43_ Somos las víctimas

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Capítulo 43

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Capítulo 43

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Salí del trabajo más tarde de lo común. Cubrí el par de hora que me tomó llevar a Amaia a la estación de trenes. La dulce satisfacción de haber dicho que la amaba no se iba, me mantenía con una sonrisa de estúpido.

Su cara de sorpresa en lo que el tren se alejaba inundaba mis recuerdos hasta atontarme. Pasé el día en las nubes y deseando que le estuviera yendo bien en su examen.

Cuando iba saliendo, en busca de la moto, una figura se atravesó en mi camino. Una persona me tomó de los hombros para zarandearme con fuerza. Casi le pego, creyendo que era un peligro, pero reconocí a Rosie.

—Pensé que no te encontraría —se lamentó.

—¿Qué pasó?

Cabello despeinado, sudada, agitada y pálida. Parecía inexperta corredora acabada de terminar un maratón.

—Todo... mal —jadeó, asustada y la tomé del brazo para evitar a la gente que empezaba a mirarnos.

Cruzamos la calle hasta el parque del centro de Soleil y el banco más alejado, el que usaban las parejas para meterse mano en las noches.

La senté y siguió sin hablar. Comencé a asustarme, pensando en Alexandre. Cuando pregunté si ese era el problema, negó, mirando sus manos e incapaz de articular palabra. Saberlo me tranquilizó y esperé a que recuperará el aliento para cruzar a comprar helado y un par de botellas de agua.

—¿Puedes decirme qué pasó? —cuestioné cuando dio muestra de vida al aceptar el helado.

—Lo hice —murmuró—, le dije a Victoria.

>>Estábamos en su casa y le dije que teníamos que hablar. —Su mirada estaba perdida y el helado empezaba a derretirse—. Primero le conté que me gustaban las chicas y se vio tan sorprendida que me acobardé.

—¿Por eso estás así?

Negó.

—Me hizo muchas preguntas hasta llegar a cuándo me había dado cuenta. Le confesé que empecé a cuestionármelo después del trío con Charles. —Tragó en seco—. También le dije que salí con un par de chicas y que soy lesbiana.

>>Ella... ella se enojó. —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Empezamos a discutir, me reclamó por no haberle contado antes, yo le eché en cara que pasaba de chico a chico y se olvidaba de mí... Fue horrible.

El helado embarraba su mano y goteaba al suelo. No lo notaba.

>>Nos dijimos horrores —murmuró—. Jamás habíamos discutido.

—Lo siento mucho.

No sabía cómo ayudarla y me sentía algo culpable por incitarla a sincerarse.

No te enamores de Mia © [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora