"El mundo se desmorona, ya nada tiene sentido"

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-Gracias— fueron las dos palabras que pudo pronunciar Anthony. Estaba extasiado, agradecido, feliz. No sabía como describirlo. El mayor se sintió más que feliz por aquella palabras. Tanto que paro el baile. Anthony lo miro a los ojos, esperando una explicación, pero lo que obtuvo fue aún mejor que una. Alastor le tomó del mentón y lo beso en los labios. Fue un beso casto, que trasmitía todo los sentimientos que el castaño no podía poner en palabras. Anthony correspondió, lo abrazo por el cuello profundizando el agarre, adentrando su lengua en la cavidad contraria, rozando sus lenguas de una manera lujuriosa.  Por primera vez Alastor sentía que alguien lo entendía y no lo juzgaba por como realmente era y eso le gustaba—me gustas, querido—dejo escapar entre beso y beso. Ya no podía ocultarlo más, ya no podía negarlo. Anthony le gustaba y mucho.

-Tu también me gustas- se dirigieron hacia adentro, a la habitación del mayor. Se besaron con desesperación, tocando todos su paso. El cuerpo de Angel era delgado, curvilíneo y sensible al tacto. Descubrió a un nuevo Anthony, uno que temblaba al más mínimo roce. Que dice su nombre sin vergüenza, gimiendo y jadeando. Beso aquel pecho níveo, que se entregaba y arqueaba por cada beso repartido. Amaba esa esencia olor  lavanda que emanaba el menor. Detuvo su nariz en el cuello del rubio, rozando la punta con la piel tersa—me encantaba—y Angel se sonrojaba cuál adolecente. Amaba aquellas tiernas carnes que reaccionaban a sus dedos morenos. Anthony era el experto pero quién tomaba el control era Alastor. Lo dominaba y movía a su antojo, besando y explorando cada recoveco del rubio. Saco aquellas molestas prendas saboreando el glande rosado, escuchando los gritos que salían de esa boca color cereza y eso le excitaba. Metió unos dedos en la entrada del chico, preparándolo y no le sorprendió ver qué esas paredes lo recibían gustoso. Cálido, mojado y apretado. Ya no lo soporto más ¿Por qué este chico le despertaba todos esos sentimientos mundanos que con tanto esfuerzo, había enterrado en algún lugar de su cerebro? Quizás la matanza, la sangre que había derramado el cuerpo, la aceptación de Anthony y la mirada lujuriosa, fueron los factores que le hicieron crecer su libido. Hace años (ya ni se acordaba) La última vez que se acostó con alguien ¿Se sentía así de bien? Se desabrochó el pantalón, estaba duro, caliente. Se colocó entre las piernas del rubio, subió una pierna delgada a su hombro y empezó a entrar en el despacio. Aquellas paredes lo envolvieron y le hicieron gemir de placer. Anthony movía la pelvis, quería ver más de aquel Alastor excitado y escuchar aquella voz ronca. Se posicionó arriba de él, se movía en círculos, dentro fuera, gozando cada estocada—Ay, Alastor, me vengo…—ya no podía más, el orgasmo fue inminente, manchando todo el torso del mayor. Pronto Alastor el siguió, no pudo aguantar los temblores, lo apretado del interior del menor. Era exquisito, se corrió dentro. Terminaron en la cama, con la respiración agitada, uno al lado del otro. Se miraron con una sonrisa. Anthony se acurrucó en su pecho. Era suave y tenía un par de cicatrices que acarició suavemente con la mano.

-Son mis heridas de guerra- presumió, haciendo reír al rubio.

-Yo igual tengo de esas- cerró los ojos en paz. A pesar de que Alastor era un asesino a sangre fría, confiaba plenamente en él. Sabía que no le iba a hacer daño, sabía que le iba a proteger. Se quedaron dormidos y por primera vez, el castaño bajo sus defensas y durmió plácidamente con otra persona. Se sentía a gusto y confiaba en Anthony. El chico había visto el lado más perverso y oscuro de su ser y aún así se había quedado a su lado—no como ella—no quería recordarla pero era inevitable. Aquella mujer llamada Rose le había roto el corazón y tuvo que matarla. La había amado, no podía negarlo. La había incluido en su mundo pero ella retrocedió despavorida, con miedo en su mirada. Eso lo había destrozado y le había mostrado una cruda realidad. Iba a estar solo por siempre. Jamás nadie lo iba a amar tal y como era, un fenómeno, un sanguinario asesino ¿Qué esperaba realmente de la vida? ¿Cuál era el sentido de esta? Tuvo que matarla, Dios sabía que estaba en lo correcto.  Para no mirar sus ojos desorbitados, llenos de asco y rechazo. Ahora la llevaba siempre en su corazón como un recordatorio, pero ya estaba listo para soltar esa parte de su vida. Anthony le había cambiado todo, le había echo creer que hasta un ser como él, merecía un amor puro. Se quedó dormido a su lado, sin saber nada más del mundo y por primera vez, las pesadillas no lo atormentaron en la noche.

"Sed de sangre"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora