"La familia siempre te acompaña"

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Estaba enojado con su familia ¿Cómo se atrevían a tratarlo de esa forma? No había sido tan grave el asunto. Si, lo encontraron desnudo en su cama (no es para tanto) y si, estaba con el amigo de su padre ¿Pero podían culparle? Era un hombre que pagaba muy bien y la verdad, no estaba en términos para negociar. Necesitaba dinero y lo necesitaba rápido. Las drogas y el alcohol no eran gratis y el no pensaba vivir sin ellas. La paliza que le propinó su padre y el llanto de su madre, marcaron la noche. Estaban furiosos por su comportamiento "promiscuo y deleznable" y no iban a permitir que uno de sus hijos fuera así de desviado. Ellos no entendía que este cuerpo y este hermoso rostro, era una maldición en si misma. No era tarea fácil rechazar a viejos como esos y más cuando había dinero involucrado entre medio. Además que la gente se le acercaba como moscas y más los mayores que tenían fetiches extraños ¿Por qué el no podía darles en el gusto? Sonrió para sus adentros. Su padre le puso una sentencia-vivirás con tu profesor. Es un hombre honrado y estricto, de seguro que el cambiará tu horrible comportamiento-nadie le pregunto que es lo que el quería. Su padre simplemente ordenó que viviera con un desconocido y su madre hizo la vista gorda. Ni si quiera sabía el nombre de su profesor de lenguaje. Tan solo había visto su perturbada sonrisa y esos ojos que no soltaban detalle ¿Tendría que vivir con el? No, ni en broma. En la media noche cogió un par de prendas y se escapó por la ventana. La huida no duró mucho, su padre predijo que algo así podía pasar, por lo que puso guardias por toda la propiedad y alrededores-viejo, hijo de puta-pensó mientras era devuelto a sus aposentos.

-Anthony, esto es por tu bien- el rubio lo miro con el ceño fruncido. Odiaba que sus progenitores se hicieran los buenos, cuando claramente no lo eran.

-Por supuesto que no. Solo quieres deshacerte de mi...-una bofetada interrumpió las palabras del joven.

-Eres un insolente. Vuelve a tu cuarto- Ya en su baño, vio su blanca mejilla, ahora roja por el duro golpe que le propinó su progenitor. Le odiaba, lo único que pensaba su padre era en su reputación y en su dinero.

-Tranquilo, Anthony. Algo haré para sacarnos de ahí- le hablo a su reflejo en tercera persona. Se miro fijamente. Sus ojos color cielo reflejaban toda la impotencia que bullía en su interior. Tomo sus polvos para el rostro e intento tapar el incipiente moretón que le cubriría la mejilla. Pensaba en su horrible futuro ¿Cómo podría convivir con una persona que tiene un palo metido en el trasero, de lo recto que es? ¿Y si lograba corromperlo? No recordaba los rasgos del profesor. La verdad es que odiaba la materia de lenguas y se ausentaba bastante de clases ¿Y porque este tipo acepto vivir con el? Eso le perturbada y hacía despertar una curiosidad insana. Más tarde se enteraría que el profesor de lenguaje daba clases particulares en una posada que tenía. Corregía a las almas descarriadas y rebeldes de los jóvenes, aplicando severos castigos. Era una correccional en todas sus letras, pero para estudiantes millonarios.

**

Anthony era un chico de diecisiete años, que cursaba su último año de colegio. Nunca le había ido bien, pero pasaba todos los cursos (aunque quizás se deba al echo de que hacía favores "especiales" a los profesores) Había nacido en la cuna de la mafia italiana. Su padre Henry, era el jefe de la mafia italiana en New York y controlaba el mercado negro. Por lo que desde infante, su vida tuvo que ver con las drogas, alcohol y armas. Pero no era por ello que lo reprendían sus padres. A ellos no les importaba si el era adicto a la cocaína o amaba el whisky a las rocas. Si no por el echo de ser gay. Habían tratado de emparejarlo con un montón de mujeres de "buenas familias" pero el había sido reacio al asunto. No iba a permitir que sus progenitores controlará cada aspecto de su vida, por lo menos en aquellos temas no iba a dar su brazo a torcer. No se iba a casar ni formar familia y su forma de protesta fue meterse con cuánto hombre pillara-no es mi culpa, que aquellos vejestorios me desean tanto-había sido sus palabras de defensa, aunque de poco sirvieron. Estaba decidido, su destino era aquella cárcel.

"Sed de sangre"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora