Capítulo 4, El final - Vista de verano

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Pasaron unas horas hasta que el sol salió, avisando a todos de que un nuevo día había llegado

Carmelia se levantó, se arregló y salió al jardín a cuidar las plantas que le encargaron. No quería que la dueña la regañara o algo por el estilo. Carmelia es muy dedicada en sus labores y no dejaría que algo grave pasara, aunque sabe que es un poco distraída de todas formas.

Las margaritas apuntaban hacia el sol, las montañas verdes con el cielo azul enfriaban el caluroso ambiente, y las construcciones del lugar hacían que la estadía sea más placentera. Era como estar en un paraíso.

Carmelia conquistaba la tarde, yendo de un lugar a otro haciendo varias cosas al ritmo de la vida, pero nunca paraba de pensar en aquel chico.

—¿Qué me irá a decir?

—¿Por qué me encontré con él?

—¿A caso es obra del destino, o una falsa ilusión?

Ella pensaba que el amor era algo demasiado bonito, pero muy confuso a la vez.

La música de su celular la adentraba cada vez más en la melodía de la vida. Su cuerpo se movía con total suavidad, sus oídos escuchaban todo, sus ojos sentían el movimiento de la cabeza y sus piernas pedían más y más. Se sentía libre, totalmente libre.

Aquel chico logró resolver en diez minutos lo que Carmelia tardó 2 años en comprender.

Eran las seis de la tarde, el sonido de los carros y las motos sonaba a la lejanía, el telar de la noche reflejaba cuan tranquila estaba la luna y la luz de las ventanas avisaban el tiempo del acobijo.
Y quién sabe sabe cuántas personas se estaban enamorando en ese instante.

Carmelia sentía que las horas pasaban demasiado rápido, el tiempo no le alcanzaba como para despedirse de aquellas flores nevadas.

Por un momento, recordó a sus girasoles. Probablemente el clima templado de su pueblo ayudó a saciar la falta de agua que tenían. O eso pensaba ella.

Ahora, se preguntaba:

—¿Aquellos girasoles eran tan importantes para mí?

—¿Algún día volveré?

Ella, por el momento, no lograba percatarse del gran error que había cometido.

Concentró tanto su tiempo y alma en cosas que no valían la pena, que olvidó amarse a sí misma. Es obvio que esos girasoles gritan por ayuda, pero no serán escuchados hasta que Carmelia abra los ojos. 

Esta experiencia que iba a vivir, le serviría para toda su vida.

La Chica de los GirasolesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora