22_¿Se puede ser feliz?

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Capítulo 22

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Capítulo 22

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Los días después de la fiesta se transformaron en semanas y llegamos a mitad de diciembre entre reparaciones en la mansión, trabajo y las sesiones de terapia cada viernes.

Se resumía a mamá conversando con la doctora Favreau, ya fuera a solas o con nosotros, pero en cada sesión se superponía una mentira a la otra y en algún momento nos explotaría en la cara.

Me preocupaban dos cosas. La primera, que mi madre estuviera creando una pantalla de mejoría que en algún momento caería estrepitosamente.

La segunda, el momento en que las sesiones comenzaran a rotar y me tocara estar a solas con la doctora. No me sentía listo para mentir viéndole a los ojos y era algo que sabía hacer bien, el problema era ella.

La doctora Favreau tenía en los ojos un tono azulado que Mia había heredado. Era una mirada penetrante que me hacía sentir expuesto. Si formulaba las preguntas correctas, me rompería y diría la verdad.

Pasar mucho tiempo dándole vueltas al asunto de Mia y lo tanto que me ignoraba, tampoco ayudaba a relajarme en las sesiones de terapia.

Entendí que necesitaba tiempo, que nada lograría persiguiéndola y agobiándola cuando su opinión sobre mí era la peor.

No podía culparla. Los rumores de pueblo no me acompañaban y, por la manera en que me había comportado al inicio, tenía derecho a verme como el chico que solo la quería para follar.

Empezaba a entender a Mia y su manera de ser, la forma en que saltaba como gato asustado ante cualquier indicio de agresión, incluso si no lo era. Amaia había tenido una experiencia traumática con el imbécil de Charles.

Que tu primer novio tratara de manipularte para probar el afecto que le tenías mediante la aceptación a tener relaciones sexuales, no era algo grato de experimentar. Estaba clara la razón de su rechazo ante cualquier demostración de interés, en ese caso, la mía.

El principito valiente la marcó al punto de que temía aceptar su inexperiencia. No dijo que era virgen por miedo y eso solo sumaba otra línea a la lista de inseguridades que cargaba Mia, la chica que, en un inicio, parecía tan segura de sí misma.

Al final, todos teníamos un talón de Aquiles.

Por eso esperé y traté de no estorbar, pero vi mi oportunidad de arreglarlo, un día que llegué más temprano de trabajar. Escuché como ella y Aksel estaban en el segundo piso, seguramente estudiando matemáticas.

Mi teléfono vibró en el bolsillo cuando dejé la mochila sobre la mesa del comedor. Era mi madre.

¿Todo bien? —pregunté al tomar la llamada.

Todo perfecto, cariño. Llamaba para saber si seguías trabajando. —Sonaba animada, como en las últimas semanas, y eso me hizo sonreír.

No te enamores de Mia © [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora