Carmelia, sentada en una cama, empezó a preguntarse tantas cosas sobre ese chico que no sabía qué hacer con su vida. Estaba tan pérdida como una polilla en una carretera.
La tarde estuvo un poco apagada y fría, por lo que ella decidió agarrar sus cobijas y meterse en las sábanas de la cama. Por alguna razón, sentía que su cuerpo estaba flotando en una hermosa nube, llena de suavidad y tranquilidad. No pensó en nada más que disfrutar del momento.
Pasaron unas horas hasta que el sol salió, avisando a todos de que un nuevo día había comenzado.
Se levantó, se arregló y salió al jardín a cuidar las plantas que le faltaba. No quería que la dueña de ahí la regañara o algo por el estilo. Carmelia es muy dedicada en sus labores y no dejaría que algo muy grave pasara, aunque sabe que es un poco distraída.
Las margaritas apuntaban hacia el sol, las montañas verdes con el cielo azul enfríaban el caluroso ambiente, y las construcciones del lugar hacían que la estadía sea más placentera. Era como estar en un paraíso.
Carmelia conquistaba la tarde, yendo de un lugar a otro haciendo varias cosas al ritmo de la vida, pero nunca paraba de pensar en aquel chico.
-¿Qué me irá a decir?
-¿Por qué me encontré con él?
-¿A caso es obra del destino, o una falsa ilusión?
Ella pensaba que el amor era algo demasiado bonito, pero muy confuso a la vez.
La música de su celular la adentraba cada vez más en la melodía de la vida. Su cuerpo se movía con total suavidad, sus oídos escuchaban todo, sus ojos sentían el movimiento de la cabeza y sus piernas pedían más y más. Se sentía libre, totalmente libre.
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La Chica de los Girasoles
PoetryUn libro que narra la historia de una jovencita, cuya misión es triunfar en cada paso de su vida dando lo mejor de ella.