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Todo fue ocurriendo poco a poco, empezando por un tranquilo día en la sala de recreativos

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Todo fue ocurriendo poco a poco, empezando por un tranquilo día en la sala de recreativos.

Agarraba algo incómoda la mochila mientras esperaba a su grupo de amigos, pues llevaba ahí cuarenta largos minutos y todavía no aparecían. ¿Tal vez se había equivocado de hora? ¿Equivocado de lugar? Siempre fue muy insegura con todas sus acciones y esta situación solo empeoraba su malestar.

La sala de recreativos estaba casi vacía, a excepción de algunos pocos chavales, pero ninguno de ellos era de sus amigos. Suspiró pesadamente, pensando que tal vez la quedada no se pudo realizar.

No era la primera vez que la dejaban plantada. Muchas situaciones similares se habían llevado a cabo anteriores veces: cambiaban el plan, lo cancelaban e incluso a veces, no avisaban, por lo tanto, Jaerin siempre quedaba fuera.

Había un chico en el lugar que le echaba ojo de vez en cuando, sintiéndose intimidada por la mirada tan intensa que cargaba. Quizás ya era hora de irse.

El chico de mirada intensa se levantó de una de las sillas de las máquinas y caminó hacia ella con los labios abultados. Jaerin se alarmó, preguntándose el porqué se acercaba.

—¿Quieres jugar una partida?—Preguntó él cambiando su expresión a una sonrisa amable y señaló la máquina de atrás, que se trataba de un videojuego de carreras.—Es más divertido competir con alguien que contra una máquina y no sería agradable haber pasado tanto tiempo en este lugar sin haber jugado a nada, ¿no?

Su cuerpo se relajó, aún mostrándose algo dubitativa, pero por educación asintió tímida con la cabeza y se sentó en la silla de jugador de al lado. ¿Qué tendría de malo jugar un videojuego de carreras?

Las carcajadas y gritos no tardaron en llegar por la adrenalina del juego y el espíritu competitivo, ganando ambos algo de confianza. Jaerin se sintió en la suficiente confianza de molestar a su compañero desconocido estrellando su coche contra el suyo, haciéndole gritar por atrasarlo a la meta.

Después de demasiadas risas y un par de partidas de revancha, Jaerin podía decir que su quedada había mejorado drásticamente incluso siendo con una persona que no conocía de nada.

—¿Te parece si vamos al ciber café de aquí al lado y seguimos con las revanchas?—Añadió sonriente el chico de cabellera castaña.

—¿Qué clase de coqueteo es este?—El mayor carcajeó ante la ocurrencia y soltó una palmada algo avergonzado.

—Normalmente sí soy así, pero esta vez no era mi intención. Me has sorprendido.

—Se te ven los aires de coqueto.—El chico rió y guiñó el ojo de mala manera, haciéndole reír.

—Ni sabes mi nombre, perdón. Me llamo Choi Yeonjun, y por lista ahora te pagas la comida.

—Trato justo, Don Juan.

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