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A las semanas llegó la policía al lugar. Lucifer contempló la escena asqueado y furioso. Allí estaba su némesis, la presa que había perseguido toda su carrera. Allí estaba Alastor sin vida y con los sesos afuera, dentro de una bolsa en el medio del bosque. Un transeúnte estaba pasando en el lugar cuando sintió un olor asqueroso, se acercó a la bolsa y vio los restos de un cadáver putrefacto. Pateó el suelo furiosos y guío a sus compañeros para que buscarán cualquier pista que los guiará hasta el hijo de puta que se atrevió a matar al castaño—Señor, no encontramos las balas ni ninguna huella, nada—no había nada, nada que les dijera quien había sido el autor. Se retiró a su oficina y desde allí empezó a investigar por su cuenta, empezando por todos quienes se relacionaron con el castaño o tuvieron un mínimo de conexión. No había mucho que rescatar, excepto que uno de ellos, Anthony, era hijo del jefe de la mafia italiana más importante de la ciudad de New York. Desde allí empezaría su investigación. Su instinto le decía que allí debe estar la clave para resolver este embrollo. Cuando fue a entrevistarlos a la gran casona, se había dado cuenta que todos desaparecieron. No estaban sus cosas ni nada que indicara que allí había vivido alguien. Lucifer más que furioso intento llamar a su hija ¿También había desaparecido?—Juro que te vengare Alastor—estaba más que decidido a descifrar aquel embrollo.
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Se llevaron al menor al hotel y lo rodearon en un manto protector, lleno de comprensión y cariño. Lo acostaron en una cama y se quedaron velando por su sueño. El cuerpo del Anthony se rindió, pero no pudo descansar. En sus sueños revivía una y otra vez aquel momento. Podía ver claramente como la bala le atravesaba el cráneo a Alastor y como su corazón se desgarraban en su pecho. Despertaba exaltado, llorando y sudando por las intensas emociones. Los demás lo acunaba en sus brazos, dedicándole palabras de consuelo que no lograban calmarlo. No quiso comer, no quería lavarse, no quería salir de la habitación, no quería nada. Husk, quien tomo el cargo del rubio, se dedicó a lavarlo él mismo con cariño. Le cambiaba la ropa, le secaba el pelo, lo alimentaba y lo hacía dormir. Todo con un amor paternal que no sabía que tenía. Se podía pasar horas a su lado intentando darle una cucharada de comida, hasta que el rubio se aburría y comía. El pelinegro lo cuido semanas, todas las que Anthony necesitara. El rubio no quiso tener contacto con su familia, ni si quiera con su hermana. Había roto el lazo que los unía. Boto su celular a la basura para no recibir llamadas de ellos y se decidió cambiar de domicilio.
-¿Y dónde piensas ir?- le cuestionó Husk.
-A cualquier parte, excepto está. Hay muchos…muchos recuerdos—aun podía sentir la música antigua flotando por el ambiente, las caricias en su cuerpo, la sonrisa sarcástica que le dedicaba al mundo. Alastor dejo tanto en el, tanto, que no sabía si iba a poder superarlo, pero si no olvidaba, si no lograba superarlo iba a morir.
-Iremos contigo- Charlie había estado escuchando la conversación. De atrás suyo, salieron las demás. Todos asintieron con determinación—Eres uno de nosotros y no te dejaremos solo—Anthony, por primera vez en semanas sonrió. Las lagrimas se agolparon en sus largas pestañas, agradeciendo de corazón.
-Gracias- tenía la mejor familia, los mejores amigos. Todos partieron al día siguiente, llevando solo un bolso con lo más importante. Charlie hablo con su padre respecto a su decisión, antes de partir. Este entendía, que a pesar de estar rodeado de gente que había cometido un monto de crímenes, eran fieles amigos. La habían ayudado en un momento crítico y eso se los agradecería por siempre—Pero antes de irte Manzanita, debes decirme que pasó ese día—Charlie cerro los ojos afectada. Aún recordaba la terrible imagen del castaño botado cuál muñeco en la hierva fresca, sin vida, con una herida letal en la cabeza. Exhaló e inhaló un par de veces para calmarse, no era un tema fácil el cual hablar.
-Padre ¿Qué harás con esa información?-
-Prometo no tocar a tus amigos— era una promesa de verdad. Lucifer no sonreía, la miraba serio esperando una respuesta, con la mano apretando el teléfono en su oreja.
-Por favor cúmplelo. Confiaré en ti- suspiro— La familia de Anthony lo asesino— Era la pieza clave de toda la investigación y Lucifer se lo agradeció. Sin perder el tiempo fue en busca de los involucrados. Hacía años que los habían estado vigilando y tenían un caso sólido entre manos. Los detuvo con varios cargos en contra y los llevo a la comisaría para ser interrogados. A pesar de que Andrew y los demás se veían confiados, no esperaron que el propio jefe de la policía los emboscara en la estación de policía y los asesinara a sangre fría—Lo siento, no es personal. Pero ustedes asesinaron a mi presa—le decía mientras enterraba aún más el cuchillo en la piel de Andrew. Cayó muerto al instante, limpio el desastre y aprovecho de irse de allí sin ser descubierto por nadie. Jamás iban a sospechar de Lucifer. Un hombre correcto, con un fuerte sentido de la justicia y jefe de la policía. Que equivocados estaban. Así mato a cada uno de la familia de Anthony, hasta saciar su sed de sangre. Pero aún así no se sentía lleno. Algo le faltaba, algo le iba a hacer falta ahora que el castaño se había ido. Se rio mientras pronunciaba estas palabras al cielo—espero verte en el infierno, hijo de puta—se cambio de ropa y volvió a su rutina.
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Se instalaron en una casa, en otra ciudad, alejados de New York. Allí pasaron su tiempo, conviviendo como una verdadera familia. No les costó encontrar trabajo. Las novias eran profesoras en un colegio cercano. Charlie siempre llegaba contando lo adorable que eran los niños y amaba que tuvieran tantas ganas de saber, de descubrir el mundo—El saber es una buena forma de perder el tiempo—citaba a Alastor. Todo allí se llevaron un recuerdo, una frase o una enseñanza del castaño. A todos los caló hondo. A todos les ayudo en sus peores momentos ¿Era realmente una mala persona? Les dio cobija, casa, comida y trabajo. Los ayudaba en sus peores momentos. Husk empezó a enseñar a un grupo de jóvenes y a entrenar con ellos. Su conocimiento militar y del deporte era útil y podía ayudar a los demás. Alastor siempre le reconoció ese lado suyo, a pesar de que él lo aborrecía. Aborrecía haber pertenecido a una institución tan corrupta y sin sentido. Odiaba haber peleado en guerra que no eran suyas y haber matado a tanta gente inocente. Pero el castaño recalcaba que sus enseñanzas les eran útiles, que era indispensable saber defenderse en aquel mundo cruel. No volvió a cocinar, no podía hacerlo. Había empezado hacerlo por Alastor y ahora lo terminaba justamente porque el castaño había muerto y ya no era necesario. Niffty empezó a limpiar en casas particulares, todo el mundo alababa sus técnicas y eso la hacía feliz. Cuando llegó al lado del castaño, ella no podía hacer nada, no servía para nada. Lo único que tenía era su cuerpo. Alastor le enseño a limpiar, a cocinar, a jardinear y a realizar cualquier actividad hogareña, descubriendo que le gustaba. Le gustaba mantener el orden, limpiar y sentir el aroma de los limpiadores. Había encontrado una actividad en la que era buena, en que la gente le reconocía y todo eso era gracias a Alastor. Prometió seguirlo hasta el final sin importar que el fuera un asesino. Lo amaba de una forma pura e inocente. Ahora le tocaba cuidar a Anthony. Aquel joven que Alastor quiso con su propia vida, quien defendió hasta el último suspiro. Por ello, la pelirroja se preocupaba de que el rubio tuviera comida, ropa limpia y su habitación impoluta.
¿Y Anthony? El decidió ir a la universidad, a poner empeño en sus estudios. Al leer, se acordaba de su amado. Evocaba aquellos poemas que leyeron hace algún tiempo, aquellos versos que expresaban lo que no podía poner en palabras. “Otoño. Solo y en silencio asciendo a la cámara oeste, donde cuelga una enfermiza luna. Abajo, la paulonias padecen el frío de otoño. Córtalo, así no se separe, ponlo en su lugar para que no confunda. Este dolor tan hondo, que no puedo expresar”. Decidió especializarse en los poemas, en enseñarlos y analizarlos. Así se sentía cerca de Alastor, así se sentía aún entre sus brazos, entre sus piernas. La vida era injusta, la vida era cruel y el castaño lo sabía más que nadie. Había muerto joven, había muerto sin poder despedirse ¿Dónde estaría su alma? ¿El infierno y el paraíso eran reales? Vivía en un sueño, intentando surgir, intentando ser feliz, pero algo le faltaba. Algo en su alma se sentía incompleta.
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La vida era injusta y con el también lo fue. No le dió tiempo de completar sus sueños, no le dejo tiempo de perdonarse ni salir adelante. El destino le arrebato la vida jóven, en un accidente de auto. Era distraído, se hundía en sus pensamientos sin poder evitarlo. Todo le recordaba al castaño y sonreía nostálgico cuando aquello ocurría. No vio el auto que se le acercaba frenético, no escucho el estruendo ni las bocinas. No sintió el gran golpe que lo mando volando un par de cuadras. La sangre salía a borbotones por una gran herida que tenía en la cabeza. No sentía dolor, sentía frío, mucho frío. Pero en calma, estaba en paz, sintiendo como su pecho daba el último suspiro. Solo pensaba en Alastor, en sus ojos que lo miraban con cariño. La sonrisa perfecta, su tacto suave que podía sentir en su piel ¿Estaba allí con él? Tenía un poco de miedo ¿Qué le esperaba al otro lado? ¿Se encontraría con su gran amor? Confío que la vida lo recompensaría y murió con una sonrisa. Por fin vería a Alastor.

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"Sed de sangre"
Random"Había descubierto una puerta en el patio. la abrió con curiosidad, escuchando unos gritos desesperados ¿Quién era en realidad Alastor?"