Consigna 1 (16/8)

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Consigna: Escribir sobre una casa embrujada. Lo importante es que la casa no sea un accesorio sino el corazón de la historia.

Escrito:

El bosque era un lugar inmenso, pero no solía ser peligroso, por eso los hechos recientes despertaban una gran confusión en el departamento de policías. Al inicio ni siquiera lo notaron. Un celular abandonado en mitad de un camino, un reloj colgado de una rama, una gorra... parecían tan solo objetos perdidos por personas muy descuidadas. Luego aparecieron bolsos, mochilas... pero las 4 bolsas de dormir alrededor de una fogata extinguida lo confirmaron, la gente desaparecía. Sin evidencia de pelea o pistas de algún tipo, la teoría del pueblo era que la gente tan solo se esfumaba, y los propios policías empezaban a creerlo. Bueno, era eso o una broma muy elaborada. Más confiados de la segunda opción, interrogaban a cada persona que reportó los objetos, o que estuvo cerca de las "escenas". Aún así, nada.

Desde pequeña Lina soñaba con ser una oficial, y no pudo evitar ver este problema como una oportunidad. Si resolvía el misterio, conseguiría una entrada segura al trabajo, o eso esperaba. De una forma u otra, saldría beneficiada. Cuando llegó el fin de semana, sin pensarlo dos veces, se preparó una mochila con objetos que consideraba útiles y salió con su perro a buscar respuestas. Empezó su recorrido por el campamento, los lugares más abiertos, terminando por seguir el camino principal. Las horas pasaron, el sol se escondía, el entusiasmo empezaba a desvanecerse. Caminaba con la vista al frente, cuando un destello la cegó por un segundo. Se detuvo unos pasos más adelante, notando el pequeño brillo escondido entre hojas a su izquierda. Se acercó para ver el objeto que reflejaba la luz. Era un pequeño vidrio con forma de esfera atado a una cuerda negra, un collar supuso, eso la alegró.

-Un collar perdido es una buena pista ¿No te parece?-

El fiel animal solo movió la cola de un lado al otro, feliz por su entusiasmo. Intentó tomar el objeto, solo para darse cuenta de que estaba atrapado. Corrió las hojas para liberarlo, encontrándose con algo más que unas ramas. Sin las hojas camuflándola, la flecha de madera se hizo presente. Aquello era más que una pista, era una señal. Quien sea que dejó eso ahí, quería que la gente descubriera el indicador de camino. El vidrio dejó de brillar, ya no había suficiente luz en esa zona. Sacó la linterna de su mochila, apuntando en la dirección que daba la flecha. Antes solo se veían árboles, pero con la luz directa se divisaba un camino oculto. Con la oscuridad rodeándolos, la chica ya no se sentía en una película de detectives, más bien en una de terror.

-Deberíamos volver-

No llegó a darse la vuelta, cuando oyeron un ruido de un árbol cercano. El perro ladró, haciendo que la ardilla se cayera del susto, y pasara corriendo a su lado para escapar. Lina intentó sujetar la correa con fuerza, sin conseguirlo. Su mascota salió corriendo tras el pequeño animal a tal velocidad que su correa se resbaló de su mano y se arrastró por el suelo en dirección al camino oculto. Con su suerte claro que iba a escaparse en mitad de la noche, en un lugar enorme y justo en dirección a algo peligroso. Intentó gritarle que parara, o incluso que regresara, pero no le quedó otra opción que correr tras él. Tardó un rato, pero logró pisar sobre la correa y detenerlo, aunque intentaba seguir corriendo.

-¡Bruno, basta!-

Su mascota se detuvo, solo para mirarla con esa tierna cara de cachorro y "llorar" por permiso. La respuesta fue un no rotundo. Con la correa en mano, bien agarrada esta vez, decidió que era hora de volver a casa. Avisó que saldría hasta la noche, pero no llevó su celular porque estaba descargado y seguro empezarían a preocuparse si no aparecía. Cuando encontró nuevamente un camino trazado en el suelo, lo siguió. Sin nada con que orientarse, aunque tomara la dirección equivocada llegaría a algún otro pueblo donde le dejarían llamar para avisar su tardanza. Diez pasos, veinte, cien, un kilómetro... sentía que podría llegar a un lugar poblado en cualquier momento. Por suerte todo parecía tranquilo, sin animales peligrosos o que su perro quisiera perseguir y ningún ruido extraño. En realidad, si se ponía a pensarlo, si era extraña la falta de ruido. Si las películas no mentían, los animales solo se quedaban en silencio cuando no querían que algo los escuche. Por suerte su linterna no quiso que se asuste por eso... y le dio otra razón para temer, empezando a parpadear.

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