaban los espacios vacíos donde iban sus respuestas.

Sivvy había acudido antes que nadie, se encargaba de todo, había tratado de abrazarlo para consolarlo pero Izan no necesitaba eso, no la necesitaba a ella.

Cuando lo vio a él, a Ace, atravesar la puerta se puso de pie de inmediato para ir hacia él, en cuanto lo recibió con los brazos abiertos se hundió en su abrazo mientras sollozaba: "Se fue, Ace. Mi mamá se fue".

Aitor se había puesto a llorar después de escucharlo, estaba lo suficientemente cerca para hacerlo. Sintió como también los rodeaba con los brazos antes de separarse e ir hasta donde estaba Sivvy.

Aún si los recuerdos de aquellos días permanecieran borrosos por el resto de su vida, del como había llegado a su habitación, como habían velado a su madre, como se había despedido de ella... lo que nunca se desdibujaría de su cabeza era el hecho de que Ace estuvo presente cada vez que sentía que sus piernas no podrían soportarlo mas, que su corazón se rompería o que no podría volver a sonreír, lo tuvo presente a él y no quería ni podía aceptar a nadir más.

En sus noches mas oscuras cuando aún se despertaba por mera costumbre esperando escuchar el pitido de las máquinas del hospital el solo escuchar la respiración de Ace durmiendo sobre él es suficiente para hacerlo volver a cerrar los ojos y saber que lo único que necesita está cerca suyo.


Meenwood: The Little BirdsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora