II

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Son las once menos cuarto cuando llego al bar donde trabajo. Quince minutos tarde. Mierda, mi jefe me va a regañar de nuevo. El local no abre hasta las once ya que debemos preparar y acomodar todo antes de empezar a recibir al público.

Es un poco extraño pero a parte de discoteca también funciona como bar desde las nueve de la mañana hasta las ocho de la noche. No voy a negar que me parece una buena idea, a pesar de que las ganancias son bastante grandes cuando el local actúa como discoteca, estas se ven triplicadas al actuar de dos maneras diferentes a lo largo del día.

Como ya voy tarde, dejo mis bolso en los vestuarios y decido que ya me cambiaré antes de abrir. Callum se encuentra apilando cajas y cajas de cerveza al fondo, detrás de la barra mientras que Lucy está en piso de arriba, habilitando la zona VIP. Me acerco al moreno y cuando lo saludo, se asusta tanto que deja caer una de las cajas que estaba transportando. El estruendo me deja sorda unos instantes. Maldice por lo bajo y sus profundos ojos verdes se enfocan en mí.

—Mierda, Dev. ¿Tenias que asustarme cuando llevo las de cristal? —gruñe refiriéndose a las cervezas.

Revuelvo un poco mi cabello, nerviosa y acabo agachando la cabeza.

—Perdón, pensaba que me habías visto al entrar.

—No —responde seco.

—Déjame ayudar —le pido cuando lo veo recoger los cristales rotos del suelo. Niega con la cabeza.

—Ve a limpiar las mesas antes de que llegue... —refuta cansado pero no llega a terminar la frase.

—¿Antes de que llegue quién? —una voz grave y varonil lo interrumpe.

Estamos jodidos.

—Jefe.

—Aodhan —decimos al mismo tiempo Callum y yo. Otra vez siento que la he cagado. No le gusta que lo llamen por su nombre y mucho menos en público.

Callum me mira horrorizado y nervioso, muy nervioso. Un claro indicio de esto es que no para de mordisquearse las uñas, o al menos lo que quedan de ellas.

Le doy una mirada significativa pero el parece no entender lo que quiero decir. Le murmuro un "yo me encargo de esto, ve". Sin pensarlo dos veces desaparece antes de que Aodhan me pida con firmeza ir a su despacho.

Lo sigo con la vista en mis pies. Mis manos parecen no querer quedarse quietas, así que las guardo en el bolsillo delantero de mi sudadera. Me siento como una niña pequeña que ha hecho algo mal y su madre la ha sorprendido con las manos en la masa.

Abre la puerta para mí y antes que de que esta se cierre a nuestras espaldas, sus labios me devoran. Chocó fuertemente contra la pared pero no me importa. Llevo mis manos a su cabello y tiro un poco de él.

Aodhan se acerca más a mí hasta que no hay espacio alguno entre su cuerpo y el mío. Una de sus grandes manos, desciende lentamente hasta mi culo y lo aprieta, haciendo que enarque mi espalda, pegando mi pecho al suyo.

Mordisquea mi labio inferior para después proceder a hacer lo mismo con mi cuello. El cosquilleo que me produce es placentero por lo que me saca un gemido que rápidamente es acallado por su otra mano.

—¿Qué te tengo dicho sobre llamarme por mi nombre? —pregunta tras darme una cachetada en el culo. Sus labios intrépidos no pierden su ritmo en mi cuello.

—No parece disgustarte tanto cuando lo hago gimiendo —respondo con aire juguetón. Otra cachetada que logra encenderme más si es que es posible.

Este hombre de ojos avellana, cabello negro y largo, esculpido por los mismísimos dioses y con una voz creada en lo más profundo del Inframundo va a volverme loca algún día de estos.

Las respuestas de la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora