6. La cruz

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En el almuerzo me senté sola en una mesa de la esquina del salón, vi como unas chicas populares se reían de mí por estar allí sola. Pero sabéis qué? Que prefiero estar sola a estar con esa gente.
A la siguiente hora tenía matemáticas, vaya coñazo, pero igualmente tenía que ir, era el primer día y tenía que subir mi nota del curso anterior si no quería que me castiguen un año sin salir, además nunca me había fugado una clase. Igual que nunca he llegado a probar el alcohol ni el tabaco, no sé, seré yo que lo veo innecesario a esta edad.
Empezaba ya mates, guardamos todos los móviles y empezó a dar clase un señor con bigote y cara de amargado, Mateo, le decían. Sinceramente nunca me han gustado las mates.
Las otras dos clases del día se me pasaron bastante rápidas hasta el segundo recreo, ahí solo comí una manzana, no tenía mucha hambre.
Llegué a latín diez minutos tarde, tengo que asumirlo, había una cola extremadamente larga en la cantina para comprarme una botella de agua , la cual se me gastó en mates.
— ¡Martínez! — exclamó a grito pelado la señora al entrar a su aula. — ¿No cree usted que llega un poco tarde? Quédese fuera anda, y cierre la puerta — me chillo aquello en toda la cara y me quede con cara de tonta, toda la clase mirándome que vergüenza. En cambio, por el fondo, vi como el chico misterioso se reí a voz baja de mí.
Nada más salir me fui al patio a despejarme un poco y me encontré en el suelo un colgante, era una cruz de oro pequeña, fina y muy bonita. Debería haberla llevado a recepción, pero no lo hice, me pareció muy bonita así que me dediqué a ir a las gradas a sentarme un rato y verla desde más cerca.
— ¡Ey nueva! ¿Que te trae por aquí? — exclamó con tono burlón el chico de ojos verdes detrás mía, no tuve que girarme para oler el olor a la mierda que se estaba fumando.
— No me llames así, ¿ y qué más te da a ti? Te podría preguntar lo mismo — le respondí mirando a la vez el cigarrillo que sostenía con la mano derecha.
— Nada, vengo a distraerme la verdad, aquí es todo una mierda, son unos pijos que te quieren arruinar la vida, en fin yo paso, me piro, disfruta aquí tú sola. — fue lo último que salió de su boca antes de dejarme ahí tirada, e irse con una moto, la cual supongo que era suya, claro. Me sorprendía lo que acababa de hacer, fugarse de la clase de latín , no se quién sería capaz de algo así con la profesora que teníamos. Y otra cosa que me sorprendió fue que no se rió de mí en mi cara, y por algún casual, sabía dónde estaba en ese momento. Espera volviendo al asunto...
¡¿Moto?! Tenía moto dios me encantan las motos. Siento que puedes despejarte encima suya y desahogarte tú solo ahí arriba yendo a toda velocidad sin saber a donde ni cuando. Es como huir de todos tus problemas, creo que las motos te ayudan a ser tú, a hacer tu vida más divertida.
Pero... ¿Marcos tenía la moto dentro del instituto y se iba cuando quería y pasaba de todo? Eso era raro, espedifico, muy raro.
Este chico ocultaba cosas, y no, no iba a quedarme con las ganas de saber q era xq lo descubriría.

Mientras dureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora